La cuenta atrás
Tictac, 28 días para la cosecha; tictac, cada hora es necesaria; tictac, los fallos se pagan en gramos. No hay sitio para el error cuando falta tan poco para cortar las plantas. Es necesario potenciar al máximo el desarrollo de las flores y las glándulas de resina, comprender las necesidades de la planta y anticiparse a ellas.
Tictac, 28 días para la cosecha; tictac, cada hora es necesaria; tictac, los fallos se pagan en gramos. No hay sitio para el error cuando falta tan poco para cortar las plantas. Es necesario potenciar al máximo el desarrollo de las flores y las glándulas de resina, comprender las necesidades de la planta y anticiparse a ellas.
Entramos en el segundo mes de floración, todo marcha muy bien pero no hay que bajar la guardia. La plaga de moscas que descubrimos justo en el momento de cambiar el fotoperiodo para que empezaran a florecer está bajo control. No es que consiguiéramos acabar completamente con las moscas, eso es algo realmente complicado cuando hay plantas vivas en el indoor, pero la población actual es tan pequeña que no tiene que afectar a la calidad ni a la producción. Tuvimos que fumigar la plantación con un cóctel de tres insecticidas y, por seguridad, una semana después volvimos a hacerlo para acabar con la mayoría de las supervivientes. La mosca blanca es un bicho muy complicado de erradicar, por lo general siempre queda algún huevo vivo en alguna planta y acaba volviendo la plaga, pero si has reducido su población en un 99,9% tardará tanto en crecer de nuevo la población que antes habrás cosechado. Tras la cosecha, mientras no hay plantas vivas, hay que aplicarse en serio para acabar realmente con las moscas de manera que no vuelvan en la siguiente cosecha. Sigue sin ser fácil, pero, si no hay plantas de las que alimentarse o donde esconder los huevos, resulta posible terminar con ellas. Nos tocará limpiar a fondo el cuarto de cultivo: primero, barreremos y aspiraremos para eliminar todos los restos que haya por el suelo y las bandejas de cultivo; luego, fumigaremos un cóctel de insecticidas a dosis altas; a continuación, lavaremos todo con agua y lejía, para, finalmente, volver a fumigar insecticidas y dejar el cuarto de cultivo cerrado pero con los deshumidificadores a tope, el aire acondicionado apagado y las luces encendidas. La combinación de calor, sequedad y venenos acabará con las pocas moscas o huevos que no hayan perecido por la lejía o los insecticidas, o eso espero.
Las plantas crecieron en altura durante las primeras tres semanas y media de la floración. Ahora ya solo se dedican a producir flores y resina para engordar los cogollos, por lo que hemos eliminado el nitrógeno de la mezcla nutritiva. Hay muchos cultivadores que usan el mismo abono desde el principio hasta el final de la floración pero, en mi opinión, los resultados son mucho mejores cuando se usan fórmulas distintas. A partir de la tercera o cuarta semana, el poco nitrógeno que les hace falta lo pueden tomar de las reservas que tienen en las hojas más viejas, ya que lo que verdad necesitan en grandes cantidades es, sobre todo, fósforo, aunque el magnesio y el potasio también resultan importantes. Si se usa mucho nitrógeno al final de la floración, las plantas permanecen más verdes pero el sabor de los cogollos se resiente y la hierba pica en la garganta. Este truco, junto con regar solo con agua y no abonar las dos últimas semanas antes de la cosecha, resulta fundamental para obtener un buen aroma y sabor en el producto final. Muchos cultivadores comerciales, especialmente los novatos, no prestan la suficiente atención a estos detalles y abonan las plantas hasta el último día creyendo que así obtendrán una cosecha mayor. En realidad, la cosecha no aumenta, el sabor se vuelve metálico, el olor empeora, los porros pican y el efecto es mucho más cabezón.
Si todo se hace bien y se nutren correctamente las plantas durante la floración, las reservas nutritivas acumuladas en las hojas serán más que suficientes para que los cogollos se acaben de desarrollar perfectamente y, cuando llegue la hora de cortar las plantas, los tejidos estarán libres de un exceso de sales minerales.
Es curioso cómo cambia la realidad según la perspectiva del que la observa. Para nosotros los cultivadores, el final de la floración es una delicia. Al atravesar el ecuador de la floración se entra en unas semanas en las que el cannabis sin polinizar produce flores a un ritmo endiablado, apelotonándolas unas sobre las otras de un modo que se nos hace la boca agua. En cambio, si pudiéramos entrar en la “mente” de la planta nos daríamos cuenta de que ella está estresadísima e intenta desesperadamente mantenerse fértil a la espera de un polen que nunca llega. Si se piensa bien somos un poco perversos, el truco más importante es privar a nuestras queridas plantas del objetivo básico de toda forma de vida: la reproducción. Y sin embargo, al mismo tiempo, esas características del cannabis son las que han hecho de él una de las especies vegetales más extendidas en todo el planeta. Nunca sabremos quién descubrió por primera vez el cannabis sinsemilla pero, aun así, los cultivadores comerciales, lúdicos y terapéuticos tendríamos que hacerle un monumento. Si alguna vez habéis fumado cogollos con semilla, sabréis a lo que me refiero...
Cuando la cosecha se acerca no puedo evitar una cierta intranquilidad. A veces, estas preocupaciones aparecen en mis sueños. El pasado mes de septiembre, esperando a cortar un gran invernadero, mis pesadillas no estaban habitadas por monstruos sino por orugas devoradoras de cogollos. Esta vez era el polen: nubes de polvo amarillo flotaban en el aire en mis sueños. Es un peligro poco frecuente. En realidad, casi nunca ocurre. Pero puede pasar. A veces, en una plantación de esquejes iguales aparece una rama de flores macho. La culpa puede ser de una mala planta madre con tendencias hermafroditas o a malas condiciones de cultivo que estresan a las plantas. A lo largo de muchos años cultivando me ha pasado varias veces y, aunque las consecuencias nunca han sido terribles, el miedo permanece. Una sola rama podría en teoría polinizar una cosecha completa. En la práctica, como bien saben los productores de semillas, no es tan fácil. En mi caso los daños fueron limitados: dos o tres plantas casi totalmente polinizadas, unas pocas con varias semillas por cogollos y el resto de la plantación intacta.
Conjuro mis temores revisando una vez por semana las partes bajas de las plantas, que es donde suelen aparecer estas ramas “transexuales”. El problema es que la alta densidad de cogollos hace que sea muy difícil mirar, y si se menean mucho las plantas se producen daños en forma de ramas dobladas o cogollos caídos. Vamos, que miro por encima y le rezo a Jah, a Shiva y a San Canuto para que aleje el polen de mis plantas, y cruzo los dedos, y toco madera, y me hago un buen porro y aun así sigo preocupado. Y sufro mucho, no os creáis, que así también es la vida del cultivador. Como decía el gran Krahe, no todo va a ser follar.
Fotos: Gentics by Marimberos