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Las espinas de Kraus

En tiempos de acelerada descomposición como los vividos por Karl Kraus en Viena, ciudad que definió como “laboratorio experimental del fin del mundo”, suelen destilarse los más amargos y eficaces tónicos contra la desolación humana. “El hálito más prolongado es el del aforismo”, afirma con razón el autor de Los últimos días de la humanidad (1922) y fundador de un discontinuo (y desde 1911, unipersonal) artefacto periodístico titulado La antorcha (1899-1936), en cuyas páginas podría haber publicado su coetáneo Antonio Machado las bellas, sabias y cáusticas sentencias de Juan de Mairena. “Para acercarse a mis trabajos hay que leerlos dos veces. Pero tampoco me opongo a que sean tres”, advierte Kraus (1874-1936). Las doce primeras glosas proceden de Dichos y contradichos (1909); los once restantes, de Contra los periodistas y otros contras (1912). Solo amargan la primera vez.

La superioridad que un hombre valioso siente respecto de una mujer carente de valor nunca es mayor que la que siente un hombre carente de valor respecto de una mujer valiosa.

Si tuviera la certeza de que habría de compartir la inmortalidad con ciertas personas, preferiría un olvido aparte.

Destinado en un principio a la profesión de comerciante, se dedicó después, en efecto, a la literatura.

La tarea de la religión: consolar a la humanidad que se dirige al patíbulo. La tarea de la política: quitarle las ganas de vivir. La tarea del espíritu humanitario: acortar el camino al patíbulo y envenenar la última comida del condenado a muerte.

El arte sirve para limpiarnos los ojos.

Hay dos tipos de escritores. Aquellos que lo son y aquellos que no lo son. En los primeros, el contenido y la forma van juntos como el alma y el cuerpo; en los segundos, hacen juego como el vestido y el cuerpo.

Quien tiene opiniones debe evitar contradecirse. Quien tiene ideas piensa también entre contradicciones.

Dominar la lengua alemana: algo válido para dependientes de comercio. El artista es un servidor de la palabra.

Nadie imagina lo difícil que suele ser transformar un acto en un pensamiento.

Por suerte, muchas veces me he pasado de la raya y pocas me he quedado corto.

Ata corto tus pasiones, pero guárdate de dar rienda suelta a la razón.

La verdad es un criado torpe que rompe los platos mientras limpia.

Lo que vive de los temas, muere con ellos. Lo que vive en el lenguaje, pervive con él.

El moralista tiene que nacer siempre de nuevo. El artista, de una vez por todas.

El periodista escribe estimulado por el plazo. Cuando dispone de tiempo, escribe peor.

Por medio de sus imitadores, muchos han dado prueba de su falta de originalidad.

El diablo es optimista si cree que puede hacer peores a los hombres.

El inmortal vive las plagas de todos los tiempos.

Las estaciones pequeñas están muy orgullosas de que los trenes rápidos pasen de largo.

Quien plagia debería copiar cien veces al autor.

No estoy a favor de las mujeres, sino en contra de los hombres.

Ya no tengo colaboradores. Me ahuyentaban los lectores que quiero perder yo solo.

El débil duda antes de decidirse. El fuerte, después.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #299

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