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Los que corren están muertos

El título de la presente entrega, reproducción de un proverbio marroquí, alude sutilmente al tema más inquietante del siglo XXI: la aceleración. Si bien los inicios de la misma corren paralelos a los primeros pasos de nuestra cultura, su ritmo de expansión se ha incrementado exponencialmente a partir de un acontecimiento –el bombardeo de Hiroshima (6-VIII-1945)– del que pronto se conmemorará el 75 aniversario.

Desde entonces, vivimos a crédito, y no es casual que Frank McNamara, fundador del Diners Club, inventara cuatro más tarde la tarjeta de crédito. “La humanidad está en peligro. Ni en los momentos más alarmantes de la Guerra Fría el mundo estuvo más cerca del abismo”, anunciaba hace dos meses el Boletín de Científicos Atómicos. ¿Cómo dudarlo cuando, bajo la supervisión de Putin, el misil Avangard superó velocidades hasta veinte veces superiores a la del sonido el 19 de diciembre de 2018, mientras Trump declaraba: “Si quieres una carrera de armamento, perderás. Tenemos más dinero que nadie”? La publicidad se frota las manos: “Disfruta de Catástrofe. El País te ofrece la oportunidad de conseguir entradas para ver esta obra sobre las catástrofes que nos rodean” (1-II-2019), “La vida pasa a más de 300 kilómetros por hora. ¿Te vas a quedar esperando?” (Renfe, 5-XII-2018), “Ponte hasta arriba. Come y bebe sin límites por solo 7.25 euros en local” (Dominos, 2-VIII-2018), “Varias aplicaciones prometen que la velocidad media de un buen lector (alrededor de 220 palabras por minuto) puede llegar a cuadruplicarse” (La Vanguardia, 6-I-2019). Siguen trece vertiginosas citas en orden cronológico inverso: del futuro presente, al futuro pasado.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #255

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