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Un precursor llamado Lichtenberg

Máximo precursor de la modernidad en todos sus ámbitos, desde los fluidos eléctricos al arte conceptual, desde el humor negro al estudio de los sueños, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) merece, contra los hábitos misceláneos de nuestra sección, una entrega monográfica de “Casi Nada”. Sigue un puñado de perlas extraídas de sus Cuadernos, publicados un año después de su muerte con el título de Aforismos. Hacia 1777 anotaba en sus páginas una frase que conservaría plenamente su sentido si sustituyéramos la palabra “vino” por el término “cannabis”: “Solo se alegan contra el vino las malas acciones a las que induce, pero también provoca cientos de buenas acciones que no son tan conocidas”.

Máximo precursor de la modernidad en todos sus ámbitos, desde los fluidos eléctricos al arte conceptual, desde el humor negro al estudio de los sueños, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) merece, contra los hábitos misceláneos de nuestra sección, una entrega monográfica de “Casi Nada”. Sigue un puñado de perlas extraídas de sus Cuadernos, publicados un año después de su muerte con el título de Aforismos. Hacia 1777 anotaba en sus páginas una frase que conservaría plenamente su sentido si sustituyéramos la palabra “vino” por el término “cannabis”: “Solo se alegan contra el vino las malas acciones a las que induce, pero también provoca cientos de buenas acciones que no son tan conocidas”.

Solía llamar a las facultades superiores e inferiores de su alma Cámara Alta y Cámara Baja. Y muy a menudo la primera aprobaba un proyecto de ley que la segunda impugnaba.

Acaso el hombre sea mitad espíritu y mitad materia, como el pólipo es mitad planta y mitad animal. En la frontera se hallan siempre las criaturas más insólitas.

¿No es extraño que los gobernantes del género humano ocupen un rango tan superior al de quienes lo educan? Esto revela qué animal tan esclavo es el hombre. 

Mi cuerpo es aquella parte del mundo que mis pensamientos pueden transformar. Incluso enfermedades imaginarias pueden volverse reales. En el resto del mundo, mis hipótesis no pueden alterar el orden de las cosas.

Quien tiene menos de lo que ambiciona, debe saber que tiene más de lo que merece. 

Para justificar la conducta de una persona es suficiente con que haya vivido de tal modo que gracias a sus virtudes merezca el perdón de sus faltas. 

No podría decir a ciencia cierta si la situación mejorará cuando las cosas cambien; lo que sí puedo decir es que tienen que cambiar para que la situación mejore. 

El grado más alto al que puede elevarse un espíritu mediocre es el de descubrir los errores de quienes valen más que él.

Un chocolate para las almas, cuyo consumo garantiza la vida eterna. 

El bienestar de muchos países se decide por mayoría de votos, pese a que todo el mundo reconoce que hay más gente mala que buena. 

Los científicos del pasado sabían menos que nosotros y creían estar muy cerca de la meta; nosotros hemos avanzado mucho para descubrir finalmente que aún estamos muy lejos. Los sabios se convencen más de su ignorancia a medida que aumentan sus conocimientos.

Vivimos en un mundo donde un loco produce muchos locos, pero un sabio apenas unos cuantos sabios.

Nuestra vida es comparable a un día de invierno. Nacemos entre medianoche y la una de la madrugada, no amanece antes de las ocho, oscurece de nuevo hacia las cuatro de la tarde, y a las doce morimos. 

Todos nos sumimos en el mar de la eternidad; cuanto más elástica es nuestra constitución, más dura el tiempo en que emitimos burbujas, pero al final, cuando cesan las burbujas, todos somos olvidados.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #250

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