Malos consejos para jóvenes artistas
Manuel Saiz
Pese a carecer de pretensiones de reconocimiento artístico, su estrategia consiste en aparentar lo contrario, lo cual le obliga a realizar algunas concesiones en forma de proyectos visuales y bibliográficos. En 2009, alertaba: «Cada obra de arte es una señal de que algo va mal» (Ciento una excusas: Cómo se legitima el arte). Tras décadas de peregrinaje alrededor del mundo, decidió instalar su laboratorio en el centro geográfico de la Península, «privilegiado lugar de comunicación con los muertos», como su admirada María Zambrano describe la zona de Guadarrama. En contraste con el pesimismo de fondo, algunas observaciones le permiten reírse sabiamente de sí mismo: “Quien tiene vocación de ser bueno, nunca se da por satisfecho, siempre quiere ser mejor”. En 2018, Manuel Saiz (Logroño, 1961) publicó Malos pensamientos para jóvenes artistas, 299 notas cargadas de humor filosófico, entre las cuales espigamos seis.
Restrictivo. Soy muy restrictivo con lo que acepto como “arte”: los futbolistas no hacen arte, aunque sean buenos; los diseñadores de moda, los arquitectos, los cocineros no hacen arte; tampoco los malos artistas. Ni siquiera hacen arte los buenos artistas. Nadie hace arte, sino que, a lo sumo, lo intenta. El arte, con suerte, llega a estar a punto de aparecer.
Privilegio. Aquellos que se sienten privilegiados por ser artistas, sin duda lo son y, sin embargo, quizá no lo sean. Los artistas de verdad no se sienten privilegiados. Porque si uno llega hasta el extremo de sus recursos y habilidades (y el artista ha de llegar hasta los límites), la situación no es tan placentera como para congratularse.
Optimismo absurdo. Enseguida se sabe que nunca se alcanzará el resultado que se busca, o que se hace ver que se busca. Pero perseguirlo, intentar alcanzarlo por todos los medios es tan importante como recordar que, en última instancia, es inalcanzable. Tampoco se sabe cómo de imposible son los proyectos artísticos si no se intenta hacerlos con pasión. Una dosis de optimismo absurdo, infundado y ridículo al comienzo de cada proyecto es tan necesario para llevarlo a buen término como el conocimiento del fracaso inminente.
Inútil. Llegados a este punto, hay que resaltar lo importante que es hacer todo esto a pesar de que sea completamente inútil. Es completamente inútil, a pesar de lo importante que es hacer todo esto.
Última vez. La única manera de conseguir hacer, como si fuese por primera vez, algo que ya ha sido agotado, que no se puede renovar, es hacerlo por última. Lo que se decide hacer por última vez parece adquirir la misma trascendencia que tiene lo que se hace por primera vez, quizá porque será la primera que se deje para siempre de hacerlo.
Lo sagrado. Perder el respeto a lo sagrado podría ser muy fácil, si se supiera qué es lo sagrado. La mayor parte de la transgresión se realiza sobre cosas que hace tiempo fueron transgredidas por todos, que solo representan el papel de inocentes víctimas inmaculadas. Lo sagrado es lo que está protegido por el inconsciente, y cuando se transgrede, la transgresión duele. Ahí está lo sagrado, y el dolor es la única forma de reconocerlo entre otras transgresiones menores.
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