Jonas Carpignano se mudó de Nueva York a la ciudad de Gioia-Tauro, en el sur de Italia, hace más de década con un propósito arriesgado: retratar las contradicciones y las sombras de un territorio fronterizo que parece vivir fuera de la ley. Nacido en el seno de una familia de raíces italoamericanas y caribeñas, con vínculos en el mundo del cine y del jazz, el joven cineasta dejaba atrás su Bronx natal tras graduarse en cine para aterrizar en la Calabria y filmar un corto basado en la historia de Mediterránea (2015), su primer largometraje, sobre los disturbios raciales provocados por las tensiones migratorias de la zona.
El resultado de ese viaje, diez años después, es un tríptico cinematográfico arrollador formado por Mediterránea; A Ciambra (2017), en torno al barrio de Gioia-Tauro que acoge a la comunidad romaní que da nombre a la película; y Para Clara (2021), una mirada a la temida ‘Ndrangheta, la mafia calabresa, a través de los ojos de una quinceañera que descubre, casi de un día para el otro, los negocios sucios de su familia. “Me gustaría decir que tenía un plan diseñado desde el principio y que escribí las tres películas y fui a rodar, pero esa no es exactamente la verdad”, explicaba Carpignano a la publicación online Deadline. “Inicialmente fui para hacer una versión corta de mi primera película […] y una vez allí supe que había más historias que contar”.
Para Clara, en salas españolas desde el 1 de abril, es el último ejercicio desde el cine italiano que aborda el fenómeno criminal de la mafia. Tanto en el séptimo arte como en la televisión, los melodramas mafiosos canónicos se han fijado en las relaciones de la mafia italoamericana, heredera de la Cosa Nostra siciliana, como sucede en El padrino, que este 2022 ha cumplido, precisamente, medio siglo de existencia con un reestreno de un nuevo montaje de Coppola en 4K, o como en Los Soprano, decana producción televisiva de alcance incontestable.
El cine italiano de los últimos quince años, sin embargo, ha ampliado miras y se ha preocupado en retratar otras organizaciones delictivas como la Camorra, la ‘Ndrangheta o la Sacra Corona Unita, ligada a la región de Apulia, desde puntos de vista más heterodoxos y menos estereotipados. Ya sean documentales de giros irónicos, retratos en primera persona, filmes judiciales o películas de corte híbrido, entre la ficción y la no ficción, todas estas producciones son una potente muestra de lo mucho que queda por contar de la delincuencia organizada italiana.
Comenzamos este viaje regresivo hacia los bajos fondos mafiosos italianos con Para Clara, la más reciente película que ahonda en este tema. Carpignano ha ido solidificando su nombre premio a premio en festivales como el de Cannes y el trabajo de dirección de su última cinta le sitúa como algo más que una de las grandes promesas del cine europeo. Un crítico de cine británico comentó tras su visionado en Cannes que Para Clara es como si Meadow, la hija de Tony Soprano, contara su historia. Algo de verdad hay en esa ocurrencia, pero la película más bien parece un relato que discurre en paralelo a su obra previa, A ciambra, disponible, por cierto, en Filmin. Ambas, en cualquier caso, son historias de iniciación adolescente en un entorno violento. En Para Clara, la mafia.
Haciendo uso de una cámara asfixiante, que se mueve nerviosa con un estilo semidocumental siguiendo a los miembros de la familia de la Clara del título, el cineasta aprovecha el entorno mafioso para retratar la pérdida de la inocencia de la protagonista y preguntarse por el verdadero valor de la familia. Antes de que toda esa realidad y angustia se imponga, hay dos magníficas secuencias de efervescencia familiar que hará las delicias de los seguidores de las historias mafiosas: abrazos, una fiesta, brindis, karaoke, concurso de bailes y, en consonancia con los gustos actuales, mucho trap italiano.
Un pie en la ficción y otro en la realidad
Puede que otro de los detalles más llamativos de Para Clara sea su plantel protagonista, la familia Rotolo en su totalidad dando vida al clan Guerrasio, mención especial a la adolescente Swamy Rotolo en el dificilísimo rol protagónico. No obstante, la hibridación entre realidad y ficción, en todas sus posibilidades, es uno de los rasgos habituales de esta nueva hornada de películas italianas sobre la mafia.
En La mafia ya no es lo que era (2019), Franco Maresco logró el Premio Especial del Jurado en la Mostra de Venecia por su visión irónica y burlesca de la actual mafia siciliana a través de dos figuras opuestas: la fotógrafa y activista política Letizia Battaglia y el empresario Ciccio Mira, vinculado a la Cosa Nostra. Disponible en Filmin, la película bordea situaciones tan inverosímiles y disparatadas que por momentos parece una ficción. Esa tensión tambaleante ya aparecía en el anterior filme de Maresco, Belluscone. Una storia siciliana (2014), dedicada a la pasión siciliana por el otrora presidente del país Silvio Berlusconi, aunque en este trabajo, por la peligrosidad del contexto, posee unos tintes aún más delirantes y siniestros.
También con un pie en la ficción y otro en la realidad se presenta El pacto entre Mafia y Estado (2014), de Sabina Guzzanti, asimismo disponible en Filmin, cuyo tema central aborda la negociación entre el estado italiano y la Cosa Nostra a principios de los noventa, y cómo esos pactos sottovoce afectaron al discurrir de la democracia en el país transalpino. Guzzanti es conocida por sus controvertidas apariciones televisivas. En nuestro país, por el documental ¡Viva Zapatero! (2003), cuyo título alude al mismo tiempo al clásico ¡Viva Zapata! (Elia Kaza, 1952) y al expresidente del gobierno español, aunque en realidad esa obra hable de los rifirrafes que tuvo la cineasta con Berlusconi a lo largo de varias tertulias catódicas. El pacto entre Mafia y Estado sigue la senda sensacionalista que se ha granjeado la directora en estos años, a la vez que nos descubre el lado más oscuro de la política italiana previa y durante la era Berlusconi.
En materia de ficción clásica, sobresalen tres películas sobre la mafia, todas de 2019. Tal vez Los despiadados, de Renato De Maria y disponible en Netflix, no nos descubra nada cinematográficamente hablando, pero como historia de auge y caída de la época dorada de la 'Ndrangheta en el Milán de los años 80 resulta bastante accesible. De Maria lo apuesta todo al clásico arco narrativo de personaje, tan característico de las películas de Martin Scorsese, siguiendo a Santo Russo, un bruto Riccardo Scamarcio, en su ascenso social en la organización criminal. La cita a Scorsese no es baladí, ya que la cinta no esconde en ningún momento sus referencias a Uno de los nuestros (1990).
Por su parte, en El alcalde de Rione Sanità, disponible en Filmin, Mario Martone nos lleva a este barrio marginal italiano para contarnos la lucha entre el bien y el mal a través de la figura de un líder civil que ha de enfrentarse a una tesitura moral que salpica a la Camorra.
Más sólida es, por último, la propuesta de Marco Bellocchio en El traidor, asimismo en Filmin. Suerte de biopic del mafioso de la Cosa Nostra Tommaso Buscetta, que acabó colaborando con el juez Giovanni Falcone –asesinado por la organización en 1992–, el veterano cineasta presenta una pieza de más de doras horas y media de duración que en ningún momento pierde aliento. Pierfrancesco Favino, en el papel de Buscetta, es también responsable del poderío de esta obra.
Clásicos en el cine y en la televisión
El nombre de Roberto Saviano está ligado a la mafia desde que publicara Gomorra: Un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la Camorra (2006), llevada al cine en 2008 por Matteo Garrone. Sus investigaciones posteriores se han trasladado asimismo a la pantalla grande –Piraña, los niños de la camorra (2019), que puede verse en Filmin, habla de las relaciones mafiosas de los adolescentes marginales del distrito de Sanità, en Nápoles–, pero, de todas sus obras, no cabe duda de que Gomorra ha creado escuela.
En tanto que clásico contemporáneo, la película celebró su duodécimo aniversario el año pasado con una restauración ad hoc. No obstante, la prueba más fehaciente de su valor cultural está en la expansión de la obra hacia el medio televisivo. La serie Gomorra, en antena desde 2014 hasta el año pasado y disponible en HBO Max, ha abordado a lo largo de cinco temporadas y 48 episodios los tejemanejes del clan de los Savastano, que impone su ley en Secondigliano. Enfrentamiento entre clanes, traiciones, venganzas y liaisons personales forman el magma de un serial puesto en marcha por el propio Saviano junto a Claudio Cupellini y Stefano Sollima, director de otra de las ficciones catódicas sobre la mafia que ha marcado el género: Romanzo Criminale.
Inspirada en el libro de Giancarlo De Cataldo homónima de 2002, Romanzo Criminale también se expande en formato cine y televisión para hablar de la banda della Magliana, la organización criminal más poderosa que jamás haya operado en Roma. La película de 2005, dirigida por Michele Placido, puede verse en Filmin y cuenta en clave de ficción el desarrollo de esta organización entre los años 1977 y 1992, cuando se estrechan los lazos con otros activos criminales como la Cosa Nostra, Camorra y la ‘Ndrangheta, además de con representantes del poder político y civil. Su violencia y brutalidad dejaron huella hasta el punto de que en menos de dos años se ponía en marcha el serial televisivo. De nuevo ubicada en Roma, inusual escenario para un relato de mafiosos que, de alguna manera, recoge la violencia y la corrupción inherentes al sistema político italiano a lo largo de los siglos, la serie retomaba el mismo arco narrativo que la película predecesora, con más crudeza y agilidad. Casi quince años después de su emisión continúa considerándose una, si no la mejor, de las mejores series italianas de todos los tiempos.