Entregar el poder o mantenerse en el trono. Matar al padre (y al rey) o perpetrar un golpe de estado. Es probable que no haya serie en la actualidad que module con tanta inteligencia y crueldad tales dilemas de alcance shakesperiano, porque las tragedias del poder fluyen en el ADN de Succession, tal vez una de las grandes ficciones de los últimos años, capaz, al menos, de rivalizar con los tótems de la denominada tercera edad de oro de la televisión y ni más ni menos que en plena era de la Peak TV, esto es, en la larga travesía por la burbuja de las series por la que todavía transitamos.
Las primeras tres temporadas del serial creado por Jesse Amstrong han obtenido 48 nominaciones al Premio Emmy y 13 premios, incluido el de Mejor serie dramática, para la segunda y tercera temporada, que, además, ganó el premio Sindicato de Actores al mejor reparto en una serie dramática y arrasó en los galardones de los sindicatos de guion, dirección y producción de Hollywood. Los galardones y reconocimientos no son para menos, pero está aún por ver si esta cuarta y última temporada, en la plataforma HBO Max a partir del 27 de marzo, logra uno de esos grand finales que entran, por derecho propio, en la historia de la ficción televisiva. Por el momento, todo promete a que así será.
Inspirados en la todopoderosa familia Murdoch, poseedores de Fox News (en la serie bajo el nombre de ATN), Succession es la historia de los Roy y sus luchas de poder a lo largo de cuatro temporadas. La cuarta y última liquidará, así pues, una historia de traiciones y maniobras shakesperianas entre Logan Roy (Brian Cox), el patriarca de la familia, y sus tres ambiciosos hijos: Kendall (Jeremy Strong), Roman (Kieran Kulkin), Connor (Alan Ruck) y Shivon (Sarah Snook), demostrando, además, que no es necesario dilatar tramas para conseguir una obra de contundente éxito. “En el mismo título de la serie está implícito su final”, contaba Amstrong en un reciente perfil para The New Yorker. “Nunca he pensado que esto podría durar para siempre y el final siempre ha estado presente en mi mente. Desde la segunda temporada, he intentado pensar: ¿es la siguiente, o la de después, o es la de después?”, explicaba. ¿Quién de los tres vástagos Roy ocupará, así pues, el puesto de dirección del conglomerado Waystar Royco, matando, simbólicamente y de una vez por todas, al áspero patriarca?
El cumpleaños del patriarca: la primera puñalada
El arranque de la serie ya es de una maestría tremenda, con un primer capítulo cuyo ritmo jamás desciende. Vamos a intentar no desvelar datos sobre la serie de manera innecesaria, pero creemos que tampoco supone un perjuicio a los nuevos espectadores comentar esa primera puñada por la espalda de la que parte, ya en su primer episodio, Succession.
La ficción nos ha enseñado que cualquier celebración familiar suele ser un nido de rencores y odios subrepticios, y el caso de Succession no podía ser más evidente. Su piloto, titulado no en vano Celebración y dirigido por Adam McKay, presenta a los jugadores en el tablero y nos avanza las ponzoñosas rivalidades entre cada uno de ellos. En la escena inicial del episodio, vemos a Logan levantarse, no sin esfuerzo, de la cama, en lo que podríamos interpretar como una señal de que su tiempo está llegando a su fin. Es su 80 cumpleaños y su familia le ha preparado una fiesta sorpresa. Enseguida conocemos a su prole: Kendall se dirige a una reunión con los propietarios de Vaulter, un nuevo medio tipo Vice que está despuntando en el panorama, y con el cual Kendall Roy trata, a la desesperada, de conseguir cualquier trato, por terrible que sea, de cara a impresionar a su padre; Roman, un bocazas y un vividor que no ha conseguido despuntar en las finanzas, pese a estar bajo la tutela de los mejores; Shiv, que hace sus pinitos en la consultoría política mientras su prometido Tom Wambsgans (Matthew Macfadyen) intenta caerle en gracia a su futuro suegro; y Connor, el primogénito y el menos interesado en suceder a su padre al mando de su conglomerado de empresas. O al menos, eso parece.
La línea por la que circula ese episodio piloto y, por extensión, las sucesivas temporadas de la serie, es la de saber si por fin los niños de papá están listos para madurar y tomar las riendas. “No eres un killer”, le suelta Logan a su hijo Kendall en ese primer episodio cuando este, enfurruñado, le lleva al comedor para, a solas, echarle en cara su decisión de seguir al mando de la empresa y posponer, sine die, su relevo. Kendall, como veremos, no va a ser un tipo sin escrúpulos para los negocios ni va sobrado de instinto asesino para lograr el objetivo freudiano al que están destinados todos los hijos, pero, sin embargo, tampoco carece de ases bajo la manga para intentar salirse con la suya.
El rey de la función
Desde luego, a ninguno de los hijos les falta instrumental viperino para seguir envenenando unas relaciones ya de por sí corroídas por codicia. No obstante, la relación de Logan y Kendall tiene un peso especial, que beneficia sin duda a su actor protagonista, Jeremy Strong. El intérprete posee, además, una fama de actor difícil y extremadamente exigente. “Si tengo algún método es sencillamente este: eliminar cualquier cosa, cualquier cosa, que no sea el personaje y las circunstancias de la escena”, contaba en una entrevista en diciembre de 2021 en The New Yorker. Ese perfil no pasó inadvertido, habida cuenta del resultado, un demoledor retrato a manos del periodista Michael Schulman en que se le tildaba de intenso, explicando detalles sobre su manera de trabajar, ya sea su asilamiento del resto de compañeros de cara a fusionarse con su personaje entre otros comportamientos antipáticos. El productor ejecutivo Adam McKay y el mismísimo Aaron Sorkin salieron a la arena twittera para defender a quien consideran un actor de una sensibilidad especial, pero, pese a ello, a muchos ya les cuesta separar persona de personaje, Kendall de Strong, dos hombres entre la vulnerabilidad y lo irritante.
Es imposible, con todo, no tomarle cariño al personaje de Kendall Roy, siempre a la sombra del patriarca. Como si encarnara a un Peter Pan de las finanzas mediáticas, el segundo hijo de Logan Roy es fan del hip-hop y de la stand-up comedy, capaz de presentarse a una reunión de negocios soltando “¡¿estamos listos para joder o qué?!” porque a él, un Roy, se le está permitido decir impertinencias y ser un gilipollas. Del mismo modo, su adicción a las drogas es casi de lo primero que sabemos de él, cuando su exmujer le echa en cara en el episodio piloto aquella vez que esnifó cocaína en los iPads de sus hijos pequeños.
Dos bufones en segundo plano
Para una familia en la que cualquier encuentro es sinónimo de reunión de trabajo, en la que los negocios y la vida son prácticamente lo mismo, sorprende que los dos personajes satélites de toda la trama, Tom Wambsgans, recordemos, pareja de Shivon, y Greg Hirsch (Nicholas Braun), sobrino-nieto de Logan Roy, estén tan desesperados por pertenecer o incorporarse al entramado empresarial de la familia. Los motivos de uno y de otro son, por supuesto, diametralmente opuestos, pero son sus diversas estrategias para ir medrando en el organigrama de poder de lo mejor de la función, ya sea juntos y revueltos o por separado.
De nuevo el piloto de Succession nos avanza que Tom y Greg van a ser clave en el desarrollo de este drama familiar. No vamos a desvelar en estas líneas ese primer encuentro, tan perturbador como revelador del carácter de los personajes y de sus deseos, pero sí señalar que ambos personajes, tan torpes como entrañables, que parecen poca cosa, como en más de una ocasión se nos dice, son también imprescindibles en ciertos giros de la trama. Y, sobre todo, divertidos. “Lo difícil es no romper a reír”, explicaba Macfadyen en una entrevista en la emisora NPR. “No es ningún secreto que [Nick y yo] luchamos con el corpsing, como decimos en el Reino Unido, que es romper a carcajadas irremediablemente y que todo el mundo se enfade con nosotros y tengan que ponerse de nuevo con la escena... pero es muy difícil cuando el diálogo es tan divertido”.
Dos bufones en mitad de la guerra de poder de los Roy, también ansiosos por pescar algo del lujo de sus vidas. “Mira, hay algo que está claro de ser rico: es una jodida maravilla”, dice Tom en un momento de la serie. Yates, jets, helicópteros, pisos de lujo en la Gran Manzana, ranchos, segundas residencias en los Hamptons… Mercancías inimaginables para el ciudadano de a pie que para los Roy no son más que pasatiempos desde y con los que urdir estrategias de acoso y derribo, con los que comprar afectos y lealtades. No hay escena más reveladora del poco valor que le dan los Roy al dinero que la del partido de beisbol, clímax del episodio piloto. Lo que para muchos es una quimera, para los Roy no son más que migajas. Aunque entre ellos sean capaces de despedazarse con tal de que no caiga ni una en el plato del hermano.