Entre otras muchas cosas, Zara Snapp me enseñó a construir una pipa con una manzana durante una de las reuniones anuales de la Comisión de Estupefacientes (CND) en Viena. Vaporizamos cannabis en la noria de Saint Louis (Misuri), desayunamos sin diamantes pero con risas en Santo Domingo y hemos rumbeado con ganas en las Semanas Psicoactivas de Bogotá. Politóloga por la Universidad de Colorado y máster en Políticas Públicas por la Universidad de Harvard, Zara Snapp es también cofundadora del Instituto RIA en México, autora del Diccionario de drogas (Ediciones B, 2015) y de numerosos artículos sobre políticas de drogas innovadoras y regulación de sustancias desde una perspectiva de derechos humanos y justicia social. Un nervio de mujer que desprende energía y buen rollo por donde pisa. Pasen y descubran a este torbellino.
Hace un par de años, durante una CND en Viena, vino a cenar un compañero con el que estudiaste el máster. Recuerdo que comentó lo poco popular que es para politólogos trabajar en el ámbito de las drogas. Se considera un área en la que hay poco que hacer, que desgasta y con poca esperanza. ¿Cómo llegaste a esto de las drogas?
En realidad, siento que las drogas y las políticas de drogas me escogieron a mí. De adolescentes estábamos consumiendo y vendiendo. Comprabas mota extra y se la pasabas a tus amigos. En esos momentos, vivía en Colorado, veía como algunos tenían enfrentamientos con la ley y entraban en un sistema de difícil salida. Tienes que hacer controles antidopaje y, si fallas uno, vas a la cárcel tres meses. Yo también tuve algunos problemas con la ley, pero nada de esa magnitud y mucho me temo que es porque soy mujer y blanca. Cargo ese privilegio y no piensan que soy una persona que consume. Claramente hay privilegios para algunos, aunque todos consumimos.
¿Te crías en México o en Estados Unidos?
Nací en México, pero mi mamá quería que fuéramos a una escuela con pedagogía Waldorf y ya de chiquita nos fuimos a Estados Unidos. Primero a Texas, un estado de extraña cultura, y luego a Colorado, donde pasé la adolescencia y fui a la universidad. Pero mi papá siempre estuvo en Xalapa (México), así que iba y venía a menudo. Regresé a mi país natal cuando acabé la maestría.
Y tus primeros pinitos fueron…
"Ahora también digo que me gusta consumir otras sustancias. Tengo mi armario de drogas y puedo decidir qué es lo que quiero consumir y en qué momento. Es democratizar el acceso, y por eso abogo por la regulación de todas las sustancias. Aunque yo no las consuma todas, pero tal vez algún día quiera y, en ese caso, me gustaría asegurar que viene de una fuente confiable"
De los dieciséis a los dieciocho años estuve trabajando en temas de salud reproductiva y sexual en Colorado. Hacía muchos talleres sobre reducción de daños en temas de sexualidad. Pero llegó una política de abstinencia y nos quitaron todos los fondos. Ahí viví por primera vez como un programa con tantos resultados podría caerse por ser algo controvertido. Desde los dieciséis años siempre me mantuve activista y trabajando en organizaciones de la sociedad civil. Al salir de la maestría, con veintiocho, fui al National Democratic Institute (NDI), una organización muy grande que desarrolla programas de democracia alrededor del mundo, y me especialicé en América Latina. Iba cada día a trabajar a la oficina en Washington DC y me di cuenta de que estaba muy separada del trabajo y del activismo. Decidí entonces regresar a México por temas personales. Pero con ese regreso también quería ver cómo las políticas de drogas estaban afectando a México. Era el 2010-2011, después de la militarización, cuando vimos que este combate frontal aumentaba la violencia y generaba muchas problemáticas. Entonces me uní al movimiento de Javier Sicilia y familiares de víctimas, Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Paralelamente, Estudiantes por una Política Sensata de Drogas me ofreció un trabajo en políticas de drogas. Me lo ofrecieron un año antes, justo al salir de la maestría, pero entonces dije que no porque tenemos esa perspectiva de que sales de la maestría y tienes que ir a trabajar al Banco Mundial o a una burocracia grande. Crees que vas a cambiar el sistema desde dentro, pero pronto te das cuenta de que eres una pieza más dentro de la maquinaria mucho más grande y es difícil cambiarlo en ese espacio. Así que ya no quería estar en aquella oficina, quería tener más libertad y acepté el trabajo. Además del interés en la militarización, el tema de las drogas ya de joven me interesaba. Quería saber por qué algunos acababan en la cárcel y otros no, por qué algunos se metieron en consumos de sustancias de los que era más difícil salir, qué era diferente para los que podían salir de esa situación y los que no, cuáles eran las circunstancias… Así empecé, aunque al cabo de un año perdieron sus fondos para mi contrato y se acabó. Cuando perdí ese trabajo estable, encontré una comunidad de personas que me dieron muchísimo apoyo, que me ayudaron con pequeños trabajos como Donald MacPherson en Canadá, Jorge Hernández de CUPIHD en México, algunos en Chile, la Comisión de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos en México... Y así encontré la forma de poder seguir con varios trabajos hasta el 2014, que llegó la oportunidad de trabajar en la Comisión Global de Políticas de Drogas, principalmente en los procesos de preparación de UNGASS.
La prohibición en México
México es un territorio con una larga tradición en el uso ancestral de sustancias como el peyote o los hongos psilocibes... ¿Cómo encajó la prohibición de sustancias un país con un uso tradicional y ancestral tan enraizado culturalmente?
Es interesante la historia de la prohibición en México porque en realidad prohibimos el cannabis antes que Estados Unidos. Pero, sin duda, ser vecino de Estados Unidos nos afecta muchísimo en las políticas a nivel nacional. Aunque en temas de plantas psicoactivas se reconocen ciertos usos y costumbres que permiten que ciertas poblaciones o grupos puedan utilizarlas, sigue habiendo criminalización. México es complicado. Somos vecinos del país con mayor demanda de sustancias y siempre hemos sido exportadores hacia Estados Unidos y ahora también hacia Canadá. México cultiva cannabis desde que Cristóbal Colón nos lo trajo. Y el cultivo de la amapola llegó con la migración de la comunidad china para la construcción de los ferrocarriles. Cannabis y amapola son nuestros principales cultivos ilegales. Somos el tercer país productor ilegal de amapola y de goma de opio en el mundo y el segundo país en producir cannabis ilegalmente. Somos un actor importante que hemos mantenido la prohibición con grandes consecuencias devastadoras. Y también tenemos personajes tan importantes como María Sabina con el tema de los hongos, los Wirikuta con el peyote y ahora los seri con el sapo. Pero ciertamente México dispone de mucha flora y fauna psicoactiva. Yo vivo rodeada de floripondio. Convivimos con estas plantas y alguna gente todavía recuerda su uso tradicional. Tenemos historia y cultura, pero se ha olvidado mucho con el discurso del Estado, del crimen organizado, de los narcos, de los malos y los buenos. Aunque México tiene un momento en la historia donde rompimos con la prohibición…
Son pocas las personas que conocen el dato de que, en enero de 1940, el presidente de México Lázaro Cárdenas promulgó el nuevo Reglamento Federal de Toxicomanías. A pesar de que fue todo un éxito, antes de que pasaran seis meses, la legislación fue anulada. ¿Por qué terminó tan rápido?
En 1940, gracias a la investigación y al trabajo del Dr. Salazar Viniegra y bajo un enfoque de salud pública, se propuso la creación de boticarios donde las personas podían acceder a las sustancias sin acudir a un mercado ilegal. En ese momento, el presidente Lázaro Cárdenas quiso avanzar en esa línea y lo pusieron en marcha. No aumentaron ni el crimen ni el consumo. Pero cuando Estados Unidos se enteró de lo que estaba sucediendo, levantó un embargo en las exportaciones de morfina y cocaína y México tuvo que ceder para levantar el embargo y evitar el conflicto con el país vecino. De hecho, el pasado marzo cumplimos ochenta años desde que se implementó esta regulación de todas las sustancias. También este pasado marzo se cumplieron cien años de la prohibición del cannabis. Fue el 15 de marzo de 1920 cuando se hizo el primer decreto de prohibición. Hay muchos ejemplos de la intervención de Estados Unidos en la política de nuestro país. Lo vemos en operaciones militares que implementa en conjunto con México; en la revisión de los vehículos en la frontera durante la época de cosecha, o en la erradicación de cultivos en Sinaloa, que causó el desplazamiento de muchas comunidades hacia las sierras, donde están más aislados y sin acceso a servicios públicos. Vivimos también un endurecimiento de las políticas en los sesenta y setenta, influenciados por Estados Unidos. Aunque debemos tener en cuenta que, en ese momento y probablemente todavía, muchas de las personas en el poder y en el ejército estaban involucradas en la producción y el tráfico, por lo que había un interés en que todo siguiera igual. Ha habido muchas contradicciones y una hipocresía brutal del Estado mexicano, cuando sabemos que es el ejército el que a veces mueve la goma de opio en el país.
En vías de regulación
Si existe un país paradigmático del azote de las políticas de drogas sin duda es México, donde los tentáculos del narco no tienen límite. El nivel de corrupción, violencia y muertes evitables es ingente, y, sin embargo, todavía son minoría los partidarios de la regulación. ¿Cómo se puede entonces arreglar la situación que vive México?
Intentamos generar el cambio a través de diversas estrategias. En el 2011, el Movimiento por la Paz entendió que no eran las drogas sino las políticas las que generaban el daño. La sinergia con un movimiento que gozaba de autoridad moral hablando de la muerte o la desaparición de sus familiares, sin duda, contribuye al cambio. Además, buscamos hablar de reducción de riesgos y daños de espectro completo, no solamente de los riesgos del consumo, sino de los daños de las políticas, que han sido mucho mayores. En este 2020 hemos tenido más de treinta y cinco mil homicidios, y se estima que, por lo menos, el setenta y cinco por ciento están relacionados con el mercado ilegal y el crimen organizado. Por otro lado, tenemos menos de mil sobredosis fatales al año. En realidad, lo que sucedió en el 2006 cuando lanzaron esta política de combate frontal fue que empezaron a fracturar al crimen organizado. Si en aquel momento teníamos ocho o noventa grupos operando en el país, ahora son ochenta o noventa. Sabemos que esta estrategia no funciona. El Estado no tiene la capacidad de enfrentarse a tantos grupos y además se enfrentan entre ellos y causan más violencia. Si educas a la población sobre estas cuestiones, entienden que las políticas son más dañinas que las sustancias y ello contribuye al cambio de paradigma. También buscamos casos que nos ayudan a una mayor comprensión y empatía de la sociedad hacia el consumo de sustancias. En el 2015, con el caso de Grace Elizalde, una niña con epilepsia de Monterrey, vimos que aumentó notablemente la aprobación hacia el cannabis medicinal en los estudios de opinión pública. Ese fue el primer hito de inflexión en el cambio de opinión. Unos meses después, en noviembre del 2015, ganamos el primer caso en la Suprema Corte, el caso SMART, que reconoció que la prohibición del autocultivo de cannabis sin fines comerciales vulnera el derecho al libre desarrollo de la personalidad y, por ende, se tiene que permitir. Con ello generamos un cambio cultural. Ahora vemos en las encuestas una aprobación para la regulación del uso adulto que llega hasta el cuarenta y ocho y cincuenta y dos por ciento; llegas a superar el cincuenta por ciento, dependiendo de cómo se plantee la pregunta. Todavía hay muchas personas conservadoras en México, como alrededor del mundo, pero lo veo también como un cambio generacional. La información, la divulgación y la incidencia han sido fundamentales. También las redes sociales ayudan, porque la gente se siente más cómoda hablando de sustancias, adquiriendo conocimiento y compartiendo sus experiencias. A fin de cuentas, te tienes que armar con todos los argumentos para llegar a la mesa familiar y tener la conversación.
Has mencionado el caso SMART. Eres de las pocas personas que disponen de un amparo para el cultivo de cannabis en México.
El caso SMART ha sido un proceso muy divertido. En México, cuando sucede un caso de la Suprema Corte no se extiende a toda la población, sino solo a las personas quejosas. En ese caso fueron cuatro consejeros de México Unido Contra la Delincuencia, personas no usuarias pero que estaban en contra de la prohibición. Después de ganar este caso, el abogado buscó a otras personas y yo fui una de ellas, junto al activista Aram Barra y el actor Gael García Bernal. Recuerdo el momento en que decidimos en el 2015 decir: “Sí, consumimos y esto es parte de nuestra vida, pero no nos define solamente, sino que es una de las muchas cosas que nos definen”. Tuvimos conversaciones sobre el riesgo que suponía y si ya no me iban a tomar en serio. Gané el amparo en el 2018 para el cultivo, la siembra, la cosecha, la preparación, la posesión y el transporte para uso personal. Somos once personas que tenemos amparo por la Suprema Corte. El quinto y último caso fue ganado el 31 octubre el 2018, y desde entonces son cientos que lo han obtenido por otras vías. Una vez se ganaron los primeros cinco casos, cualquier persona puede solicitar el permiso tras un proceso. Y bajo este amparo, conozco a gente que viaja en avión con medio kilo. Es parte de la lucha.
¿No existe límite en el transporte?
Depende de cada amparo. En algunos se pusieron límite de plantas, pero no límite de cantidad. Mi amparo no tiene límite.
¿Ha tenido alguna repercusión para ti salir del armario psicoactivo?
"Imagino centros culturales donde pueda obtener mi sustancia y ser asesorada por especialistas en reducción de riesgos. Aunque es un tema de salud, también es un tema de libertades, y veo más apropiado un centro cultural que un centro de salud"
No he sentido repercusiones negativas por el privilegio de ser quien soy, por ser mujer, por vestir bien, no sé... Y también porque ese consumo no me ha llevado a tener un problema. A veces la gente me pregunta qué puede hacer para ayudar al movimiento: ser la persona que tú quieres ser, alcanzar tus objetivos, cumplir con las expectativas de qué quieres hacer en tu vida y consumir de forma responsable. En México hicieron un challenge fitness para pachecos (fumetas) que hacen ejercicio, y fue interesante ver cuántas personas se sumaron. La sociedad tiene percepciones de quiénes somos y debemos confrontarlas. Necesitamos tumbar mitos y percepciones. Ahora también digo que me gusta consumir otras sustancias y decidir cómo, cuándo, cuánto, con quién, bajo qué circunstancias. De adolescente no tuve esa oportunidad; lo tomabas cuando surgía. Ahora tengo mi armario de drogas y puedo decidir qué es lo que quiero consumir y en qué momento. Es democratizar el acceso, y por eso abogo por la regulación de todas las sustancias. Aunque yo no las consuma todas, pero tal vez algún día quiera y, en ese caso, me gustaría asegurar que viene de una fuente confiable. Afronté el riesgo de salir del armario y no he tenido repercusiones negativas, aunque lo hice en un momento de mi vida donde podía vivir con la incertidumbre de los trabajos. También es fundamental tener el apoyo de mi familia y mi pareja, que no me cuestiona ni me pone límites para hablar de ello. Es divertido que mi compañero a veces se queje: “Siempre me criticas porque tomo demasiado café, ¡pero defiendes a los que toman otras drogas!”.
La Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre drogas, la UNGASS del 2016, fue el fin del consenso, y uno de los discursos más disidentes vino de la mano del presidente de México.
Aunque México fue uno de los impulsores de UNGASS, Enrique Peña Nieto no iba a asistir. Cedió ante la presión del Senado para evitar comparecer y dar explicaciones. ¿Qué había más importante que UNGASS para México? Lo que más nos impactó de su discurso fue la mención de las comunidades cultivadoras que están en el mercado ilegal. Fue un discurso de reconocimiento y de la necesidad de transitar desde la prohibición hacia una regulación. Puso en el centro las violaciones a los derechos humanos y los daños sociales y económicos. Para mis colegas de la Secretaría de Relaciones Exteriores fue muy emocionante ver ese cambio de discurso y, sin embargo, ese discurso no se reflejaba en la estrategia en México. Aun así, UNGASS fue un momento clave en el que se rompió el consenso. Estuvimos trabajando cuatro años en el proceso; tuvimos reuniones cada dos o tres meses con los países afines en diferentes lugares para consolidar un bloque de países (en aquel momento eran Uruguay, Colombia, Guatemala, Ecuador, Brasil, Holanda, algunas veces algunos países de la Unión Europea, Suiza...). Hicimos un trabajo arduo en crear ciertos consensos para hacer frente a los prohibicionistas, a los que estaban a favor del statu quo. La lucha era demostrar que había una polarización y una diferencia de opinión. Cómo es posible que Suiza y Rusia estén de acuerdo en la política de drogas cuando son completamente distintos. O que haya países que están aplicando la pena de muerte por delitos de drogas y otros que sean contrarios a ella. De hecho, en los documentos de la Comisión de Estupefacientes no suelen mencionar UNGASS porque es reconocer que hubo una fractura en el consenso; es entender que no son solo tres pilares (reducción de la oferta y la demanda y cooperación internacional), sino que hay siete capítulos incluyendo el tema de derechos humanos. Mencionar UNGASS es reconocer que las políticas de drogas han dañado la sociedad.
Estuviste en la Comisión Global de Políticas de Drogas del 2014 al 2017 y asistes anualmente a la Comisión de Estupefacientes de la ONU en Viena (CND) como representante gubernamental. Estás acostumbrada a moverte con cargos políticos de alto rango, tanto en México como en el ámbito internacional, ¿qué se cuece en esas esferas?
En realidad, no tienen ni idea de los efectos de consumir. La mayoría nunca han probado el cannabis. Incluso en algún momento surgió la idea de hacer un encuentro en Holanda para que tuvieran la ocasión de probarlo legalmente. Es curioso que la primera vez que consumen cannabis dicen que apenas sienten nada. Nos hemos tragado un discurso de cómo son, y resulta difícil transitar hacia una nueva realidad sobre qué significa consumir. También te encuentras con altos cargo que se dan cuenta de lo que sucede y de que hay que explorar alternativas a la prohibición. El problema es que muchos políticos lo reconocen en espacios privados, pero no se sienten cómodos diciéndolo en público. De cualquier modo, es importante mencionar que los triunfos y batallas que se ganan en los espacios internacionales y los multilaterales son batallas de palabras. Se dan cambios sutiles como la inclusión de las palabras derechos humanos o el reconocimiento de ciertas intervenciones de reducción de daños. Pero el cambio no vendrá desde lo multilateral. En ninguna resolución de la CND se ha mencionado la reducción de daños porque trabajan por consenso. No vamos a ganar ahí hasta que ganemos a nivel nacional.
En el 2018 fundaste el Instituto RIA. Cuéntanos por qué nace, qué acciones desarrolla y qué logros destacas en este tiempo.
Jorge Herrera Valderrábano y yo –cofundadores– empezamos a trabajar juntos en el 2014 como consultores externos. Y en el 2018 decidimos fundar nuestra propia casa, el Instituto RIA, enfocado a la investigación, incidencia e innovación, pero también con un eje de educación. Era el año de las votaciones presidenciales y nos propusimos hacer el mayor ruido posible para que el tema de las drogas estuviera en la agenda política. Empezamos trayendo el Museo de Políticas de Drogas y también organizamos la Conferencia Latinoamericana de Políticas de Drogas. Desde RIA implementamos la Encuesta Mundial sobre Drogas, escribimos artículos y desarrollamos un proyecto de regulación de goma de opio. Con el tiempo nos empezaron a contactar empresas de la industria cannábica para asesorarlos en su estrategia, y nos dimos cuenta de que apenas sabían de cannabis y de políticas. Así que decidimos iniciar un curso para educar a estas empresas con la finalidad de promover una industria emergente con un enfoque de justicia social, con una perspectiva de cómo aportar y no solo de ganar dinero. Cabe destacar que damos algunas becas, a las que se acogen principalmente mujeres y cultivadoras. Ya es la cuarta edición del curso y con el tiempo hemos formado un movimiento de todas las edades y backgrounds. Es lindo que se sientan parte de RIA. Somos una organización pequeña que subsiste con pequeños proyectos, y tanto Jorge como yo tenemos otros trabajos fuera de RIA. Iniciar una organización nueva es una apuesta y ojalá algún día nos podamos dedicar completamente a ella.
Virtudes y defectos de la nueva ley
En noviembre, el Senado mexicano aprobó la nueva ley de regulación del cannabis y, a pesar de que parece una buena noticia, existe mucho descontento en el mundo activista. Acláranos, ¿hay algo que celebrar?
"El Estado no tiene la capacidad de enfrentarse a tantos grupos de crimen organizado y además se enfrentan entre ellos y causan más violencia. Si educas a la población sobre estas cuestiones, entienden que las políticas son más dañinas que las sustancias y ello contribuye al cambio de paradigma"
Sí, hay que celebrar porque estamos ganando terreno. El 19 de noviembre, el Senado aprobó un dictamen que pasó a la Cámara de Diputados. Tenían solo una semana y media para discutirlo, pero solicitaron más tiempo a la Suprema Corte. La nueva fecha límite es el 30 de abril de 2021, y esperemos que no se demore más. Ahora la Cámara de Diputados debe incluir cambios y lo regresa al Senado y, si este no hace cambios, se va al Ejecutivo para su firma y publicación oficial. Lo que nos gusta de la ley es que sigue habiendo las tres vías de acceso: el autocultivo, las asociaciones y el mercado regulado. Puedes cultivar seis plantas y si vives con otro adulto, ocho. También valoramos que no haya un registro para el autocultivo, la creación de un organismo nuevo (el Instituto del Cannabis) y el enfoque de justicia social y derechos humanos. Menciona que al menos el cuarenta por ciento de las licencias de cultivo deben ir a comunidades afectadas. Hay restricciones en el cultivo comercial de una hectárea en exterior y mil metros cuadrados en interior. Del mismo modo, se restringen a un máximo de tres los puntos de venta por empresa a nivel estatal para evitar los monopolios. También valoramos como positivo que eliminaron temas como la prohibición del consumo en mujeres lactantes y embarazadas, o el comprobar la licitud de las semillas, que debían proceder de bancos, cuando en México tenemos genéticas estupendas. De hecho, las semillas que tengo recicladas de lo que yo fumo son mucho más duraderas que las que compro de bancos. Todavía falta eliminar otro aspecto muy controvertido que es no poder consumir si estás frente a un menor o si estás con otra persona adulta, sin su consentimiento. ¿Qué significa frente? Se podría aplicar de forma muy discriminatoria y discrecionalmente por las autoridades. Y también es discriminatorio porque puedo fumar tabaco o beber todo el mezcal que quiera ante un menor, pero no fumar cannabis.
¿Y por qué ha generado tantas protestas esta nueva ley?
Hay aspectos que nos disgustan. La queja principal es que no descriminaliza las actividades relacionadas con la planta. Hoy en día, puedo llevar hasta cinco gramos de cannabis. Si me pilla la policía, me lleva ante el Ministerio Público (MP), donde hacen un peritaje para ver si realmente la materia vegetal es cannabis y determinar el peso. Ese proceso puede durar hasta cuarenta y ocho horas, donde la persona está detenida y lo más común es que pidan dinero a tu familia para agilizar la detención. La nueva ley aumenta a veintiocho gramos la posesión, pero el proceso es el mismo. Es decir, con la nueva ley, si portas hasta veintiocho gramos deberán dejarte libre; de veintiocho a doscientos gramos, hay multa de hasta quinientos dólares, y más de doscientos conlleva sanción penal. Al final, es una gran contradicción, porque si portas cualquier cantidad de cannabis, te van a extorsionar ya sea para evitar llevarte al MP o para agilizar el trámite. Tampoco nos gustó que se eliminara la integración vertical para las comunidades cultivadoras y que ahora se permita para las empresas. Lo que estaba propuesto en el Senado era que, si eres una empresa, solo podrías tener un tipo de licencia (cultivo, transformación o distribución) más la licencia de exportación-importación. Si tienes licencia de cultivo, no puedes tener dispensarios, y si tienes licencia de distribución, no puedes cultivar. Así se evitaba el monopolio y la captura del mercado por las grandes empresas. Se contemplaba que los únicos que podrían tener múltiples tipos de licencias eran las comunidades cultivadoras afectadas. Era darles la posibilidad de aprovechar completamente la cadena de producción, pero solo a ellas. Se trata de evitar tener cinco empresas enormes como tienen en Canadá y pensar en cómo hacemos para que haya mayor distribución de las ganancias y la rentabilidad. Eliminaron esto a última hora, y en el proyecto, ahora, las empresas pueden tener todas las licencias que quieran.
Vivir el cambio de paradigma
Ambas participamos en el estudio #CocaRegulada en Colombia, cuyo plazo fechamos en el 2034. Parecía una locura plantear esta regulación, cuando la del cannabis todavía levanta tantas pasiones. Sin embargo, este 2020 se presentó ante el Congreso de Colombia una propuesta de regulación de la coca y la cocaína. ¿Está más cerca de lo que pensábamos?
Si llega antes del 2034, estaré muy contenta. Cuando hicimos ese estudio en el 2016, me decían: “¡Estás loca, eso no va a suceder!”. Mientras mi suegra me decía: “¡Yo tendré más de ochenta años!, ¿tengo que esperar tanto?”. La iniciativa de ley en Colombia es un gran avance; es como se abre la discusión y se empieza a debatir en la sociedad. Cuando estás en la oposición, lo que puedes hacer es presentar iniciativas para generar atención mediática y debate. Probablemente, la iniciativa no prospere, pero abre la discusión en la agenda política. También creo que son ejercicios muy importantes para plasmar cómo sería una regulación y tumbar muchos miedos y mitos. De hecho, estamos viendo cómo va avanzando la descriminalización de todas las sustancias en algunos estados de Estados Unidos, el uso medicinal de psilocibina en Oregón, los estudios con MDMA... Todo aporta y ya no se cuestiona tanto. En cuanto vayamos implementando un modelo de regulación de cannabis, vamos a poder imaginar mundos de regulación de otras sustancias. Por ejemplo, imagino centros culturales donde pueda obtener mi sustancia y ser asesorada por especialistas en reducción de riesgos. Y aunque es un tema de salud, también es un tema de libertades, y veo más apropiado un centro cultural que un centro de salud.
Este 2020 ha sido un año terrible pero con un final feliz. Más allá de la regulación en México, la MORE Act pasó el primer filtro hacia el Congreso de Estados Unidos.
Respecto a la MORE Act, con la nueva administración que va a entrar, veo a Estados Unidos en una inclinación hacia la descriminalización, hacia la reparación de daño, hacia eliminar antecedentes penales. ¡Ojalá se dé una excarcelación de personas y una reinserción efectiva con oportunidades! Es importante señalar que todos los estados que han regulado el uso adulto afirman que funciona y no quieren volver atrás. Quizá se discutan matices y ajustes, pero ninguno quiere retroceder y más estados se van sumando. Ahora ya son quince, es decir, una de cada tres personas en Estados Unidos vive en un estado con cannabis legal para uso adulto, y en cada elección veremos más. Son aspectos que facilitan la aprobación de la MORE Act, que será un reconocimiento del daño de la prohibición y ojalá que se pueda reflejar en un cambio de la política de mano dura.
Y en diciembre la ONU reconoció el cannabis terapéutico.
A nivel internacional, el cambio en la ONU sí representa un gran avance porque no habían hecho ninguna revisión de cannabis desde 1936. ¿Cómo es posible que con todos estos años de investigación y estudios clínicos no haya habido ningún cambio en el régimen internacional? Es cierto que muchas de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud no eran avances y hubo países que votaron en contra. Por ejemplo, cuando se habla de que los productos con 0,2% de THC no tendrán fiscalización internacional, hay países que votaron en contra porque en sus legislaciones tienen el 1% o el 0,3%. ¿Por qué el 0,2%? Hay que buscar un corte basado en la evidencia. En cualquier caso, el cannabis sigue estando en la lista 1, junto a la cocaína y la heroína, y tenemos claro que la fiscalización de sustancias no está basada en la evidencia y que otras sustancias como MDMA, psilocibina y LSD tampoco deberían estar en las listas más prohibitivas. En cualquier caso, los espacios multilaterales son muy lentos y el proceso de revisión ha tomado más de seis años. A pesar de ello, nos muestra que hay fractura en el consenso, pero también que existe una ruta para revisar, analizar y emitir recomendaciones de la OMS y discutirlas en la CND. Nos muestra que es posible hacer un cambio en el régimen y nos da esperanza para la recategorización de la hoja de coca, entre otros. Tal como dice la canción Anthem, de Leonard Cohen, siempre hay una grieta por donde entra la luz y así podemos ver en la oscuridad. Y ahí estamos fracturando esa grieta y desmantelando sistemas y estructuras prohibicionistas que no han funcionado y que generan muchos daños. No solo nos quejamos, sino que venimos con una propuesta clara, basada en la evidencia, el pragmatismo, los derechos humanos y la justicia social. Es muy emocionante vivir y formar parte del cambio de paradigma.
La educación empieza en casa
En el 2017 tuviste un hijo, Kai, que ya ha sido testigo de dos comisiones de estupefacientes de la ONU en Viena (CND) y de otras tantas manifestaciones en las calles de México. ¿Cómo vas a enfocar su educación sobre drogas?
Sin duda, toda educación tiene que empezar en casa. Tomé la decisión de que no iba a esconder mi consumo de cannabis, sino que lo iba a hacer abiertamente como lo hago si tomo un vaso de vino. Algunas amigas me cuestionaron. Pero si escondo algo significa que está mal. Es una cuestión de coherencia con lo que estamos haciendo. Él me ayuda con el cultivo de todas las plantas y, cuando ve fotos en los medios o en la revista Cáñamo, reconoce mis plantas. Tiene una relación muy cercana. No voy a decir que en casa no hay prohibiciones porque hay algunas, pero se trata de límites, porque entiendes que hay cosas que se pueden hacer cuando se es adulto. Él sabe qué es una cerveza, que la gente fuma y también que es algo que podrá hacer si quiere cuando sea mayor, pero no es algo que pueda hacer ahora; cada cosa tiene su momento. Y claro, Kai me acompaña a las marchas y las manifestaciones. De hecho, he visto el movimiento cannábico cambiar sustancialmente en México en los últimos años porque hay más mujeres involucradas en las marchas, vienen con sus hijos y cambia la vibra. Pero también cambia la percepción de la sociedad. Cuando todos son hombres barbudos con pelo largo, hay una percepción del movimiento cannábico, pero cuando lo diversificamos con más mujeres y con distintos rostros, creo que nos viene bien a todos. La discusión será cuando sea adolescente y diga que quiere consumir. Le preguntaré si está seguro y si puede esperar un poco más. Y cuando no pueda esperar más, me gustaría decirle: “Si lo vas a consumir hagámoslo juntos, para que pueda apoyarte y estar cerca si necesitas algo”.
¿Qué se viene ahora?, ¿cuáles son tus próximos proyectos?
Seguir acompañando el proceso de regulación en México pero también ya pasar a la implementación. Nuestra exigencia principal es la despenalización, la eliminación de la posesión simple como delito. La segunda exigencia es la descriminalización de las actividades, incluyendo también el consumo en espacios públicos. La ley contempla una multa de veinticinco mil pesos (unos 1.500 $) por consumir en espacios públicos. ¡Una barbaridad! Más allá de la parte legislativa, centrarnos en la implementación práctica de la ley, como asegurar la cuota mínima de licencias a las comunidades afectadas y acompañarlos en los trámites para su acceso. También lucharemos para aumentar la cuota del cuarenta al ochenta por ciento de las licencias y para incluir la integración vertical en estas comunidades exclusivamente. Por último, queremos profundizar las investigaciones con las comunidades cultivadoras de amapola.
Recomiéndanos un libro que te haya conmovido y dejado huella.
Difícil escoger solo uno porque ya tenemos un archivo amplio, pero soy fan de Capitalismo antidrogas. Una guerra contra el pueblo, de mi amiga Dawn M. Paley.
¿Un deseo para el 2021?
Me gustaría que México apruebe una regulación antes de que lo haga Estados Unidos a nivel federal. Para México es la oportunidad de avanzar y consolidar el mercado interno. La ley prevé la prohibición de la importación y exportación de cannabis psicoactivo, pero esta restricción se podría levantar en cualquier momento. México debería prepararse para cuando Estados Unidos apruebe la regulación federal y estar listo para abastecer el mercado americano. Ahora cada estado cultiva para autoabastecerse, pero cuando se apruebe a nivel federal, México podría ser el país productor que abastezca ese mercado. Tenemos la capacidad y, de hecho, lo venimos haciendo ilegalmente por décadas. Así podemos avanzar con una justicia social y ojalá hacia algún tipo de paz para el país.