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Fumetas y bolingas

Historia ‘glocal’ del skinheadismo

Fumetas y bolingas. Historia ‘glocal’ del skinheadismo

Familia de skinheads en un coche en los años 80; Janet Askham posando a los 17 años junto a su pandilla en las calles de Huddersfield (West Yorkshire, 1970); y la pareja de pelados Gelnda Peake y Tony Hughes (1969). Fotos: British Culture Archive, Staff/Mirrorpix y Doreen Spooner/Mirrorpix.

Carles Viñas, doctor en Historia contemporánea y lo más parecido a Stuart Hall, Raymond Williams, Richard Hoggart, Lawrence Grossberg y compañía que tenemos por aquí, tras la publicación, hace un par de años, de Skinheads. Historia global de un estilo, vuelve a la carga con Rapados. Una historia de la subcultura skinhead autóctona. Un ensayo que analiza este incomprendido fenómeno de forma sesuda, sin renunciar por ello a ofrecernos una lectura ágil, entretenida y, por momentos, incluso tangencialmente divertida; pionera en un país donde los estudios sobre la cultura juvenil se han limitado a zafios reportajes de “tribus urbanas” en revistas de crónica social o prensa amarilla. Y a él acudimos para interrogarle sobre la ropa, los sonidos, los rituales de resistencia y, por supuesto, las drogas que dopan a las cabezas rapadas.

Pequeño rapado (circa 1980).

Pequeño rapado (circa 1980). 

Belfast, un pegajoso –que no demasiado caluroso– agosto de 1983. Casi doscientos imberbes con la cabeza rapada, camiseta sin mangas para lucir tatuajes, vaqueros “lejiaos” elevados por tirantes a modo de suspensorio testicular y botas altas con nombre de médico alemán, recorren las avenidas de la capital del Úlster a fin de reventar el acto de la Campaña para el Desarme Nuclear que tiene lugar en el ayuntamiento. Entre ellos, la imberbe pandilla de Johnny “Mad Dog” Adair, Donald Hodgen, Sam “Skelly” McCrory, “Fat” Jackie Thompson, James Millar y otros norirlandeses lealistas que tocan en bandas oi! de Rock Against Communism, apoyan al National Front, al British Movement y la Ulster Defence Association, beben sidra y apalean tanto a católicos como a fans de The Specials y The Beat. También le pegan fuerte a la cola, al pegamento de carpintero. Eso hasta el punto de que esta pretendida demostración de fuerza unionista y pronuclear será apodada por los tabloides como la infame “The Glue Sniffers March” (la marcha de los esnifadores de cola), pues las fotos se hacen eco de cómo los desfilantes se amorran sin recato a bolsas de plástico con disolvente. Ver a cachorros nazis drogándose no debería extrañar a nadie, pues, irónicamente, aunque el Tercer Reich criminalizó las drogas mandando a los consumidores a campos de concentración o matándolos, es bien sabido que a la vez suministraba a estudiantes, durante los años 30, una metanfetamina Hergestellt in Deutschland llamada Pervitin; la misma que luego sus soldados bautizarían, durante la guerra, como “el chocolate del tanque”. El propio Führer esnifaba cocaína para tratar su sinusitis y se hacía inyectar Eukodal, un opioide analgésico hoy conocido como oxicodona (el famoso OxiContin de la familia Sackler) que lo transformaba, según su círculo íntimo, en “un apasionado que le gritaba a Mussolini”. ¿Pero, inhalar cola?… ¿Cómo han llegado a pervertirse así los hábitos de las juventudes nórdicas? O quizá primero cabría preguntarse, ¿cómo el skinheadismo, una subcultura nacida de la fascinación de los jóvenes de clase obrera londinense por la música, la estética y las drogas importadas por la diáspora antillana (el early reggae, el estilo rude boy y la marihuana) se ha venido degradando hasta ser reemplazado en el imaginario social por un sucedáneo de rapados racistas, desaliñados y adictos al pegamento?

El fotolibro de culto Skins (1994), de Gavin Watson, documentó el espíritu radical e integrador que animó en sus orígenes la emergente cultura skinhead de los años 70.

El fotolibro de culto Skins (1994), de Gavin Watson, documentó el espíritu radical e integrador que animó en sus orígenes la emergente cultura skinhead de los años 70.

Parte de la culpa puede achacarse a James Moffat, un escritor británico nacido en Canadá que, bajo el seudónimo de Richard Allen, inventó para la New English Library un subgénero del pulp que podríamos tildar de skinheadxploitation fiction. Allen escribió varios centenares de novelas cuyos rudos protagonistas pertenecían a subculturas juveniles surgidas en la Gran Bretaña de finales de los 60 y los 70, como skinheads, suedeheads, hard mods y smoothies. Gran cantidad de ellas narran las correrías ficticias de Joe Hawkins, un joven pelao del East End que se lo pasa pandereta bebiendo, violando y arreando soplamocos a cualquiera “lo suficientemente desafortunado como para interponerse en su camino”; preferentemente hippies, si le dan a elegir. Títulos baratos, hoy de culto, como Skinhead (1971), Suedehead (1971), Boot Boys (1972), Skinhead Escapes (1972), Skinhead Girls (1972), Trouble for Skinhead (1973), Skinhead Farewell (1974), etc., que, a remolque de una atención pública empeñada en criminalizarlos, ayudaron a forjar la reputación de los rapados como, en palabras del sociólogo Stanley Cohen, “folk devils and moral panics”. Oséase, a ser desmesuradamente percibidos como una amenaza para la sociedad. Aunque, en honor a la verdad, las palizas a estudiantes, a quienes acusaban de clase acomodada, así como las la práctica habitual del queer-bashing o fag-bashing –agresiones a homosexuales– y el paki-bashing –violencia contra la comunidad india y pakistaní– por parte de las primeras pandillas de skins de finales de los años 60, tampoco contribuyeron a la buena reputación del estilo.

Fumetas y bolingas. Historia ‘glocal’ del skinheadismo

Joven rapado frente a la imagen de Nicky Crane en la cubierta del disco Strength Thru Oi! (1981). Crane, a quien le borraron los tatuajes nazis para la portada, acabaría por convertirse en un icono neonazi y en modelo de masculinidad para muchos chavales. En 1993, y a punto de morir de sida, confesó su homosexualidad para pasmo e indignación de propios y extraños.

Skinheads bailando el moonstomp en Londres (1980).

Skinheads bailando el moonstomp en Londres (1980).

Viñas analiza el fenómeno de forma exhaustiva y metodología académica, […] pionera en un país donde los estudios sobre la cultura juvenil se han limitado a zafios reportajes sobre “tribus urbanas” en revistas de crónica social o prensa rosa

Con el revivalismo del estilo a finales de los 70, y haciendo gala de su proverbial majeza, parece que Margaret Thatcher manifestó su afán de “crucificar a todos los skinheads”, lo cual dio origen, como respuesta coñona, al símbolo del skinhead crucificado que muchos se tatuaron –a veces en forma de cruz taleguera en la frente o en los dedos–, y que fue diseñado en la tienda londinense de ropa punk y skin Last Resort. Último Resorte, la legendaria banda punk barcelonesa capitaneada por Silvia Resorte, huelga decirlo, sacó su nombre de dicho comercio (y lo hizo antes que The Last Resort, la banda londinense de oi!). Por su parte, corre por internet una foto de Quique Gallart, cantante de Skatalà –el primer skin certificado de nuestro país– luciendo una camiseta con la ilustración del skinhead clavado en la cruz estampada entre sus tirantes. Cuento esto para evidenciar que la historia del estilo y la subcultura pelona fue y sigue siendo, naturalmente, de alcance “glocal”: su dimensión local es inseparable de otra internacional. Por eso Carles Viñas, doctor en Historia contemporánea y máxima autoridad indiscutible –e indiscutida– de la materia en nuestro país, tras la cercana publicación de Skinheads. Historia global de un estilo (‎Bellaterra, 2022), acaba de regresar a la carga con Rapados. Una historia de la subcultura skinhead autóctona, editado en catalán por Manifest y en castellano por Verso. Viñas, quien entre ambos ensayos escribió el incidental Ultras: los radicales del fútbol español (Bellaterra, 2023), analiza el fenómeno de forma exhaustiva y método académico, en la línea de los Cultural Studies de Stuart Hall y compañía, sin renunciar por ello a ofrecernos una lectura ágil, entretenida y, por momentos, hasta divertida; pionera en un país donde los estudios sobre la cultura juvenil se han limitado a zafios reportajes de “tribus urbanas” en revistas de crónica social o prensa amarilla. Y a él acudo para interrogarle sobre la ropa, los sonidos, los rituales de resistencia y, cómo no, las drogas que dopan las cabezas rapadas.

La skinhead es, con toda probabilidad, la subcultura que más espacio ha ocupado en los medios de comunicación. Paradójicamente, al margen de estereotipos erróneos, también es la más desconocida o malinterpretada.

A principios de los años 90 se produce un pico de noticias sobre el estilo skinhead que ocupan portadas de la prensa escrita casi a diario. Pero es precisamente la prensa quien empieza a difundir este estereotipo erróneo que identificaba los skins con el neonazismo y el racismo. Y, evidentemente, esto es totalmente desacertado: los orígenes del estilo son multiétnicos, fruto de una mezcla racial de jóvenes ingleses blancos de clase obrera con jóvenes negros de origen antillano que habían llegado a la Gran Bretaña. De esta fusión nacerá, en la segunda mitad de los años 60, el estilo skin, que acabará de consolidarse a finales de la década. Por lo tanto, estos estereotipos que se difundieron profusamente en los 80 y 90 fueron fruto, en la mayoría de los casos, del desconocimiento que existía sobre el fenómeno, y proyectaron a la sociedad una imagen errónea del movimiento skinhead que, desgraciadamente, todavía perdura.

Carles Viñas, autoridad indiscutible –e indiscutida– en materia skinhead de nuestro país, fotografiado frente al Arc de Triomf de Barcelona en 2017.

Carles Viñas, autoridad indiscutible –e indiscutida– en materia skinhead de nuestro país, fotografiado frente al Arc de Triomf de Barcelona en 2017.

¿Por qué una investigación académica sobre un fenómeno que, al menos en España, a la institución se la ha traído al pairo?

Yo estoy especializado en historia contemporánea, y es un tema que me interesaba y que, como bien dices, aquí nunca se había estudiado desde la academia. Por lo tanto, creí adecuado adentrarme y empezar a investigar para ofrecer unas bases sólidas, con cierto rigor, sobre el estilo skin. A diferencia de, por ejemplo, Gran Bretaña, donde la historiografía anglosajona ha abordado el mundo de la juventud y los estudios subculturales desde los años 60 hasta el día de hoy, en nuestro país hay un vacío importante. Y mi idea era intentar tapar agujeros en este sentido con alguna aportación histórica rigurosa.

Para hacerla has tenido que pisar las calles y los campos de fútbol, apoyarte en la barra de los bares, hablar con rapados de todos los signos, ir a conciertos y empaparte de fanzines. Es decir, levantar el culo del pupitre. 

“La ganja, la marihuana de los jamaicanos, y las anfetaminas de los mods fueron las dos primeras drogas fundacionales del estilo durante su eclosión a finales de los años 60”

La idea era rehuir un poco la metodología tradicional del mundo académico, que acostumbra a hacerse través de la investigación bibliográfica y encerrado en un despacho. Entendía que no era adecuado y que, seguramente, reproduciría esos mismos estereotipos erróneos. Por lo tanto, primero es una investigación multidisciplinaria donde, por ejemplo, adopto el trabajo de campo de la antropología, así como técnicas de la sociología y la politología. La idea era hacer una historia desde bajo, donde los propios protagonistas pudiesen hablar, por eso he entrevistado a un centenar de integrantes del estilo, he estado in situ en varios conciertos, reuniones, campos de fútbol, bares, etc., porque no quería proyectar una visión equivocada y distorsionada, sino que los protagonistas hablaran, que fueran parte protagonista. Creo que la historia narrada desde abajo es importante, y por eso decidí hacer esta investigación en varios ámbitos. También a partir de sus propias publicaciones, los fanzines, y escuchando mucha música de todos los estilos que gustan al movimiento. Entiendo que es la única manera de poder hacer una radiografía tan fidedigna como sea posible de este fenómeno.

¿Cuáles eran las drogas de los skinheads originales?

Inicialmente fueron la mezcla de las dos referencias que tenían: por un lado la ganja, la marihuana de los jamaicanos; y, por el otro, las anfetaminas de los mods. Esas fueron las dos primeras drogas fundacionales del estilo durante su eclosión a finales de los años 60. Habitualmente se consumían en sitios de ocio juvenil: en clubes nocturnos con conciertos y salas de baile, donde los jóvenes negros de origen jamaicano y los jóvenes ingleses de clase obrera se encontraban. Allí compartían experiencias y, entre otras cosas, estupefacientes. Además de las drogas ilegales o prohibidas, también tiene una incidencia relevante entre los skinheads el consumo de alcohol. Concretamente, la ingesta de cerveza es uno de los productos más habituales en el ocio de los skins, y otra herencia de sus raíces británicas, de su extracción social de clase obrera baja. Un hecho que ya se remonta a la Revolución industrial, iniciada en Gran Bretaña en el siglo XVIII, y en que, tras jornadas laborales extensas, los obreros consumían una bebida ligera y económica (sobre todo a partir de la mejora de los sistemas de producción que abarataron los costes) como era la cerveza.

Skinhead girls.

Skinhead girls.

Banda multirracial fotografiada en 1980 en el oeste de Londres.

Banda multirracial fotografiada en 1980 en el oeste de Londres.

Fanzines, canciones y prensa sensacionalista de la época retratan también, durante la segunda ola, un gusto por la inhalación de cola.

Sí, esto viene a colación del revivalismo del estilo skin a finales de los 70, coincidiendo con la eclosión del punk, y es aquí donde esta generación del no future, del ‘todo está perdido’, con la crisis del 73 subiendo sus efectos, cae en el consumo de otras drogas, en este caso de la cola. En esa época muchos skins que llegan al estilo a través del punk, quienes también son asiduos consumidores de cola. Y esto, como bien dices, se evidencia incluso en títulos de fanzines como Sniffin’ Glue o de canciones de grupos del momento. 

La cultura skinhead llegó algo tarde a nuestro país, pero con mucha fuerza. ¿De qué manera irrumpe y se difunde el estilo en España a inicios de los años 80?

Aquí la dictadura tiene una importancia capital. Durante cuatro décadas el Estado español estuvo sometido a un aislamiento importante, y esto hizo que ciertas influencias no llegaran hasta más adelante. Así como en otros países del entorno, desde el centro de la subcultura, Inglaterra y Londres en este caso, el estilo se irradia casi desde el primer momento, aquí tarda por el efecto distorsionador que provoca el franquismo. Cuando el control comienza a relajarse, a finales de los 60 e inicios de los 70, gracias a la presión post-68, empiezan a aparecer las primeras influencias, y ya durante la transición es cuando las subculturas irrumpen con más fuerza. Se produce el estallido de una generación de jóvenes que quieren alejarse de la ultrapolitización precedente del antifranquismo, y la lectura es: estamos en una nueva etapa de libertad y, por lo tanto, lo que toca ahora es disfrutar del ocio. Por eso empiezan a aparecer los skins y otros fenómenos culturales como por ejemplo la movida madrileña.

Los barceloneses Decibelios fueron el primer grupo oi! y la primera banda skin referencial de aquí.

Los barceloneses Decibelios fueron el primer grupo oi! y la primera banda skin referencial de aquí.

¿Qué singularidades adopta aquí el movimiento? ¿Cómo encaja esta subcultura en nuestra cultura parental?

La singularidad o la diferencia más importante respecto a otras plasmaciones o concreciones del estilo en toda Europa es que aquí reproduce el contexto sociopolítico existente. Cualquier concreción juvenil o postadolescente, del tránsito de la adolescencia a la edad adulta, como es el caso que nos ocupa, se ve afectada por el entorno, que tiene una incidencia importante. Aquí ese entorno, más allá del tradicional eje izquierda-derecha, era el de las reivindicaciones soberanistas, los nacionalismos periféricos enfrentados al nacionalismo centralista español, etc., y todo esto tiene un reflejo en la plasmación del contexto skin donde se reproduce, en menor escala, el contexto político. La característica diferencial más importante es esta politización que no encontramos en otros países. 

Portada del disco Paletas y bolingas. Lo mejor de Decibelios (1994).

Portada del disco Paletas y bolingas. Lo mejor de Decibelios (1994).

¿Y cuáles son las drogas de los primeros rapados aborígenes?

Básicamente, anfetaminas de todo tipo, que en la España de entonces se conseguían con facilidad en las farmacias mediante recetas falsas, hasta que se puso coto a ello. Y también el costo, el típico canuto o porro de los grifotas de toda la vida. Son las dos drogas principales en relación a este estilo en esos años; estamos hablando de los comprendidos entre el 79 y el 82, a finales de la transición política.

¿Alguna diferencia en relación al consumo con los boneheads nazis? 

Sí, bueno… Se dio sobretodo, creo, más en la extrema derecha, en un intento de erigirse como los garantes de una raza pura, aria, sin consumo de drogas… Pero esto es el discurso y en la práctica es otra cosa, porque algunos de estos cabecillas fueron luego detenidos por tráfico de drogas. Por tanto, es bastante sintomático de cómo funciona el estilo en el sector de cabezas rapadas neonazis y la gente que se adhiere al mismo.

¿Qué hizo que Barcelona, como apuntas en tu libro, se convirtiera en el epicentro del movimiento?

“Las bandas latinas ocuparon el vacío dejado por los skins”

Básicamente, su proximidad con Francia. Las primeras influencias llegaban del norte y la gran urbe del momento era Barcelona. Ya a finales de los 60 y durante los 70 la contracultura llegó y se desarrolló aquí, y el hecho de ser una ciudad con puerto también ayudó. Y después, a inicios de los 80, empezaron a llegar rapados o skins franceses. Es un cúmulo de circunstancias, pero sobre todo yo lo vincularía al ámbito geográfico. 

¿Cuáles fueron los elementos más destacados de la cultura skin que permitieron su difusión y desarrollo?

Creo que su carácter transgresor es lo que más seduce o fascina a un determinado sector de jóvenes que lo acaban adoptando o abrazando. Este carácter rompedor, incluso rupturista, respecto a la cultura parental. La voluntad de marcar una identidad diferenciada cuando eres joven… Todo esto influye en el hecho de que un segmento importante de la juventud, en los 80 e inicios de los 90, adopte, más o menos, en ciertas dimensiones, el estilo skin y todo lo que supone. 

François “Roudoudou”, un skin parisino, y Quique Gallart, de Skatalà, el primer skinhead certificado del Estado.

François “Roudoudou”, un skin parisino, y Quique Gallart, de Skatalà, el primer skinhead certificado del Estado.

Un joven Jordi Llansamà (actual capo del sello BCore Disc) convertido en skinhead tras un concierto de Decibelios.

Un joven Jordi Llansamà (actual capo del sello BCore Disc) convertido en skinhead tras un concierto de Decibelios.

¿Qué importancia tiene la música para esta subcultura? 

“La coca es hoy una de las drogas más habituales de los skinheads, junto con el speed y otros sucedáneos”

Es capital. La música es uno de los elementos más relevantes, junto con la estética y aquí también la política: son los tres pilares que sustentan el estilo. La música es muy importante porque permite crear una identidad al margen. No es sólo una identidad en el ámbito estético o de comportamiento, de actitud, sino que se construye además en el ámbito musical: la adopción de referentes que en este caso llegan tardíamente: empiezan por el punk, la música oi!, y después los sonidos jamaicanos originarios de los años 60, al estilo primigenio de la Gran Bretaña, serán los que acabarán de concretar esta identidad diferenciada respecto a sus progenitores.

A mediados los años 80, muchos skinheads y aledaños, como casuals y hools, cambiaron el pub y las gradas de fútbol por la pista de baile, y con ello el alcohol, los porros y la cola por el éxtasis.

Sí, el declive del rivival skinhead coincide con la erupción de la escena acid-house, y una nueva generación incide en ello desde el mundo del casualismo en las gradas. Esto se entiende porque el fútbol es inherente al estilo skinhead. Es también cuando aparece aquí, en España, esta variante híbrida que recoge algunos de los rasgos estéticos del estilo skin, vinculados a la escena de la música makina, la ruta del bacalao, etc. Y nace este sucedáneo, los “pelaos makineros”, que yo no abordo con profusión en el libro porque es un tema que me parece tangencial, porque, al margen de ciertos rasgos estéticos, creo que es otra cosa. Otro fenómeno que tampoco ha sido muy abordado desde la academia ni las ciencias. 

Skinhead esnifando cola a mediados de 1980 y dos skins posando en la misma época.

Skinhead esnifando cola a mediados de 1980 y dos skins posando en la misma época.

Muchos de los viejos skinheads lo siguen siendo, y gente jovencísima ha adoptado el estilo. Las pinchadas de early reggae, rocksteady, two tone, etc., proliferan. En cambio, hace tiempo que no cambio de acera al cruzarme con una pandilla de boneheads nazis… ¿Se han ido estos últimos al Congreso? 

Tras vivir en España su momento álgido a inicios de los años 90, los episodios de violencia protagonizados por las bandas de cabezas rapadas neonazis atrajeron el foco mediático, comportando también una mayor presión social, institucional y policial. Fue entonces cuando se difundió y extendió el estereotipo mediático que asociaba, erróneamente, skins con nazismo y racismo. Todo ello comportó un declive de este, y también su sustitución por unos nuevos folk devils (demonios populares) como fueron las bandas latinas, que ocuparon el vacío dejado por los skins. El estilo, por lo tanto, pervive con unas dimensiones mucho más reducidas y, sobre todo, gracias a aquellos que se mantienen fieles a los orígenes, porque los ultraderechistas (por motivos varios) han ido abandonando el look precedente. La comprensión, poco a poco, va mejorando, pero desgraciadamente todavía persisten en el imaginario popular los tópicos mencionados.

¿Y qué drogas consumen los rapados de hoy?

Junto con este proceso de volver a los orígenes, sobretodo desde el ámbito musical, se ha retomado, por un lado, el consumo de marihuana, indisociable del estilo skin y la escena musical jamaicana, el reggae y sus antecedentes. Y por otro, como es un estilo que, evidentemente, discurre en paralelo a la evolución de una sociedad en la cual el consumo de cocaína ha experimentado un gran auge, pues también la coca es hoy una de las drogas más habituales de los skinheads, junto con el speed y otros sucedáneos.

GENEALOGÍA DEL ESTILO

Skinheads. Historia global de un estilo (2022)

Skinheads. Historia global de un estilo (2022)

La incidencia de la criminalidad en la música jamaicana: Rude Boy sound

A inicios de los años sesenta los rude boys se sintieron atraídos tanto por la música ska como por las perspectivas de prosperidad, fama y dinero que atisbaban. Muchos decidieron crear sus propios grupos o probar fortuna como solistas. Algunos, como Eric Monty Morris, Jimmy Cliff, Bob Marley o Desmond Dekker ya contaban con alguna experiencia, tras haber cantado gospel en corales bautistas. Este último intérprete fue uno de los mayores exponentes del estilo rude boy en su vertiente musical, junto con The Wailers. Como residentes en Trench Town el trío formado por Marley, Tosh y Livingston era percibido por muchos jóvenes como los portavoces del gueto, gracias a canciones como «One Love» o la desafiante «I’m Gonna Put It On», dos temas que retaban a las autoridades y se convirtieron en himnos en los bailes del oeste de Kingston dominados por los rudes. En sus inicios, The Wailers lucieron una imagen ruda empleando en sus canciones el patois. La letra del primer sencillo del conjunto integrado por Marley, «Simmer Down», producido en 1963, pedía a los rudes que controlasen su carácter y acabasen con los enfrentamientos entre bandas y los desórdenes. Este disco, junto con lanzamientos posteriores como «Rude Boy» y «Jail House», otorgaron a los rude boys cierta notoriedad. Significativamente, el mismo 1963 Duke Reid produjo el tema instrumental «Rude Boy». Los músicos, así, criticaban o alababan la figura del rudie reproducida como un héroe o delincuente. Este era descrito en las canciones como un individuo que se pasaba el día fumando marihuana, bebiendo ron, apostando y jugando al dominó, el juego de mesa más popular del país.

El consumo de marihuana o ganja (cannabis sativa) no se circunscribía únicamente a los círculos rudes o rastafaris. Llamada kan en lengua amárica, el cáñamo índico fue llevado por los españoles al Caribe en 1545. Posteriormente, los británicos subvencionaron su cultivo para utilizar su fibra para confeccionar cuerdas. No fue hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando, de la mano de los obreros indios que llegaban a Jamaica para trabajar en las plantaciones, su consumo se generalizó entre la población. Considerada como la «hierba del saber», la kaya, como se llamaba popularmente, se empleó en remedios curativos por parte de los habitantes de las zonas rurales de Jamaica, que también la usaban en su ocio cotidiano. Los líderes rastas o nyahmen (palabra que emplearon los rastas a partir de 1934 para referirse a ellos mismos) incentivaron su consumo en spliffs (cigarrillos liados a mano) o chillums (pipas de agua), como parte del rito religioso argumentando que favorecía la contemplación y la meditación al crecer cerca de la tumba del rey Salomón y aparecer citada en diversos pasajes bíblicos, hecho que le otorgaba propiedades sacramentales. A partir de 1938 su uso, posesión y cultivo empezó a ser perseguido por el gobierno del país mediante leyes como la Dangerous Drug Act, que de paso permitieron asediar la comunidad rasta con detenciones continuas en sus campamentos (como las llevadas a cabo en 1954 por la policía en la comunidad de Pinnacle que acabó con este asentamiento y comportó la reclusión de su líder Leonard Howell en el Bellevue Hospital para enfermos mentales y la dispersión de los rastas que formaron nuevos emplazamientos en Rockforth, las montañas Wareika y en suburbios de la capital como Back-A-Wall, Slip Dock Road y Salt Lane).

El poso de radicalidad: los hard mods

Peter Tosh en la portada del álbum The Wailing Wailers (1965). Su imagen, encarnación de la estética rude boy, inspiró la mascota-logotipo del sello 2-Tone Records, llamada Walt Jabsco, diseñada en 1979 durante el primer revival skinhead.

Peter Tosh en la portada del álbum The Wailing Wailers (1965). Su imagen, encarnación de la estética rude boy, inspiró la mascota-logotipo del sello 2-Tone Records, llamada Walt Jabsco, diseñada en 1979 durante el primer revival skinhead.

En 1962 el estilo mod se encontraba plenamente consolidado, a pesar de ser aún minoritario. Fue entonces cuando los medios de comunicación publicaron los primeros reportajes sobre los mods. Los jóvenes que aparecieron en estas crónicas eran estudiantes de escuelas de arte que se reunían en los pubs y clubes de jazz y R&B de la capital y en cafés del Soho (West End), como el Two I’s. […]

El referente estilístico inicial más importante de estos mods fue la moda Ivy League, llamada así porque cuajó principalmente entre ejecutivos de Wall Street que en los años cincuenta habían estudiado en determinadas universidades de Estados Unidos. Esta se implantó en zonas del West London como Acton, Chiswick y Harrow. Posteriormente, los mods también adoptaron diversos elementos de la imagen rude boy, como los tirantes, los calcetines blancos, el sombrero pork pie o la chaqueta crombie (de uso popular en la periferia londinense). Rebeldes por antonomasia, los mods manifestaron una postura contestataria enfrentada a las directrices paternales y los valores tradicionales […].

Los jóvenes percibían la sociedad como inmobilista y monótona, una colectividad donde no tenían cabida. En este marco, configuraron un segmento de la población enfrentado con el estancamiento de la cultura oficial, y abocado a la innovación y la originalidad. El individualismo, la elegancia y las ganas de destacar fueron el eje vertebrador del estilo.

[…]

Para estos jóvenes el trabajo quedaba en segundo plano y únicamente se entendía como un medio para conseguir lo que verdaderamente les interesaba. Su actividad se centraba en mantener un aspecto pulcro, gozar de sus aficiones y prolongar lo máximo posible el tiempo de ocio. Los clubes y las salas de baile fueron los espacios donde estos jóvenes se desinhibieron y confraternizaron con la comunidad jamaicana inmigrada. El consumo de pastillas facilitó esta interacción: no solo remediaban la ansiedad, también provocaban euforia, acelerando el batido del corazón y dilatando las pupilas. 

[…]

La música ska cuajó entre la generación mod que huía del rock & roll y se entusiasmó con ritmos negros como el soul, el blues o incluso el jazz. Como indica Hebdige, los mods fueron los primeros jóvenes que se inspiraron en el estilo west indian o indooccidental.

[…]

Los fines de semana se convirtieron en el eje de la vida modernist, así como los días en los que se realizaban los encuentros, salidas, conciertos y all niters. En ellas las drogas fueron capitales para extender estados de euforia permanente entre los jóvenes:

Gracias a su química, el mod fue mágicamente omnipotente, su dinámica y sus movimientos se magnificaron, las posibilidades de acción se multiplican [...] las anfetaminas hacen la vida tolerable, bloquean los canales sensoriales y hacen posible la acción, el riesgo y la excitación.

Durante el bienio 1967-1968 se extendió la tendencia new romantic, adoptada por conjuntos como The Kinks, que evidenció la transformación estética del estilo mod. Este se vio reducido en minorías aisladas automarginadas, como los Stilists (también conocidos como Individualists), y a bandas que progresivamente se radicalizaron priorizando los valores de clase obrera formadas por los llamados hard mods (mods duros). El contrapunto a estos últimos fueron los trendy mods (mods suaves), influenciados por el underground y el movimiento contracultural. La aparición de ambas tendencias evidenció el fraccionamiento definitivo del estilo. Mientras los trendy mods evolucionaron hacia el acid rock y la psicodelia, el sector duro retornó a los valores tradicionales de extracción obrera. Esto explica por qué los hard mods (o gang mods como también se les conocía) extremaron los rasgos de su estética en un intento por preservar lo que consideraban como la esencia original del estilo. […]

Pero los hard mods no solo radicalizaron su apariencia externa, sino que también extremaron su comportamiento proclive a la violencia. Encarnaron la actitud de rudeza y defensa del territorio implícita en los valores de la comunidad trabajadora blanca británica.

«Espíritu del 69», la eclosión skinhead

Las primeras bandas británicas de skins de las que se tiene constancia se remontan a 1967. Tres años antes, en ciudades como Margate o Brighton habían aparecido chicos que lucían el pelo rapado, botas y tirantes. Con el precedente directo de los hard mods, los skinheads fueron la última etapa evolutiva del movimiento mod. Fueron la radicalización más extrema de su vertiente más dura.

[…]

El año 1969 fue el de la génesis skin, comúnmente aceptada por estudiosos y seguidores a pesar de la existencia de grupos pioneros anteriores. […] 

El resultado fue una mezcla de los estilos hard mod y rude boy. Los primeros aportaron un fuerte componente de territorialidad, de defensa de los espacios tradicionales (barrios, calles y esquinas o street corners), además de la dureza y el machismo tradicionales de la comunidad trabajadora. Por su parte, los indooccidentales dotaron al estilo de un aura de peligrosidad y criminalidad, propia del delincuente encarnado por el chico rudo. Otras contribuciones de estos últimos fueron la adopción de la música jamaicana, elementos de argot vulgar callejero; determinados hábitos, como el llamado jiveass (forma de caminar amenazadora habitual de los rude boys) y algunas prendas de vestuario.

[…]

Los skinheads manifestaban, según Hebdige, la «recuperación mágica» del sentido de comunidad obrera. No solo lo consiguieron congregándose en las gradas de los estadios de fútbol, entonces exclusivamente blancas, sino confraternizando con los antillanos en los clubes jóvenes y en las esquinas, copiando sus gestos, adoptando sus insultos y bailando su música.

[…]

Las primeras bandas skins las integraron jóvenes que residían en la misma calle o barrio, aunque también había otras formadas por los habituales de algún bar o café. Fueron visibles en distritos de la capital como el popular East End, la llamada «casa espiritual de los skinheads». […] el estilo skinhead fue adoptado también por jóvenes de la comunidad indooccidental entre 1967 y 1971, un hecho que favoreció la existencia de bandas skins multirraciales. No obstante, en las barriadas cockneys no fue habitual que los jóvenes pakistaníes o negros formasen parte de ellas. […] Como describe un ex skin: «Estar en una pandilla skinhead consistía en beber cerveza, cachondearnos de todo y de todos y aburrir a nuestras novias con viejas historietas de peleas que ocurrieron hace años y con peleas que nunca ocurrieron del todo». 

[…]

Otra de sus distracciones predilectas, insertada de lleno en la tradición ritual del aggro (práctica de actos violentos), consistía en mofarse e, incluso, agredir a los hippies, en razzias que llevaban a cabo en zonas de la capital como Picadilly Circus. Los hairies o long hair boys (chicos de pelo largo), como llamaban los skins a los hippies, fueron menospreciados por los valores que representaban: los skins les atribuyeron una supuesta extracción social acomodada y les echaron en cara que consumiesen drogas.

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La emergencia del punk en Euskadi: el Rock Radical Vasco

La devaluación del movimiento artístico madrileño coincidió con el advenimiento de otras realidades periféricas como las concreciones del punk-hardcore barcelonés y el denominado Rock Radical Vasco (RRV). Este último, de música combativa, que arraigó en grandes ciudades y, sobre todo, en la periferia industrial urbana, favoreció la extensión del punk.

La coyuntura social de Euskadi durante la primera mitad de los años ochenta fue capital para comprender la rápida difusión del fenómeno. Las citadas reconversiones en sectores como la construcción naval o las industrias textil y siderometalúrgica precipitaron a miles de trabajadores vascos al paro. Según datos del Euskal Estatistika Erakundea (EUSTAT), el Instituto Vasco de Estadística, en 1985 el 57,1 % de la población activa vizcaína de entre 16 y 24 años estaba desempleada. Este contexto incidió en la falta de certezas de futuro y su desconfianza hacia los gobernantes y la clase política general. La pérdida de poder adquisitivo derivada del paro agravó la crisis económica desatada la década anterior con el aumento del precio del petróleo. Todo ello comportó un incremento de la marginalidad en áreas industriales con altas tasas demográficas de la llamada margen izquierda del Gran Bilbao (integrada por localidades como Barakaldo, Sestao, Santurtzi y Portugalete) que potenció el consumo de drogas de alta mortalidad como la heroína.

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Kortatu, una de las principales bandas del llamado Rock Radical Vasco, pioneros del ska en nuestro país y referente  skinhead en los años 80.

Kortatu, una de las principales bandas del llamado Rock Radical Vasco, pioneros del ska en nuestro país y referente skinhead en los años 80.

La periodista Elena López Aguirre lo ha descrito en estos términos:

Fue una generación de actitudes herméticas, de la arrogancia y el lapo, del jaco a mansalva, del Oi oi oi!, de los controles policiales, de la ampliación de horarios de los locales nocturnos, de la reconversión, de las luchas de Euskalduna, de la invasión masiva de hachís, costo, chocolate, porros, canutos, petas [...]. Luego llegó la coca, y más tarde volvió la heroína de improviso. Cada semana había un par de iniciales de jóvenes muertos por sobredosis.

En este contexto, el RRV fue una etiqueta que, a largo plazo, acabó perjudicando a los conjuntos musicales por sus vinculaciones con el autodenominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV).

Ultras: los radicales del fútbol español (2023)

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Skinheads en las gradas, el caso de Barcelona: Boixos vs. Brigadas

A pesar de que una de sus máximas es la discreción, para no levantar sospechas ante las fuerzas del orden ni los seguidores rivales, muchos de ellos cuelgan en los estadios pancartas que les identifican como tales, algo que resultaría inverosímil en Gran Bretaña. Algunos incluso lucen en su ropa distintivos e inscripciones bordadas que les delatan como casuals.

La versión patria del fenómeno ha adoptado, por tanto, unas características autóctonas que les convierten en un caso único dentro del panorama casual europeo, aunque ello comporte ciertas contradicciones e incoherencias, como hemos observado, con el espíritu casual inglés original. Dentro de las particularidades que presenta el fenómeno casual en España, nos parece importante apuntar un aspecto a nuestro entender interesante, que difiere de la opinión aparecida en el informe realizado por Linares, De Antón y Frigola, donde se tipifica como casual a aquel radical «que no bebe, que no se droga, lleva ropa moderna y costosa, y que intenta de esa manera romper con los esquemas, evitando así su localización en la entrada de los estadios o en la calle». De resultas de nuestro trabajo, hemos podido constatar cómo dicha afirmación es incierta, pues son muchos los miembros de estos colectivos que ingieren grandes cantidades de alcohol, y a la vez con asiduidad consumen todo tipo de substancias estupefacientes, mayoritariamente cocaína.

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Grupo de casuals, subcultura de grada surgida en Inglaterra cuando los hinchas abandonaron la estética skinhead,  substituyéndola por prendas deportivas de marca compradas en el continente durante los partidos internacionales.

Grupo de casuals, subcultura de grada surgida en Inglaterra cuando los hinchas abandonaron la estética skinhead, substituyéndola por prendas deportivas de marca compradas en el continente durante los partidos internacionales.

Creemos necesario poner en tela de juicio ciertas medidas puestas en práctica en España, cuyos resultados pueden agravar otro tipo de conductas o inducir a nuevos hábitos que puedan comportar actitudes violentas. A nuestro entender, entre las medidas que se deberían poner en entredicho y revisar estarían las que atañen al control del consumo de alcohol en los estadios. Tras diversos estudios realizados por expertos internacionales, se pone francamente en duda la relación directa entre la ingesta de alcohol y las posteriores muestras de agresividad. De su teórica prohibición se deriva el uso de otro tipo de sustancias estimulantes, como las drogas de diseño o la cocaína que, desde el veto que pesa sobre la venta de bebidas alcohólicas en los recintos deportivos, se han implantado masivamente en los distintos estadios europeos. 

En Gran Bretaña, por ejemplo, se ha apreciado un incremento en el uso de cocaína y de MDMA (éxtasis) en los fondos ocupados por las bandas hools. Las restricciones sobre la venta de alcohol han propiciado un proceso de substitución del mismo por una amplia variedad de drogas. John Williams ha constatado cómo las consecuencias directas de las potenciales penas derivadas de la posesión de alcohol en los estadios británicos han hecho crecer el uso del cannabis en los mismos.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #325

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