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Funtastic Drácula Carnival

La historia de la mayor fiesta de tu sistema solar

Toda buena peli de los sesenta o setenta tiene alguna escena en algún club o fiesta: gogós, animales salvajes, cócteles en la piscina, números locos, shows de burlesque, bandas tocando ataviadas con americana de tartán y sombrero fez, proyecciones de pelis antiguas y decoraciones molonas. Aquí, encima, hay disfraces y ‘funtasía’ a raudales para mayor desinhibición y absoluta entrega a la francachela.

Plaza de Arapiles, Madrid, 1972

Un hombre bajito, calvo y con bigote (no un bigote cualquiera, ese bigote tan español, tan franquista, de señor que está detrás de un mostrador) se mete en una cabina telefónica recién instalada para hacer una llamada. El teléfono no funciona, la puerta se cierra de golpe y el hombre no puede abrirla. Varios transeúntes, cada vez más y más, se agolpan frente a la cabina e intentan ayudarlo sin éxito. Tan claustrofóbico y pesadillesco lance irá a peor cuando vuelvan los operarios y carguen la cabina –con señor y todo– en un camión con destino a un depósito lleno de señores encerrados en cabinas… Como diría ese mismo hombre: “¡Qué disparate!”

Escuela de Artes y Oficios, Oviedo, 1985

Ha llovido lo suyo desde el encierro kafkiano de José Luis López Vázquez en La cabina. Se cumplen ya diez años de la muerte del dictador, gobierna el PSOE de Felipe González y ahora los señores bajitos y calvos, con o sin bigote, campan libres fuera de los locutorios telefónicos. Incluso ha llegado a la península, procedente del extranjero, un fenómeno que lo ha puesto todo patas arriba: el punk. En estos días de libertad sin ira, tejerazos y restauración borbónica se conocen Fela y Paloma, dos estudiantes de arte que adoptarán el apellido Borbone para engendrar una dinastía de bandas que erigirán su reino en el subsuelo musical: los Hipo-Huracanados, Royal Canin, Ulan Bator Trío o Los Bor-bones, formaciones todas ellas con el lazo común del más estricto DiY (el “Rocanrol Por el Puto Morro”, le llaman ellos). Se fabrican en casa sus propios instrumentos a base de garrafas, palos, cubos de pintura, juguetes y otros cachivaches de la basura, a los que añaden pastillas rupestres hechas con alambres alrededor de imanes y megáfonos. Y todo para ejecutar una música desquiciante, con hilarantes letras trufadas de referencias escatológicas, borbónicamente mongoloides y demoníacas, en su versión más cruda y directa. Para más inri, salen al escenario vestidos como personajes de tebeo, con troglodíticas camisas de piel de leopardo y cascos de Mazinger Z. El recientemente fenecido presentador de telediarios José María Carrascal dirá de ellos, tras la crónica de uno de sus conciertos: “¡Hay que ver qué juventud!”.

Funtastic Drácula Carnival

Varo y Paloma, los padres de la criatura.

Gijón, verano de 1989

Varo, Félix y Jorge, tres flequilludos amigos, están encerrados –voluntariamente– en un local de ensayo. Son tres chiflados por la música de los 60, lo cual los lleva a crear un sonido hecho a medida pero cosido con retales de estilos diferentes aunque complementarios: rock and roll, soul, garaje, rhythm & blues, pop, surf, beat y punk. Después de autoeditarse algunos EPs, aportar temas a fanzines y sacar un primer largo, cuyos surcos suenan demasiado civilizados para su gusto, graban el segundo en mono y producido por Bruce Brand, batería de los Thee Headcoats, el grupo del mostachudo Billy Childish, poseedor de un bigote muy diferente al del infausto señor atrapado en la cabina. El disco logra suficiente repercusión como para que el trío asturiano recorra el mundo libre, ofreciendo un porrón de conciertos que acaban en auténticas chaladuras: los miembros del grupo en pelota picada, tocando encima de la barra o disfrazados de romanos, de colegialas, de monjas, de tunos... El nombre del grupo, por cierto, es Doctor Explosión, y su segunda rodaja de vinilo El loco mundo de los jóvenes

Calle Roteros, nº1, Valencia, 1999

Paloma Borbone, la bajista del grupo que inspiró aquel “¡Hay que ver qué juventud!”, abre la persiana de Confecciones Drácula, una tienda que durante más de una década llevará por lema “Al servicio de la juventud desde 1999”. Y de lo que la juventud puede servirse allí –mientras una melodía de Los Granadians suena de fondo– va de una chaqueta Monkey a iconos de la lucha libre, gafas de sol, artículos bizarros, una camiseta de Los Bingueros o las Barbarys, Barbies tuneadas y convertidas en heroínas del hiperespacio, modelos de pin-up de los 50 o señoritas cargadas de bondage. Varo Coalla, el batería que grabó El loco mundo de los jóvenes, pasará por allí un par de años después, nacerá un idilio natural y –como López Vázquez– quedará atrapado en el Castillo de Bran de la terreta.

Camber Sands, Reino Unido, 2000

El Wild Weekend es un festival de estética y sonido netamente sixties que, tras una problemática primera edición en Londres, ha buscado refugio en la costa sur de Inglaterra. Son solo las tres de la mañana, pero en la isla lluviosa los garitos cierran pronto y el ebrio contubernio formado por un grupo de holandeses y españoles (entre los que se encuentra Paloma, la sierva de la juventud, que ha ido para tocar con Los Bor-bones) se encierran en uno de los apartamentos del festi (el que ocupan los asturianos Ass Draggers), tiran las llaves y la lian parda. Se rompen algunas cosas. Al día siguiente mandarán al grupo anfitrión castigado de vuelta a su país, y Paloma, bajo la musa de los efluvios, demanda que el festival se celebre en España, que allí estas cosas no pasan. Dicho y hecho. Josh Collins y Babz (los organizadores e inventores del concepto “fiesta definitiva”) secundan la peregrina idea, se asocian con Confecciones Drácula y ponen rumbo a Benidorm. Tras tres gloriosas ediciones, los socios ingleses huyen a Australia y Varo y Paloma, la pareja amante de los disfraces, los cómics, el DiY y los sonidos retro de mirada puesta en el futuro deciden patentar una nueva fórmula, con más punk y música negra: el Funtastic Drácula Carnival.

Funtastic Drácula Carnival

Un tipo disfrazado de mesa de tarot, la sensación carnestolenda de la pasada edición. Abajo, los marcianos timburtonianos al ataque. A la derecha, Jackie Brutsche, la carismática frontwoman de The Jackets.

Donde sea que estéis leyendo esto, enero de 2024

Y os preguntaréis: ¿Qué narices pinta aquí José Luís López Vázquez en su papel de hombre atrapado en La cabina de Antonio Mercero? Pues no tanto como para enfatizarlo así en la cronología arriba inventariada, ciertamente. Pero es que este bajito aunque monumental actor pasó de tildar a un Camilo Sesto preuniversitario de “¡chupagomas, melenudo, alto, ye-yé!” a ser “un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo” de la juventud desde el momento en que, durante la edición de 2014, su legado escaló al Top 3 de la memorabilia carnavalesca del Funtastic. “¿Los disfraces más locos que recordamos?”, repiten mi pregunta Paloma y Varo. Y tras una breve búsqueda en los cajones de la memoria responden unánimemente: “Hubo uno muy bueno, un tipo disfrazado de skyline de Benidorm. También otros que iban de english breakfast: uno de beicon, otra de salchicha, de tostada… todo un clásico del Funtastic, irte a comer uno de esos al salir. Y luego, quizá el más mítico, el de López Vázquez en La cabina. Ese menda se lo curró mogollón. Se plantó con cabina y todo en el escenario mientras tocaba un grupo; y es que el tipo además era igual, con el bigote, un descojone. Quedó como una performance improvisada muy guay.”

Funtastic Drácula Carnival

Ian Svenonius (al frente de The Make Up) caminando sobre el respetable como Jesucristo sobre las aguas.

Paloma y Varo, Varo y Paloma, es el ser mutante y bicéfalo que anfitriona este guateque de tres días y medio –luego ya cada uno estira lo que quiera– que un gran amigo me definió, antes de ir yo por primera vez y a modo de advertencia, como “la Champions League del crapulismo”. Toda buena peli de los sesenta o setenta tiene alguna escena en algún club o fiesta con gogós, animales salvajes, piscina, números locos, shows de burlesque, bandas tocando ataviadas con americana de tartán y sombrero fez, proyecciones de pelis antiguas y decoraciones molonas. Aquí, además, hay disfraces, a poder ser inspirados por la iconografía del terror clásico, la ciencia-ficción chusca, la serie B, la fan culture, los zombies y las pin-ups, aunque todo vale. En la última edición, la sensación fue un tipo que paseaba por ahí de mesa de tarot (la cabeza saliendo del centro de una mesa camilla y metida en la bola de cristal). El gusto por la “funtasía” y la mascarada de los que fueran tenderos de Confecciones Drácula forma parte del origen conceptual de esta fiesta. “Pensamos en un nombre que todo el mundo pudiera entender y se asociara a diversión y fanatismo musical; y a la vez tratábamos de promocionar un poco la tienda: ‘Funtastic Drácula…’ Faltaba algo y no queríamos que ese algo fuera el término ‘festival’, porque a nosotros el concepto de festival nos interesa cero. Lo que se supone que es un festival es una mierda. Los festivales de entonces ya empezaban a ser asquerosos, pero ahora ya es que son vomitivos. Nos encanta ser un carnival y no un festival. Esa idea de que después de la cuaresma, ala, a vestirte de otra cosa, a tener otra personalidad… A nosotros lo que nos interesa es que la gente entre allí, se olvide de todo, se divierta y chin-pun. Luego el lunes Dios dirá”.

Funtastic Drácula Carnival

“Ese vicio delicioso”, Kid Congo & The Pink Monkey Birds.

Funtastic Drácula Carnival

Los “xicotets” del maíz.

Las respectivas cabezas de Varo-Paloma cascan a la vez, se pisan la una a la otra para que sus voces se superpongan al unísono en un mismo discurso: “El cartel de la primera edición fue muy rompedor en la época.Mezclamos en un mismo cartel a un grupo de punk como los Kids belgas (que venían por primera vez a España), a artistas de rhythm and blues y soul como Nathaniel Mayer o Betty Harris, y grupos de garage como Los Chicos o Wau y los Arrrghs! Esto luego lo han hecho más festivales, pero entonces era muy raro mezclar a negros con punks, cosas de diferentes escenas, y es algo que a nosotros nos ha encantado siempre. También la mezcla de edades. Para nosotros la música y la diversión no tiene edad, ni sexo, ni género, ni nada. Es universal, para que todo el mundo la disfrute. Desde el primer cartel nos interesó muchísimo ese cruce de escenas y personas. Quizá en un principio era más para subcultos: mods, sixties, rockers y tal, pero a día de hoy, en el año 2023, hay absolutamente de todo. La ropa oficial aquí son unas zapatillas, una camiseta y unos vaqueros. Punto. Para estar cómodo y romper las zapatillas, ese es el rollo. Las subculturas fueron geniales en su momento, y lo siguen siendo, porque gracias a esta gente se han preservado discos y historias que de otro modo se hubieran perdido. Pero, macho, el tiempo avanza y no puedes estar ahí todo el día pensando en Paul Weller… O claro que puedes, y nos parece muy bien, pero el Funtastic no va de eso. Todo lo contrario. Vivimos el presente y nos ilusiona el futuro”.

“Cuidamos mucho el line-up. Tienen que ser grupos que nos molen, a poder ser que no hayamos visto nunca. Lo que a nosotros nos gustaría si fuéramos de público, vaya. Puede ser un grupo mítico o una banda joven con algo que decir. No hay término medio: nos van los extremos. Luego todos nos escriben que quieren volver, y hasta montan grupos paralelos para escribirnos diciendo ‘hey, que tengo este grupo nuevo’, tal, para repetir. A todos les pagamos apartamento durante tres días, para que puedan pegarse una fiesta completa. Esto contribuye a que estén súper animados. Y lo mismo los disc-jockeys. Este año eran 30 DJs, con sets de media hora a 40 minutos en los que hay que entrar a degüello. Para que luego entre otro con un estilo que no tenga nada que ver. La gente está todo el rato arriba porque no les da tiempo a aburrirse, ¿sabes? Media hora de la hostia, y que sea exuberante, para que al respetable se le quede grabado a fuego tanto en los oídos como en la retina”. 

Funtastic Drácula Carnival

Pequeños viciosos.

Sin duda, la persistencia retiniana es uno de los aspectos más esmeradamente cuidados de su fiesta. Una explícita alegoría de ello son los enormes globos oculares –como las cabezas de los Residents sin chistera– que penden del muro contiguo al escenario. La decoración y la escenografía (confeccionada artesanalmente por ellos dos a lo largo del año en su propia casa) reciben tanto esmero como la impecable iluminación y el pulcro sonido de la sala. “Nosotros dos somos pareja y no tenemos hijos, este festival es nuestro hijo… Y no vas a llevar a tu niño al colegio hecho un zarrapastro, ¿verdad?, hay que ponerle una ropa mona, de Batman o lo que sea. Para que sea el chaval más guapo del colegio, ¿no? Cuidar los detalles es lo que hace al Funtastic diferente de otros festivales. Nos mola crear un mundo de fantasía y de color dentro de la sala para que la gente, cuando entre allí, sienta que está en un lugar diferente y especial. Es un poco como en los casinos de Las Vegas, que están decorados de Nueva York o de París, y el de París huele a cruasán y todo. Esa es la idea. Solo que ellos lo hacen por la pasta y nosotros lo hacemos para que la gente flipe y no sepa si es de día o de noche o dónde está. Nosotros le llamamos a eso ‘funtasía’, la ‘funtasía anual’. Tenemos iluminadores, decoradores, un chico que hace los visuales… Este año nos pasamos el agosto haciendo los ojos en casa, pintando lonas de fosforito… Nos gusta hacerlo, nos encanta. Es muy entretenido, realmente. Nos pasamos todo el año preparándolo con nuestro equipo para que cada edición sea sorprendente”.

Otra constatación de la coquetería con que Paloma y Varo visten a su criatura son esos carteles tan chulos con los que anuncian el programa de cada edición. Ilustradores ilustrísimos como Pablo de la Cruz (el que fuera responsable del logotipo del Agapo, el mítico garito de Malasaña que en los ochenta congregó a los apóstatas de la Movida), Mik Baro, Jose Menor, el japonés Rockin’Jelly Bean, el líder de masas Mr. Bratto, Luis de Mano y el californiano Daniel Segura han sido, hasta la fecha, los encargados de trasladar al pasquín la imaginería de herencia Weird Comic, el pulp y las voluptuosas megavixens del espacio exterior. Y eso que el resultado ni lo llevan a imprenta, o solo lo hacen como regalo de recuerdo en forma de cartel para a las bandas. “Somos unos friquis. Somos grandes consumidores de cómics, ilustración y tal, y además, claro, somos de la generación del vinilo y muchos de los discos te los comprabas por la portada. Antes no había tanta distribución y veías el dibujo y decías: ‘esto tiene que molar, seguro’. Por otro lado, hemos crecido con El Vívora y otras revistas y fanzines de los 80 y los 90. Realmente nos flipa la ilustración y toda la cartelería del rock’and’roll desde los años 50 y 60”.

De la Ruta del Bakalao al OVNI y Penélope

Algo ha llovido sobre los arrozales y la huerta valenciana desde aquella primera edición, de 2005, en que un Conde Drácula con la Cruz de Malta presidía un cartel retro de Pablo de la Cruz. El emplazamiento elegido para aquel primer Funtastic Drácula Carnival fue una sala cuyo emblema era –y sigue siendo– un murciélago y el escalofriante nombre de la cual trae a la memoria las infinitas noches –vividas o no– de la Ruta del Bakalao: la discoteca Spook. Y la segunda edición se celebró en otra discoteca no menos mítica del itinerario destroy: Barraca. “Nos encantaba llevar rock and roll a la Ruta del Bakalao, pero pasaba que compartíamos espacio con los bakalas de Sueca, y eso ya no era tan guay… En la discoteca había una zona para ellos y la otra para nosotros, y nosotros hacia ellos de puta madre, pero ellos hacia los rockeros… No eran muy amistosos. No llegó la sangre al río porque somos muy pacíficos y muy buena gente, pero se descojonaban con la ropa. La gente pasaba de todo, pero había tensión. Entonces nos fuimos a otra sala que estaba en un polígono donde Cristo perdió la alpargata, en Massanassa, y allí ya empezamos a hacerlo como empresa. Los dos primeros años teníamos la taquilla para nosotros y la sala se llevaba las copas, lo cual no suponía una ruina, porque los músicos beben mogollón… El precio de las copas era muy caro, y la seguridad dependía también directamente de la sala, y no nos gustaba. No nos gustaban muchas cosas, así que decidimos que o cogíamos el toro por los cuernos y lo hacíamos de manera totalmente autosuficiente o no lo hacíamos más. En Massanassa alquilamos entera la sala Fussion, y ya llevamos al personal, camareros, las perchas, el papel higiénico, todo. Y empezamos a poner la seguridad nosotros, que es algo muy importante. Para nosotros el interior es sagrado. La seguridad está para darte seguridad, no para joderte la vida ni para amargarte la fiesta. En 18 años no ha habido nunca una pelea. El ambiente es muy bueno. Y eso en parte lo genera el hecho de saber que están allí siendo libres. A partir de ahí empezó el Funtastic tal como es ahora. Es el rollo DiY elevado a la máxima expresión.”

Ellos se lo guisan, ellos se lo comen: el Funtastic Drácula Carnival es un festival totalmente autogestionado que no admite marcas ni subvenciones de ningún tipo. Tampoco se promociona en ningún lado ni invierte un duro en publicidad. La selección de los grupos no se basa en Spotify, ni en cifras o tendencias jaloneadas por las revistas de música. Se basa en el entusiasmo, en un nicho de una sensibilidad muy específica. Como decía, por no hacer no cuelgan ni carteles y, sin embargo, la pasada edición agotaron en 80 segundos los casi 2.000 abonos que ofertaban. Repito: en poco más de un puñetero segundo consiguieron vender todas las entradas. “No ha sido así siempre, al principio nos costaba un poco venderlas, aunque funcionaba a buen ritmo. Entonces un amigo de Benidorm nos dijo: ‘Oye, ¿porqué no venís a Benidorm, que os echamos de menos?’ Nos habíamos ido a Valencia por desligarnos del Wild Weekend, pero nos pusimos a ver salas allí y encontramos la KU, que es un OVNI, y al momento dijimos: este es el lugar [Nota: la KU es una sala ufomórfica originalmente bautizada como Discotheque CAP 3000, inaugurada en 1969. En 1970 celebró un concierto de Led Zeppelin, al que siguieron los de James Brown, Slade, Los Ángeles o The Fundations, entre otros]. Ese año vendimos todas las entradas en dos horas, y los colegas nos llamaban porque se habían quedado sin. Luego nos salió la posibilidad de moverlo al local de al lado, a la Penélope. El dueño es Don Emilio, un chavalín de setenta y pico años, que siempre anda por ahí todo flipado. ¡Le encanta! Abrió la sala Penélope en el 68 y flipa con el Funtastic, siempre dice ‘me recuerda a tal y cual’. Esa discoteca nos chifla y cuenta con mayor aforo, escenario más grande y mejores prestaciones. Se nos ha vuelto a quedar pequeña, pero nos da igual, es lo máximo que nosotros podemos y queremos gestionar”.

Benidorm. ¿Qué decir de “la Nueva York del Mediterráneo” que no sepa ya todo veraneante transnacional de clase obrera? La ciudad que más sentimientos encontrados produce a quienes la visitan: extravagante, plural, divertida, excesiva –también algo sórdida– y más que asequible; con un urbanismo y una oferta lúdica y hostelera planificada al dedillo para que, sea uno de Sheffield o de Jaca, se relaje, coma, se emborrache y despierte en la playa sin preocuparse demasiado por ese nuevo melanoma. “En Benidorm hay un núcleo rockero pequeño pero muy potente. La gente de allí nos ha ayudado siempre, son muy guays y muy activos. La ciudad ofrece facilidades como alojamiento, transporte desde todos los lugares del mundo… Además llegas allí y puedes ir andando a todas partes, también a las fiestas que hacemos de día. Este año, mientras Kid Congo Powers firmaba libros en el paseo de la playa, estaban los abuelillos allí con sus movidas y era muy flipante. Eso nos encanta, tío. Mola mogollón, se respira siempre un ambiente lúdico y de fiesta. Lo bueno de Benidorm es que, además, allí están curados de espanto, nadie se extraña de nada, por muy estrafalario o muy borracho que vaya alguien, allí lo integran muy bien. Los funtásticos pasan desapercibidos en Benidorm. En Valencia la gente va a currar y se encuentra allí a la gente con el ciego, y no es lo mismo”. Aunque no todo lo que brilla es oro y la dorada arena de la Costa Blanca a traído, últimamente, un cierto acoso por parte de policías agazapados tras los matojos en los aledaños de la Penélope, siempre dispuestos a extender cuantiosas recetas a todo funtástico incauto que se ponga a tiro. 

Pero volvamos al feliz y permisivo interior de Penélope. Este reportero puede dar fe de que la felicidad que reina en el ambiente es extensible también a porteros, personal de barra, venta de tiquetes y de limpieza. En el Funtastic todo el mundo sonríe, los baños están sempiternamente limpios, no hay cola y siempre encontrarás papel de váter. Todo ello sumado a las ya articuladas alabanzas al sonido, la iluminación y la decoración de cada rincón –interior y exterior– de la sala. “El equipo humano se ha ido ampliando con el tiempo, pero la mayoría del equipo técnico son los mismos de cuando empezamos. Somos como una familia. Los camareros y los seguratas suelen también ser los mismos. Para nosotros es una alegría y un orgullo porque sabemos que están a gusto, contentos y bien pagados, y eso luego también se nota en el funcionamiento general. Se lo transmiten a los demás. Nuestro equipo es muy grande, y nos apoyan en nuestros momentos de crisis. Los queremos a todos. Hugo, el iluminador, viene del teatro y su concepción escénica viene del espectáculo, no del concierto de rock. O Rufo, el jefe de barras, una persona insustituible. Es un señor mayor que viene de la Ruta del Bakalao y sus parámetros son muy old school: los baños siempre limpios, que no falte papel… En el rocanrol nunca ha sido así, y él se ha encargado de que lo fuera. Michael, el regidor de escenario, que pone a todo el mundo firme. Jero, el jefe de disc-joqueis, Pablo de la Cruz, el webmaster, Marta Moreira, que lleva comunicación y prensa y nos encanta trabajar con ella…”. 

Y llegados aquí a Varo y Paloma se les quiebra la voz. Esta entrevista tuvo que ser pospuesta porque el día de la cita la familia funtástica perdió a uno de sus miembros más queridos: Julián Marco, antiguo componente de Los Perros (grupo valenciano de los 90) y también de Johnny Casino & The Secrets. En el Funtastic ejerció, junto a Pepot, tras la mesa de sonido desde el primer momento, hasta que un maldito cáncer se lo ha llevado. Hoy, la tarde siguiente al funeral, Paloma y Varo no pueden ni nombrarlo sin romper a llorar. Pero en seguida hacen de tripas corazón para seguir hablando de la proverbial transversalidad del fiestorro que organizan: “Los artistas, en los camerinos, tienen alguna cervecilla y tal, pero les damos tiquetes para que estén fuera. Para que se mezclen con la gente, se hagan fotos con el público y se lo pasen bien. Esos rollos de zona VIP, zona mierda: NO. Nos gusta esa simbiosis. Es uno de nuestros principales objetivos, que sea horizontal. Desde la persona que limpia, artistas, público, todos el mismo trato y cada uno haciendo lo que haya venido a hacer: limpiar, pinchar, tocar, y cuando no hacen eso están de fiesta y de puta madre por ahí. Aquí tenemos una máxima que reza “Lo que pasa en el Funtastic, se queda en el Funtastic”.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #312

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