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Entrevista a David Pascual (aka Perfumme)

Popper, burpees, amor, cáncer, dinosaurios y Tortugas Ninja

David Pascual (no confundir con su homónimo, el mazado finalista de MasterChef que en las redes se dedica a monetizar “tu renacimiento y liberación de eso que te metes por la tocha”), es un escritor, guionista, músico y dibujante valenciano. Ha publicado mejunjes literarios raros como Saber Matar, Transirak y Gordo de Porcelana, entre otros, y en todos hace gala de un universo personalísimo que entrelaza crueldad, ternura, cultura pop y transición de la niñez a la vida adulta con toneladas de drogas. Dinosaurio, su último libro, es un relato violento, bizarro y postapocalíptico donde las referencias a los psicoactivos brillan por su ausencia. O no: el niño protagonista es un adicto al fitness que le reza a un dios vigoréxico, a Donatello (sí, el de las Tortugas Ninja).

Primero llegaron los muñecos. Recuerdo el día con absoluta nitidez. Hemos ido de excursión familiar al Pryca de El Prat de Llobregat –que es como decir a Disneylandia–, y, mientras mis padres compran lo suficiente como para sobrevivir al Apocalipsis en un búnker subterráneo, yo me escapo al pasillo de los juguetes. Y allí, como figuritas votivas talladas en PVC, las veo relucir en el altar del expositor. Un jabalí punki. Un samurái raro con rayadores de queso en los antebrazos. Una buenorra vestida de amarillo. Una rata con un arco… Y cuatro tortugas con bruxismo, las venas de los bíceps como butifarras y armadas igual que en las pelis de chinos. La del antifaz púrpura llama mi atención todavía más poderosamente que las demás. La cojo. Se llama Donatello, pone. ¿De dónde narices sale? La respuesta, en espera de que la serie de dibujos, los tebeos, las recreativas, los cromos y la tortugamanía en general invada el país, se encuentra historietada en el reverso de la caja: un niño patoso compra unas tortuguitas en una tienda de mascotas, y por el camino se le caen por la rejilla del alcantarillado. El azar quiere que vayan a dar contra la cabeza de un gran maestro ninja que, por lo que sea, vive en las cloacas. Acto seguido, el samurái de los rayadores vierte un líquido radioactivo por el sumidero y… al instante los pequeños reptiles con caparazón se convierten en Tortugas Ninja Mutantes Adolescentes(y el gran maestro, por lo que sea, en una rata gigante con kimono). La explosión de mi tierna mente infantil puede oírse por todo el Baix Llobregat.

Pues vale. Ahora imaginemos que me compran esa figura articulada, armada con un palo y que responde por Donatello, y que el carrito del súper con una absurda montaña de productos que arrastran mis padres tiene algún sentido, pues llevan razón y efectivamente llega el Armagedón. Tras largas décadas escondido bajo tierra, finalmente salgo a la superficie para comprobar que ya no existe el mundo tal y como lo conocemos (por lo pronto, ahora el Pryca se llama Carrefour). Solo quedan la telebasura, las revistas de porno gay y las patatas. Yo ya soy un viejo y corro a esconderme en el bosque, junto al río, donde “haré el roma” con niños y sobreviviré a base de “sopas de mofa”. Por el camino, qué lastima, pierdo a mi muñeco de Donatello, que cae en manos de una familia de fanáticos religiosos y es adoptado y venerado como el auténtico Dios. Una deidad a cuyo favor se accede por la vía de trabajarse bien los músculos, “porque solo los hombres fitt llegarán al reino de Donatello”. Bueno, pues de esto (más o menos) trata Dinosaurio (Colectivo Bruxista, 2024), la nueva novela del escritor valenciano David Pascual (aka Perfumme). Una fábula distópica, violenta, bizarra, rabiosamente pop y tangencialmente tierna que se ha convertido en la sensación literaria del año. Tortugas ninja, telebasura, saurios pedófilos, burpees, teologías del Apocalipsis… Hablamos con el padre de la criatura:

“La epidemia del jaco fue especialmente dura aquí, y los políticos valencianos se metieron durante muchos años cocaína suficiente como para hacer una pista de esquí en la Malvarrosa. Siempre que he ido fuera la gente alucina del consumo que había en Valencia. Ahora nos recordarán por nuestros gimnasios.”

Flipa, estaba buscando algún pretexto para colarle al editor de una revista como Cáñamo una entrevista al autor de un libro como Dinosaurio, y mira lo que he descubierto: resulta que Steve Barron, el director de la peli de Las tortugas ninja (1990), hace años que abandonó Hollywood para hacerse una granja sostenible en Inglaterra íntegramente construida con cáñamo (y en cuyos campos cultiva esta planta).

¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! A ver, dirigió una película sobre tortugas ninja adolescentes mutantes que se alimentan de pizza; que es básicamente como hacer una película sobre gente que fuma porros, pero sin que aparezcan porros. No hay un solo detalle en esa película que no sea fruto del consumo de drogas. Por otro lado, es una película tan delirante y tan noventera que es muy fácil revisarla desde un punto de vista posmoderno. No es muy diferente ver la película de las Tortugas Ninja de leer a Pinchon o a Foster Wallace. Por cierto, Steve Barron también dirigió Los Caraconos (1993), otro icono de la filmografía drogata. Cowabunga.

Psicoactivos a parte, existe otro enlace inopinado entre Steve Barron y tu novela: antes de dirigir a Donatello, Michelangelo y compañía para la gran pantalla, Barron –tras estrenarse con videoclips para grupos mod revival como Secret Affair o The Jam– se hizo famoso cuando Michael Jackson en persona le pidió que dirigiese “Billie Jean”. Y Michael Jackson comparte ciertas inclinaciones con Dinosario, el personaje que da título al libro.

Mira, hay un documental que salió hace unos años sobre el tema de los abusos a menores de Michael Jackson, y, para mí, lo más bestia emocionalmente del documental es que, cuando los niños –ahora adultos– hablan de lo que ocurrió, se nota en el propio lenguaje que ha habido un proceso terapéutico en el que han aprendido cómo lidiar con lo que pasó, cómo llamarlo, para poder procesarlo. Pero de vez en cuando, cuando narran de memoria momentos concretos, es muy loco porque olvidan ese lenguaje terapéutico y, sin querer, hablan como si hablasen de una relación de pareja. Es muy impactante verlo, porque ahí, creo yo, se esconde mucho de lo que no hemos visto, de cómo funcionaba esa relación de abuso, y son mecanismos muy complejos. Si uno ve ahora las imágenes de la época, resultan muy locas, pero hay que pensar que, para las familias de los menores, tener a Michael Jackson tomándose una Coca-Cola en su salón era como tener a Kennedy o a Mickey Mouse.

El reino de Donatello

La banda Mr. Perfumme, de la que David Pascual es cantante. Foto de Pablo Ortuño.

La banda Mr. Perfumme, de la que David Pascual es cantante. Foto de Pablo Ortuño.

Dinosaurio, el personaje que da nombre al libro, es algo así como el amante del niño protagonista. Es el personaje más misterioso y problemático, porque, a priori, lo único que sabemos de él es que es un adulto que se folla a un niño (aunque no sabemos exactamente si lo que cuenta el niño es fiable), pero, por otro lado, es el único personaje que cuida de él y casi podríamos decir que el único personaje positivo. Si creemos al niño, lógicamente, esto es problemático.

Pues volvamos a algo menos problemático. ¿Qué papel juegan las Tortugas Ninja mutantes adolescentes –o una de ellas– en tu novela?

Donatello, en el libro, además de una broma, es un objeto que, cuando de repente descubres lo que es, te explica muchas cosas de la historia. Hasta ese momento solo tienes a una familia de gente muy religiosa. ¡¿Cómo?! ¡¿Le rezan a un muñeco de las Tortugas Ninja?! Ya, bueno, pues no es tan diferente a ponerle un euro al San Pancracio, o de creer en una diosa con cuatro brazos… Por eso en el libro, también, esa idea del pensamiento mágico tiene mucha relación con el rollo del culto al cuerpo: gastarte mil euros en ver vídeos de Amadeo Llados, absolutamente vacíos de contenido, en los que asegura que puede cambiarte la vida, ¿es diferente a creer en cualquier tipo de religión o meterte en una secta en la que la líder dice hablar con el espíritu de Robin Williams?… No, es pensamiento mágico. Y no lo digo desde el juicio y la crítica, el pensamiento mágico es un asidero cuando el mundo real no nos da nada razonable para pensar que las cosas nos van a ir mejor. No es tan diferente rezarle a una tortuga ninja que ver vídeos de Llados o creer en Jesucristo.

“Solo los hombres fitt llegarán al reino de Donatello”.

“Valencia y las drogas tienen una relación muy especial y de muchí simo tiempo. En la Ruta, las drogas y el consumo que se hacía de ellas fueron cambiando tan rápido como la música y los consumidores. La escena rave valenciana no es tan conocida, pero los que la vivimos sa bemos que fue algo muy muy especial. Cementeras, antiguos cuarteles, todo espacio era raveable y se raveaba. Fueron años divertidísimos”

La idea nace de una forma muy intuitiva. Siempre me ha interesado el mundo de la musculación y el culturismo, pero, y recogiendo la idea anterior, es evidente que vivimos un momento en el que también esto se ha convertido en una religión. Vuelvo a lo mismo: lo que te vende Amadeo Llados es: tu vida es una mierda, eres pobre, no tienes capacidad para cambiar nada… pero si crees en mí y te levantas a las cinco de la mañana para hacer burpees, te va a ir bien. Es fe. Una fe que pasa de ser colectivista a ultra individualista, pero es fe, religión. Las drogas muchas veces funcionan de una forma muy parecida.

Te cuento un recuerdo infantil. Haciendo novillos del colegio (en 6º o 7º de EGB), con la mochila entre los pies, estaba echando unas partidas con los amigos a la máquina de las Tortugas Ninja (en la que podían jugar hasta 4 jugadores) en la sala de recreativos de enfrente del colegio. De repente oímos acercarse sirenas de policía (las redadas eran habituales, pues, además de sala de futbolines y máquinas, aquello era un sabido supermercado de la droga). Entonces los mayores, ante nuestro pasmo infantil, comenzaron a esconder piezas de costo y bolsas de pastillas detrás de nuestra máquina. Finalmente las sirenas pasaron de largo, pero quizá ese cortocircuito fuera el detonante de mi curiosidad por las drogas. En fin, más allá de regresiones personales, ¿existe relación entre Donatello (el de tu libro) y las sustancias psicoactivas? ¿Es el culto al cuerpo la droga de la chavalada de hoy?

Claro, es lo que te decía antes. Creo que es bastante evidente, además, que antes nos drogábamos y ahora los adolescentes se mazan. Yo estoy intentando mazarme, pero exige muchísimo compromiso y tiempo. Por cada nueva droga que aparece en el mercado, decenas, puede que cientos de adolescentes se apuntan a un gimnasio. Y la mayoría, ahora, ni siquiera se pone esteroides, con lo que la droga está desapareciendo incluso de uno de sus hábitats naturales: el fisioculturismo –no tanto, porque no paran de morir culturistas de veintipico o treinta años–. Han estrenado hace poco una película, Love Lies Bleeding (Rose Glass, 2024), en la que dos lesbianas, una culturista, otra la dueña de un gimnasio, se enamoran, y lo primero que hace la segunda es regalarle esteroides a la primera como acto de amor. Me encantó esa escena. Por cierto, hay una cosa muy interesante a la que yo llamo “la paradoja del cacahuet y el culturista”, que consiste, y esto es cierto, en que cuantos más esteroides te metes, más cacahuet se te queda la polla. Generando que te veas muy bien por fuera, muy macho, muy coche tocho de estos norteamericanos que no me acuerdo cómo se llaman; pero tu polla cada vez más intimista, más minimal. Pero los culturistas saben sobrellevarlo con buena gestión emocional. Y músculos.

Kevin Eastman y Peter Laird, los padres de las Tortugas ninja.

Kevin Eastman y Peter Laird, los padres de las cuatro criaturas.

En tus textos anteriores las drogas juegan un papel importante, ¿tiene relación con el hecho de que seas valenciano?

Valencia y las drogas tienen una relación muy especial y de muchísimo tiempo. No voy a remontarme muy lejos, pero la gente suele pensar en la Ruta cuando se habla de esta relación, aunque esa es solo una parte muy pequeña. En la Ruta, las drogas y el consumo que se hacía de ellas fueron cambiando tan rápido como la música y los consumidores. La escena rave valenciana no es tan conocida, pero los que la vivimos sabemos que fue algo muy muy especial. Cementeras, antiguos cuarteles, todo espacio era raveable y se raveaba. Fueron años divertidísimos. La epidemia del jaco fue especialmente dura aquí, y los políticos valencianos se metieron durante muchos años cocaína suficiente como para hacer una pista de esquí en la Malvarrosa. Siempre que he ido fuera la gente alucina del consumo que había en Valencia. Ahora nos recordarán por nuestros gimnasios. En cuanto a mis libros, se ha hablado mucho de drogas, es verdad. También he hablado mucho de cáncer, de amor o de Power Rangers. En general es porque son temas que me parecen bonitos. Creo que siempre desde un enfoque no moral, porque el consumo de drogas no es moral. Tiene cosas buenas, cosas malas y cosas horribles. Pero hay algo que es una verdad irrefutable: hay cosas que solo pueden experimentarse desde el consumo y no existen mecanismos para imitarlos de otra manera. Y creo que ese es uno de los factores que inciden en las adicciones, además de los obviamente orgánicos. La imposibilidad de la imitación.

La droga del fitness, en la novela, tiene relación con una cierta adicción del protagonista a la violencia.

Sí, en el libro hay violencia, pero es que el mundo es terriblemente violento. Me gusta pensar que también hay cierta esperanza y que hay cierta ternura en esta historia. Yo quiero al niño protagonista y quiero a Dinosaurio y entiendo que, aunque a veces no se comporten bien, o aunque hagan cosas terribles, hacen lo que pueden. Y eso ya es mucho, a veces. También es interesante remarcar que yo creo que en el libro no hay una violencia muy explícita, lo que hay es una historia horrible. Pero imagina ser una tortuga y que te caiga un liquido verde y tus músculos y tus huesos comiencen a crecer y a romperse y a resquebrajarse, a rajarse presas de la tensión de una transformación antinatural. Imagina tu cerebro creciendo dentro de tu cráneo mientras piensas que te va a explotar la cabeza, tus bíceps, tus tríceps estirándose hasta romper nervios, desgarrar piel y tejidos. Imagínate temblando en el suelo presa de un dolor que ni siquiera sabías que podía sentirse. Una tortuga nueva, antropomorfa, ninja. Y dime que el mundo no es cruel.

¿Habrá Dinosaurio 2?

Contra todo pronóstico y pese a lo mala idea que parece, debo decir que estoy escribiendo Dinosaurio 2.

Fragmento de Dinosaurio (Colectivo Bruxista, 2024)

Dinosaurio (Colectivo Bruxista, 2024)

Cada mañana hago ejercicio.

Me trabajo los músculos uno a uno hasta que me dan ganas de vomitar y a veces, la mayoría, lo hago. Cada vez que vomito sé que he hecho un buen trabajo porque a la excelencia se llega mediante el sacrificio. Y por que si me encuentro en el pasillo con mi hermano solo habrá un ganador y solo uno que escupa en el suelo.

Me despierto temprano antes que los demás y me trabajo a conciencia. Me modelo. Me construyo un cuerpo lleno de marcas musculares porque un cuerpo fitt es básico para conseguir tus objetivos. Porque un cuerpo fitt es el envoltorio que necesita una mente sana. Me trabajo los músculos porque un cuerpo fitt se basa en tres pilares básicos: ejercicio, descanso y alimentación.

Planifico mis rutinas y trabajo lo aeróbico y lo anaeróbico. La fuerza y la resistencia. Los bíceps y los tríceps. Mi brazo normal y mi brazo pequeño. Al brazo pequeño lo llamo mi brazo de bebé porque solo un bebé tendría un brazo de ese tamaño. Mi brazo de bebé termina en una mano pequeña con dedos un poco al tuntún. Quiero decir, que no siguen un orden demasiado lógico, lo cual no quiere decir que no puedan ser un arma si la situación lo requiere. Creo que tengo un brazo de bebé por culpa de las patatas, pero no me atrevo a decirlo taxativamente porque no soy ningún experto en nutrición y creo que al conocimiento hay que tenerle respeto.

Me trabajo la maquinaria para que esté perfectamente engrasada porque un cuerpo musculado es una herramienta diseñada para sobrevivir y para no perder la cabeza.

Me trabajo cada músculo para no volverme loco y para moverme por el mundo como un gran felino o como alguien que no le teme a nada. Me construyo un cuerpo musculado que sea la historiografía de mi esfuerzo, que me acerque más a Dios.

Me construyo un cuerpo fitt, en fin, con el objetivo de que cada músculo cuente una parábola, refleje un aprendizaje, cuente una historia que, al terminarla, sepas que te ha convertido en alguien un poco mejor.

Para todas esas cosas y para más todavía.

Fragmento de Dinosaurio (Colectivo Bruxista, 2024)

Fragmento de Gordo de Porcelana (Temas de Hoy, 2021)

Gordo de Porcelana (Temas de Hoy, 2021)

Pero lo que quiero decir con todo esto, la idea que es importante que se asiente en este relato y en el poso de vuestras mentes, es que aquella era una vida sencilla: colocarse, ver la tele, tener bajonas, volver a empezar. Era una familia, aun- que fuera una familia de yonquis adolescentes. Era El señor de las moscas pasado de hongos y era lo mejor que habíamos tenido nunca.

Fuimos capaces de construir un refugio en el que la risa y la tristeza eran un espacio seguro porque era cíclico y estábamos juntas.

Nos despertábamos, nos colocábamos, y nos quedábamos dormidas otra vez con el pelotazo de venlafaxina.

Álex me decía:

—¿Estás despierta, Dolo? 

—Sí, dime.

—Oye, ¿tú confías en mí? 

—Claro que confío en ti.

(esnifo popper)

—¿Completamente?

—Claro.

—Vale. Porque se me ha ocurrido una cosa y no quiero que te escandalices. (esnifa popper)

—Dime.

—Deberíamos hacernos una paja como el de Kung fu. (sudo copiosamente)

—¿A qué te refieres?

—El actor de Kung fu, ¿sabes que murió haciéndose una

paja con una bolsa en la cabeza?

—¿Quieres que nos hagamos una paja como la que mató

al actor de Kung fu?

(me sube el popper)

—Sí, eso es lo que digo. Pero nosotras no moriríamos, claro.

—¿Cada una a sí misma o a la otra?

—No lo he pensado, ¿somos lesbianas?

—En principio, no.

—¿Nos convertiría eso en lesbianas?

—No creo. (me da el efecto túnel) Hostia.

—Pues definitivamente creo que es mejor cada una a la otra. Con la otra mano nos aguantamos la bolsa.

—¿Y por qué piensas que íbamos a sobrevivir a una paja a la que no sobrevivió un tío que era maestro de las artes marciales?

(esnifo popper)

—Ese tío era un colgado. Estaba de capa caída. A nosotras no va a pasarnos eso.

—Espera, no estaba de capa caída. 

—¿Cómo que no?

(esnifa popper)

—Hizo esa otra peli, esa en la que se venga de un tío. Era como una especie de vaquero o algo así.

—¿Quieres que nos hagamos la paja o no?

—¿Cada una a la otra?

(esnifa popper)

—Sí.

—¿No nos convierte eso en lesbianas? 

—No.

—Compruébalo en internet. 

—¿Cómo lo busco?

—Pon «bolleras paja kung fu». (esnifo popper)

Fragmento de Gordo de Porcelana (Temas de Hoy, 2021)

Fragmento de Transirak (niños gratis*, 2019)

Transirak (niños gratis*, 2019)

Mi hermana también se muere de cáncer, como todo el mundo. La hija de la mujer del casquete dice: «Tener más boletos no significa que te toque la lotería. A veces le toca al que solo ha comprado uno». Mi hermana y yo nos pelábamos las clases y nos íbamos a fumar a los recreativos o a la estación de autobuses. Éramos bastante rebeldes y hacíamos lo que nos daba la gana. Mi hermana y yo solo nos llevábamos un año, y ojito con hacernos bromas. Nadie nos tosía y si hacía falta nos partíamos la cara. Una vez robamos una moto para escaparnos de casa y nos emborrachamos y nos estampamos contra un coche. Lo repetiría ahora mismo exactamente igual,

así quiero yo a mi hermana. Y una vez nos metimos ketamina y a mí me dio un chungo y mi hermana me dejó en la puerta del hospital y se tiró toda la noche fuera, escondida entre los matorrales, esperando para ver si estaba bien. Y por la mañana la encontraron medio congelada. Estaba azul. No se murió ella de milagro.

Fragmento de Transirak (niños gratis*, 2019)

Fragmento de Dinosaurio (Colectivo Bruxista, 2024)

En el segundo día, Donatello dijo:

Una vez hubo un hombre. Y ese hombre acudía junto a otros hombres a reuniones. Y allí hablaban de lo que les preocupaba y de por qué no eran buenas personas. Abrían sus corazones y dejaban sus caparazones fuera, junto a la puerta. Abrían sus corazones en contra de lo que la sociedad dictaba.

Y en verdad os digo que compartir estos pesares aligeraba su carga. Y de allí partían a sus casas sintiéndose, pues, mejores hombres.

Y yo os pregunto: ¿Acaso si una víbora comparte su veneno con otra se vuelve por ello menos peligrosa? ¿La dejaríais, entonces, habitar vuestra morada? ¿Convivir con vuestra mujer? ¿Con vuestras hijas? ¿Compartiríais con ella vuestros BitCoins?

En verdad os digo que un grupo de hombres se reunía para compartir sus pesares y que ello les aligeraba su carga, pero que al salir de allí, asesinaban de nuevo, que al salir de allí robaban, fornicaban con mujeres ajenas, violaban niños como si nada hubiera ocurrido.

Porque una víbora deja de ser venenosa solo cuando se le extirpa la cabeza.

Y muchas serpientes juntas no son grupo de ayuda.

Fragmento de Dinosaurio (Colectivo Bruxista, 2024)

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