La taza de Sake
Un alto funcionario del emperador de China invitó a un gran amigo poeta, con el que le encantaba debatir sobre todo lo divino y lo humano.
Un alto funcionario del emperador de China invitó a un gran amigo poeta, con el que le encantaba debatir sobre todo lo divino y lo humano. Era un hombre de una erudición extraordinaria que tenía una biblioteca con miles de volúmenes y que había estudiado las artes taoístas de la longevidad. Mientras hablaban se les fue haciendo de noche y el anfitrión le propuso que antes de despedirse brindaran con una taza de sake. Mientras vertían el sake en su taza el poeta vio que en el fondo de la taza había un pequeño gusano, pero no se atrevió a comentar nada y lo bebió
Cuando regresó a su casa empezó a sentirse mal y acabó poniéndose muy enfermo. Ningún médico, tras numerosas pruebas, pudo saber qué le ocurría. Quedó recluido en la cama y dejó prácticamente de salir de casa, esperando lo peor.
El alto funcionario se enteró de la enfermedad de su amigo poeta y le pidió que lo visitara. Este a duras penas podía levantarse. Estaba desesperado. Las artes de longevidad taoísta no le habían servido de mucho. Haciendo un gran esfuerzo se dirigió a casa del alto funcionario. Se sentaron en la biblioteca de este, en el mismo lugar que la última vez, y le volvió a ofrecer una taza de sake. Cuando le sirvió, el pobre poeta vio de nuevo en la taza el pequeño gusano que él creía la causa de todos sus males. Esta vez no pudo resistirse y se negó a beber. Su anfitrión le preguntó por qué y este le dijo que había un gusano en su taza. El alto funcionario señaló hacia el techo donde había colgado un arco que se reflejaba en la taza. El poeta, al darse cuenta de la ilusión, se curó de golpe de su enfermedad.
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