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100 canciones sobre drogas (7)

“La sangre sigue fluyendo / sabiendo cuál es su destino / conduciendo por Nueva Orleans de noche / debo encontrar un destino / tan solo un chute / la vida sigue escurriéndose / luchando en una guerra contra la condenación / lista para seguir amputando / ando buscando la salvación / tan solo un chute"

84 Hawkwind. “Motörhead” (cara B del 7” Kings of Speed, United Artists, 1975)

“No sé cuantos días llevo despierto / terminé en un maravilloso estado / no puedo decir basta / ya sabes que es un matute superior / despega como los precios en Navidades / Cabezamotor, así puedes llamarme / muerte cerebral, amnesia total / procúrate anestésico mental / no te muevas, cerraré la puerta y apagaré las luces / y si no puedo equivocarme, podría estar en lo cierto / sana diversión / masca otra barra de chicle / tío, ya tienes mejor aspecto / cuarto día, de la maratón de cinco / nos movemos como paralelogramos / creo que os veré a todos en el speed / debería estar cansado / y todo lo que estoy es eléctrico”. Lemmy Kilmister compuso esta elegía a los speed-freaks o motörheads durante su permanencia en Hawkwind, psychofreaks por excelencia de la escena underground de Notting Hill y forjadores del space rock, o rock volado para el caso. Sería la última de sus canciones para esa formación. Al poco le abandonaban en la frontera de Canadá con Estados Unidos, arrestado, precisamente, por posesión de anfetamina. Motörhead, con umlaut o diéresis, sería también como bautizaría a su siguiente banda, autora a su vez del tema antiheroína “Dead men tell no tales”, en memoria de una antigua novia de Lemmy fallecida por sobredosis. Con “Kings of speed” en la cara A, “llegarás tan lejos que pensarás que has muerto”, completaría Motörhead el anfetosingle por antonomasia. Con toda seguridad, el nuevo puritanismo de la corrección política lo haría imposible hoy día.

83 Ministry. “Just one fix” (del álbum Psalm 69, Sire, 1992)

“La sangre sigue fluyendo / sabiendo cuál es su destino / conduciendo por Nueva Orleans de noche / debo encontrar un destino / tan solo un chute / la vida sigue escurriéndose / luchando en una guerra contra la condenación / lista para seguir amputando / ando buscando la salvación / tan solo un chute / como si abordara un tren / tratando de llegar a otra estación / únete a nosotros y la elección será hecha / a no ser que como nación matemos la mentira”. A falta de poesía, la heroína como salvoconducto para escapar de un mundo al que poetas como Hölderlin y Keats ya calificaban de brutal. Al Jourgensen y su adlátere Paul Barker se fundieron en dicho opiáceo el grueso del presupuesto destinado al álbum Psalm 69, unos 750.000 dólares, pero la única canción que llegaban a grabar, “Jesus built my hotrod”, persuadía a la discográfica para darles otra oportunidad. Finalizado el disco, este incluía “Just one fix”, tema del que se realizaba un vídeo con la colaboración de William Burroughs, el junkie literati.

Ministry

“Fuimos a rodar el vídeo donde vivía Burroughs, en Lawrence, Kansas”, contaba Jourgensen. “Lo primero que hizo al abrir la puerta fue preguntarnos si teníamos mandanga. Solo llevábamos material para nosotros, no demasiado, lo necesario para unos días, y el amigo que me acompañaba era yonqui también, de modo que le dijimos que no. Nos cerró la puerta en las narices. Condujimos hasta la ciudad para pillar algo de heroína y luego volvimos a llamar a su puerta. Esta vez nos dejó entrar. Estábamos sentados en una mesa y él desplegó una especie de cinturón de herramientas lleno de agujas y de hipodérmicas. Eran muy de la vieja escuela, tipo años cincuenta, enormes agujas. Se preparó meticulosamente y buscó una vena. No sé cómo un tipo de setenta años puede encontrarse una vena, pero sabía lo que estaba haciendo. Nos chutamos todos y nos quedamos ciegos en el sofá de su sala de estar. Reparé en que sobre su escritorio había una carta de la Casa Blanca. Estaba sin abrir. Se lo indiqué a Burroughs y respondió que probablemente sería correo basura. Le pregunté si le importaba que la abriera, y me dijo que adelante. La carta la firmaba el presidente Bill Clinton, y le pedía que leyera unos extractos de El almuerzo desnudo en la Casa Blanca, o algo así. Cuando se lo conté, se limitó a preguntarme: “¿Quién es ahora el presidente?”. Lo único que le importaba a Burroughs era su jardín de petunias, eso y los mapaches que se le comían las petunias. Vimos algunos e intentó matarlos a tiros, pero eran demasiado rápidos para él, ya muy lejos del excelente tirador que había sido. Como yo sabía que estaba siguiendo un programa de metadona, le sugerí que diese a los mapaches galletas mojadas en metadona para ralentizar sus movimientos. “Eres un joven astuto”, me dijo. Eso bastó para que sintonizáramos del todo. Al día siguiente se presentó muy feliz al rodaje del vídeo. Llegó muy pronto, lo que era raro en él. La razón de su alegría la dejó clara en seguida: “Por fin pude liquidar a uno de esos bastardos. Gracias por tu consejo”. Por lo visto, los mapaches se habían papeado la metadona, y se movían lo bastante lentamente como para que Bill pudiera apuntar y disparar con mayor precisión. Aquello le puso de muy buen humor. Fuimos amigos hasta su muerte”.

En la versión 12” de la canción, se encuentra la toma alternativa “Quick fix” (‘Chute rápido’), en la que durante cuatro minutos puede escucharse a Burroughs perorando paranoias yonquis.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #240

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