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Cocaína Superstar

Entropías en el lodazal del Olimpo

Uno de los mitos más extendidos por la rumorología es el tabique nasal de platino del amigo Frank Sinatra. El enviciado mundo del pop está plagado de chismorreos acerca de la coca y lo malitas que pone a esas maleables criaturas llamadas “estrellas”.

Uno de los mitos más extendidos por la rumorología es el tabique nasal de platino del amigo Frank Sinatra. El enviciado mundo del pop está plagado de chismorreos acerca de la coca y lo malitas que pone a esas maleables criaturas llamadas “estrellas”. La verdad, como siempre, emerge mucho más espantosa, especialmente cuando son los propios protagonistas quienes rememoran los gajes de la adicción.

David Bowie:
¿cómo dices que iba la letra?

“La cocaína era un factor importante para Bowie laboralmente hablando. Para todos nosotros lo era. Te permitía mantenerte despierto toda la noche y finalizar las grabaciones. Eso es lo que hacía Bowie, sin que le mermara su creatividad en absoluto. Cuando trabajábamos en Young Americans, David componía en el estudio; podía estar trabajando en un detalle durante horas. Un día, a las tres de la madrugada, me dice: ‘Bueno, ya puedes empezar a grabar tu parte de guitarra’. Pues bien, si hay una raya de coca que puede mantenerte despierto hasta las ocho de la mañana para poder tocar, te metes esa raya, porque eso es básicamente lo que te mantiene en pie con la mente lúcida. David se pasaba mucho durante Station to Station, pero la inspiración es la que dicta el consumo de coca. No vas a dejarlo a mitad del disco cuando todo lo que has hecho hasta entonces ha sido tan fabuloso. No tiene sentido. En directo es otra cosa. La coca afectaba a David en algunos conciertos. Si se olvidaba de la letra de una canción, me tenía que encargar yo de cantarla hasta que él pillaba el hilo” (Carlos Alomar).

 

Ike Turner I:
“Querida, me he esnifado a los niños”

“La primera vez que recuerdo haberle visto (a Ike) meterse cocaína fue en San Francisco. Estaba esnifando con un billete de cien dólares; parece que aquello era lo clásico, no lo sé, el caso es que pensé: ¿por qué lo harán con dinero? Creo que ya llevaba algún tiempo con la coca, primero en secreto, pero luego se volvió muy atrevido. Andaba siempre con las papelinas por todas partes, después eran cajitas... Y al cabo de poco tiempo llevaba en el bolsillo cajas como paquetes de tabaco. Yo nunca probé la cocaína. Nunca he sido capaz de meterme nada por la nariz. Pero Ike no tenía ese problema. La cocaína le ponía...; bueno, siempre fue bastante violento, pero con la coca era todavía peor. Todo fue muy rápido: la locura, las peleas, la impaciencia ante cualquier problema. Llegó a un punto en que daba miedo decirle nada, porque nunca se sabía cómo iba a reaccionar. Y si ya me parecía malo antes, la coca le estaba convirtiendo en un ser perverso” (Tina Turner).

 

Miles Davis:
cómo extorsionar a un camello

“Cuando no disponía de coca mi carácter se agriaba mucho y cualquier cosa acababa con mis nervios. En aquella situación no escuchaba música ni leía nada. Si esnifaba coca acababa fatigándome y quería dormir, y para dormir tomaba píldoras. Pero incluso tomándolas no podía conciliar el sueño, y hacia las cuatro de la madrugada salía a vagar por las calles como un hombre lobo. Paraba en cualquier local de horario tardío, esnifaba más coca. Entonces me marchaba, volvía a casa con una puta, esnifaba otro poco, tomaba una píldora para dormir. Todo se reducía a deambular a la deriva. Éramos cuatro personas, porque siendo géminis yo ya soy dos. Dos personas sin la coca y dos más con la coca. Uno de mis proveedores de coca era una mujer blanca. Un día yo no llevaba dinero y le dije que en otro momento se lo daría. Siempre le había pagado, y te aseguro que le compraba coca a montones, pero me respondió: ‘Si no hay dinero, no hay cocaína’. Traté de persuadirle, pero no cedió. En esto llamó el portero por el interfono y le anunció que su novio subía a verla. Ella continuaba negándose. Por lo tanto, me acosté en su cama y empecé a desnudarme. Sabía que su novio conocía mi reputación de mujeriego, ¿y qué pensaría cuando me encontrase desnudo en su cama? La mujer, naturalmente, me suplicó que me marchase. Pero yo me quedé donde estaba, con el cipote en una mano y la otra mano tendida para recibir la coca, y además sonriendo. Efectivamente, me dio la droga. Al cabo de algún tiempo, tanta mierda se hizo fastidiosa. Me cansé de que me jodieran sin parar. Cuando estás constantemente bajo la influencia de las drogas, la gente se dedica a aprovecharse de ti. En ningún momento pensé en morir, como he oído decir que a muchas personas les ocurre si esnifan coca en exceso”.

 

Dennis Wilson (Beach Boys):
si te he visto no me acuerdo

“Como yo, Dennis también estaba teniendo problemas con los Beach Boys. Pero compartíamos algo más. Cuando Dennis se presentó en mi casa aquella noche me encontró murmurando a seres imaginarios. Dennis ignoró mi locura. De ordinario, venía en busca de dinero para comprar cocaína, pero esta vez me sorprendió presentándose con un gramo. Vertió la coca sobre la mesa de la cocina, separó con un dedo el montón en dos mitades e inhaló su porción. Luego yo hice lo propio con la mía. Antes incluso de que el flash inicial empezará a desvanecerse, Dennis y yo nos miramos el uno al otro con el mismo pensamiento. ¡Más! Se había declarado el incendio. Teníamos que ligar más coca. Dennis sabía dónde. Solo necesitaba dinero. Yo no tenía un centavo. Dennis empezó a rebuscar por toda la casa como lo haría un ladrón. A veces, entre los cojines de los sofás o en un montón de calzoncillos, aparecía algún cheque de los que mis contables extraviaban continuamente, alguno de hasta cincuenta mil dólares. Dennis tuvo suerte. En un bolsillo de mi albornoz encontró un cheque por valor de mil dólares. Lo firmé a su nombre y desapareció prometiendo volver con diez gramos. Pasaron varios días antes de que Dennis volviera, y para entonces mis mil dólares y la coca que compró con ellos habían desaparecido. En lugar de eso vino con su novia de catorce años. Ambos estaban colocados y muy pasados. Yo no me encontraba mucho mejor. Estaba metiéndome un gramo que me había traído uno de mis proveedores habituales. Había bastante para pirarnos. Dennis observó horrorizado cómo su novia inhalaba la última raya de coca, que naturalmente él pensaba meterse. Se le fue la olla. Llamándole perra, le golpeó en la cabeza. ‘¡Maldita puta encocada! –gritó–; debería matarte’. Le arreó de nuevo, con tanta fuerza que la envió a la otra punta de la habitación. No había acabado de caer al suelo y Dennis ya estaba sobre ella propinándole puñetazos en la cara” (Brian Wilson).

Brian Wilson

 

Ike Turner II:
pirado pero rumboso

“(En los estudios de grabación de Ike) se movía una cantidad de dinero increíble. Todas las noches les pagaban al contado, y por aquel entonces cobraban unos veinte mil dólares por noche. Así que se iban, por ejemplo, dos semanas, y volvían con doscientos mil dólares en billetes. Creo que fue por aquel entonces cuando las fiestas empezaron a ser algo serio. Recuerdo que después de una actuación en Miami había un montón de camellos que querían ver a Ike. Todos llevaban una bandeja con unos veinticinco gramos de coca, y todos decían: ‘¡Prueba la mía!, ¡Prueba la mía!’. Ike me dijo: ‘Toma, prueba un poco’, sacó un tubo y lo metió en la bandeja. Yo esnifé como dos gramos de cocaína por cada fosa nasal, y de pronto me volví loco. Recuerdo que pensé: ¿qué coño está pasando? No sé cómo podían vivir así. Pero Ike nunca vendía droga. La regalaba, pero no vendía ni un céntimo. Y no quería oír ni una palabra sobre el tema. Él la compraba para consumo propio, no para venderla. Y tenía una coca increíble” (Bill James).

 

Brian Wilson (Beach Boys):
cuatro ‘mogras’ de una tacada

“Una vez descubrí un fajo de billetes en uno de mis bolsillos e inmediatamente me hice traer cuatro gramos de coca. Por la noche, mientras mi mujer miraba la televisión con sus primas, me escabullí hacía la cocina y esnifé los cuatro gramos tan deprisa como pude. Era un experimento. Quería ver qué pasaba cuando te metes tanta coca de golpe. Si un gramo me hacía sentir bien, razoné, cuatro sin duda me harían sentir cojonudamente bien. Mi cerebro despegó como un cohete. El corazón me latía al triple de la velocidad normal, bombeando sangre a unas arterias a punto de estallar. Mis hombros se pusieron rígidos como tablas, la mandíbula se me petrificó. Era tal la presión que soportaba mi cabeza que sentí la necesidad de cogérmela con las manos y apretar para que no se escapara. Pensé que mi cráneo iba a agrietarse por algún lado. Respiraba con dificultad. Estaba aterrorizado. Algo iba mal. Muy mal. De pronto todo se volvió negro. Caí al suelo de la cocina sin tiempo de pedir ayuda. A la mañana siguiente me desperté allí donde había caído. Desde el suelo, vi como Carolyn daba el desayuno a sus niños. Me enderecé para sentarme y Carolyn me pidió que llamara a los contables para pedir más dinero”.

 

Little Richard:
llámale Little Farlopard

“Me gastaba miles de dólares en colocarme. Me había deteriorado y perdido peso. Lo único que me concernía era ponerme. Conducía por todo Los Ángeles en busca de cocaína. Deberían haberme llamado Little Cocaína. ¡Me metía tanta! Mi nariz se ensanchó tanto que podías aparcar un camión diésel dentro, descargarlo y salir conduciendo de allí. Cada vez que me sonaba el pañuelo quedaba lleno de sangre y carne. La coca me había devorado las membranas. Un hábito como el mío costaba mucho dinero. Fumaba marihuana y polvo de ángel, y mezclaba heroína con coca. Me estaba costando unos mil dólares al día, y siempre había problemas con los camellos. Larry Williams, un tipo al que yo había iniciado en la música, se presentó en mi casa con una pistola, dispuesto a matarme. Le había pillado algo de cocaína con la promesa de pagarle más adelante, pero me coloqué tanto que me colgué. Larry y yo éramos buenos amigos. Yo le llevé a la fama. Pero el tío vino a por mí. Probablemente fue el momento en el que más miedo he pasado en mi vida. Eso es lo que las drogas te hacen. Me dijo: ‘Richard, voy a matarte. Nadie juega con mi pasta’. Sé que hubiera disparado si no llego a pagarle. Me volví muy desagradable. La cocaína me puso paranoico. Me hacía pensar en el diablo, me hacía sentir pena de mí mismo. Cuando me ponía no podía dormir; no podía cansarme lo bastante para poder dormir. Me aburría tanto por las noches que empecé a beber también. Había muchos guardaespaldas en casa cuidando de mí. Me traían cocaína y yo me la metía sin parar”.

 

Ike Tuner y III:
la invención del sonido cocafónico

“Ike se puso una vez una linterna en la nariz para enseñarme cómo se la había destrozado la cocaína. El tabique nasal había desaparecido por completo. Era capaz de quedarse cuatro o cinco días en el estudio, solo a base de drogas. Y no había quien hablara con él. Se quedaba en el estudio, mirando fijamente al frente, y si tú entrabas fingía que no te veía. Aquello llegó a tal punto, con tanta coca en el estudio, que los buenos músicos dejaron de ir allí. Porque, para empezar, había tanta droga que se había metido en la mesa de control y estropeaba el sonido. Ike tenía un buen equipo, y lo había jodido con café y cocaína” (Ann Cain).

 

Morfi Grei (La Banda Trapera del Río):
rayas de a espejo ropero

“Javi, su mujer y sus colegas iban muy salidos de todo... Heroína, cocaína... Llevaban unas bolsas de coca acojonantes. Venían huyendo del norte, donde les estaban buscando. Iban con pistolas. Estábamos en casa de Morfi, éramos trece personas, y Javi quiso hacer rayas para todos. Le pidió un espejo a Morfi, y Morfi se fue a su habitación, desencajó la puerta con espejo de un armario ropero y volvió a la sala con él. Lo estoy viendo ahora mismo. Javi, su novia y un tal Coyote sentados en el sofá, con la puerta encima. Empezaron a volcar coca a sacos. Morfi y Javi hicieron una apuesta y se metieron una raya que iba de extremo a extremo del espejo” (Jordi “Subidas”).

 

Los sonidos de la confusión

 

Coca01

 

Cocaine (Running Around My Brain)

Estoy perdiendo contacto con la realidad y casi sin aliento
Es una raya tan guapa, me jode verla desaparecer
Cocaína, dando vueltas por todo mi coco.

Una reliquia folk compuesta en los años treinta por el Reverendo Gary Davis. Jackson Browne y el jamaicano Dillinger la adaptaron a gustos contemporáneos.


 

JJCale

Cocaine

“La cocaína no miente”, decía el estribillo. Apología del asunto ambigua pero descarada, el himno al farlopismo más coreado de todos los tiempos. J.J. Cale la escribió y Clapton sacó tajada.

Si tu chispa se ha acabado
y quieres viajar en coca
no olvides el hecho
de que no hay marcha atrás”.


 

Whitelines

White Lines

Los peligros de la adicción farlópata denunciados por la factoría de Sylvia Robinson en las voces de Grandmaster y Melle Mel.


 

Missing elemento multimedia.

Casey Jones

Grateful Dead cantan a un maquinista ferroviario enfarlopado que estampa el tren al salir de una curva: “Mira bien aunque no veas nada”.


 

Cocaine Decisions

Cocaine Decisions

¿Hay algo peor que un ejecutivo discográfico? Según Frank Zappa, sí: un ejecutivo discográfico pasado de rayas.


 

Rush

Rush Rush

“Date prisa, date prisa, consígueme yeyo”. Debbie Harry y Giorgio Moroder, patentando el narcodisco en la BSO de El precio del poder.


 

Sly

I Want to Take You Higher

Hay muchas más referencias, si bien crípticas, a la coca en el lp Fresh, pero este es el farlotema por antonomasia de Sly & The Family Stone.


 

Ron

Ron’s Got the Cocaine

Ron tiene la farla y el muy cabrón no se lo dice a nadie. Un mal rollo localizable en el primer lp de Supersuckers.


 

That Smell

That Smell

Botellas de whiskey y coches nuevos.
Oye, roble, estás en mi camino
hay demasiada coca y demasiado humo.
Mira lo que está pasando en tu interior 

Lynyrd Skynyrd, recordando los peligros de conducir tostado, como le sucedió a uno de sus guitarras.


 

Snowblind

Snowblind

Black Sabbath, ciegos de nieve:

Me siento contento en mis venas
carámbanos en mi cerebro / (cocaína)
algo sopla en mi cabeza
el hielo invernal
no tardará en propagarse
la muerte congelará mi alma
me hace feliz, me deja tieso.


 

Cañamo's playlists

Los sonidos de la confusión

Ilustraciones: Luis Paadin

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