Allá donde iba el narco Édgar Valdez Villarreal siempre había cerca un estilista, un masajista, un dermatólogo y un entrenador personal. A la Barbie le importaba mucho su apariencia; los medios en México decían que era metrosexual. Creador de tendencias, el día que lo capturaron en el 2010 vestía un polo de Hackett que acuñó el hashtag “narcopolo”. A pesar del mote y de la obsesión por el físico, Valdez es uno de los narcos más violentos de México.
Fue jefe de sicarios de tres capos, entre ellos el Chapo Guzmán, y él empezó la siniestra moda de grabar torturas y decapitaciones de sus rivales y subirlo a las redes sociales. En enero del 2016 fue extraditado a Estados Unidos, donde se convirtió en informante, posiblemente a cambio de una reducción de sentencia.
Es el único estadounidense que ha ocupado un escalafón tan alto en los cárteles mexicanos. Tiene cuarenta y tres años, nació en Laredo, Texas, y durante sus primeros años de vida encarnó el sueño americano. De clase media, creció en un chalet en los suburbios. Su padre era un comerciante próspero que llevaba a sus hijos a misa todas las semanas y recalcaba la importancia de ir a la universidad. En el instituto jugó al fútbol americano, donde le pusieron el apodo, y también empezó a trapichear con maría.
En 1992, la Barbie mató a una persona en un accidente de tráfico. Su padre le ofreció ir a la universidad, casi todos sus hijos se graduaron, pero “Édgar tomó ese camino”, según dijo uno de sus hermanos al New York Times. Le gustaba el dinero y quería seguir metido en el negocio. Por Laredo entra buena parte de la droga que se consume en Estados Unidos. Ahí empieza la carretera I-35, que cruza el país entero hasta la frontera con Canadá. Valdez se asoció con unos mexicanos que la distribuían por todo el país en grandes cantidades. Era otra liga.
En 1998 huyó a México para evitar ir a la cárcel (no por tráfico de drogas sino por el accidente de coche). Se instaló justo al otro lado de la frontera, en Nuevo Laredo, y empezó a trabajar para los Chachos, que controlaban el tráfico en la ciudad. Es una de las plazas más codiciadas por el narco, al otro lado de la I-35, y los Zetas llegaron a la ciudad. Fue una guerra brutal en la que terminaron imponiéndose, y Valdez tuvo que volver a huir.
Valdez empezó a trabajar como el jefe de sicarios de Arturo Beltrán Leyva, “el Barbas”, que entonces era uno de los lugartenientes más cercanos al Chapo Guzmán
Valdez empezó a trabajar como el jefe de sicarios de Arturo Beltrán Leyva, “el Barbas”, que entonces era uno de los lugartenientes más cercanos al Chapo Guzmán. La Barbie destacó por su crueldad, y fue subiendo escalafones hasta ser considerado el número dos del cártel. Su jefe lo mandó a Acapulco, donde los Zetas les intentaban arrebatar la plaza. En la joya del turismo mexicano, donde veraneaban Liz Taylor y John Houston, se desató una batalla con cientos de asesinatos y decapitaciones. En el 2005, Valdez capturó a cuatro zetas que habían llegado al puerto a matarlo. Grabó cómo los torturaban y ejecutaban, después lo subió a YouTube. Fue el primero de muchos vídeos similares. Esta vez se impuso la Barbie, y los Beltrán Leyva conservaron Acapulco, aunque ni el turismo ni la tranquilidad han vuelto al puerto como en sus años de esplendor.
Para el 2006, Valdez estaba pasando por una mala racha. La relación con los Beltrán Leyva era tirante y se había divorciado de su esposa porque tenía una novia adolescente, hija de otro narco. Se sentía sin amigos, perseguido y acosado por lo que, según el New Yorker, buscó a la DEA. Los estadounidenses le pidieron que les entregara al Chapo Guzmán y a Beltrán Leyva; la Barbie les respondió que solo a uno de los dos y que además le tenían que dejar entrar a Estados Unidos con seis millones de dólares. El Departamento de Justicia no aceptó el trato, era un caso demasiado mediático y no podían reducirle la sentencia tras los vídeos de ejecuciones que había producido.
Traición
La Barbie al final traicionó a Beltrán Leyva. Los estadounidenses comunicaron a la Marina dónde se escondía: en Cuernavaca, una ciudad a sesenta kilómetros del DF, en la que muchos capitalinos pasan sus fines de semana. El 16 de diciembre de 2009, la Marina montó una operación para capturarlo tras un tiroteo de casi dos horas, en el que murió. Eso desató la guerra entre Valdez y el hermano del Barbas por hacerse con la ciudad. Más de ciento cincuenta personas murieron, y en los primeros meses del 2010 la violencia azotó la turística ciudad, en la que empezó a ser normal ver decapitaciones y cadáveres colgados de puentes.
La guerra la ganaron los Beltrán Leyva, y la Barbie se escondió. Cambiaba de casa de seguridad constantemente, temeroso de sus exsocios y de la policía. El 30 de agosto de 2010 lo detuvieron sin disparar un arma, a pesar de la violencia del personaje. La policía mexicana tiene la costumbre de exhibir a los detenidos ante los medios para que los retraten. En su photo call, la Barbie vestía el famoso narcopolo y sonreía socarronamente. ¿De qué se reía? Hay dos hipótesis, la primera, porque es un psicópata; la segunda, porque había pactado su entrega a cambio de algo. Las hipótesis, en cualquier caso, no son excluyentes.
En la cárcel, presuntamente, la Barbie se arrepintió de sus crímenes y se convirtió al cristianismo
En la cárcel, presuntamente, la Barbie se arrepintió de sus crímenes y se convirtió al cristianismo. La revista Proceso asegura que se paseaba por el ala de alta peligrosidad de la cárcel con una Biblia bajo el brazo. Aunque los narcos normalmente pelean con uñas y dientes su extradición a Estados Unidos, ese no fue el caso de la Barbie, que, quizás por morriña, peleó para conseguir que lo entregaran a Estados Unidos en enero del 2016. Los retrasos de México para entregar a Valdez se explican, quizás, por la disposición de este a revelar secretos sobre policías y políticos ligados al narco.
El gobierno mexicano finalmente aceleró su extradición, junto a la de otros once peligrosos capos, cuando se fugó por segunda vez el Chapo Guzmán en julio del 2015. La fuga de otro capo dejaría al presidente muy debilitado. La Barbie, de hecho, compartía cárcel con el Chapo cuando este se fugó. Tienen otra cosa en común: su gusto por el cine. Cuando detuvieron a la Barbie testificó que mandó hacer una película de su vida, por la que pagó 900.000 dólares. “Pues iba a ser como una película normal, no exactamente era yo, pero con todo lo que salió ya no la quise publicar”. Tras volver a su tierra, en el 2016, se declaró culpable de tráfico de cocaína. De momento no se conoce la sentencia, por lo que es factible que haya alcanzado una reducción a cambio de información. Su historia fascina en Estados Unidos, y el actor Armie Hammer (de La red social) se acercó a la familia y compró los derechos de su vida para hacer una serie. La realidad siempre supera la ficción.