El día que volvió a tomar posesión como presidente de Estados Unidos, Donald Trump anunció que a partir del 20 de enero los cárteles de la droga pasarían a ser considerados organizaciones terroristas. “Los cárteles han matado más estadounidenses que cualquier organización terrorista del mundo”, dijo Tom Homan, el encargado de la frontera designado por Trump, para explicar la decisión. En concreto, los grupos en la mira de Estados Unidos son los cárteles mexicanos, la Mara Salvatrucha de El Salvador y el venezolano Tren de Aragua, quienes desde este año son equiparables jurídicamente al ISIS o Al Qaeda. Y da al gobierno herramientas para deportar, congelar cuentas y detener a narcotraficantes y a sus familiares. Un grupo terrorista es aquel que busca usar la violencia indiscriminadamente (es decir, contra civiles y policías), con el fin de desestabilizar a un gobierno o de alcanzar sus fines. A continuación, hacemos un compendio de algunos de los atentados terroristas más brutales cometidos por los cárteles de la droga.
La segunda mitad de la década de los ochenta se conoce en la historia colombiana como los años del terror. Los asesinatos, secuestros y coches bombas se convirtieron en eventos casi cotidianos. Dentro de este lustro, el año de 1989 fue especialmente sangriento, y los cárteles –con Pablo Escobar a la cabeza– cometieron barbaridades similares, incluso para los estándares actuales. En agosto de ese año, el candidato presidencial Luis Carlos Galán, favorito para ganar las elecciones de 1990, fue asesinado antes de iniciar un mitin. Entre sus promesas estaba el extraditar a un grupo de narcos a Estados Unidos. Unas semanas después del magnicidio, el 2 de septiembre, los sicarios del cártel de Medellín pusieron un coche con 150 kg de explosivos delante de las oficinas del periódico El Espectador. Escobar ya había mandado asesinar al director del diario unos años antes y, unos meses antes, al asesor jurídico del diario. El coche bomba lo dejaron en una gasolinera que estaba enfrente del diario y, a pesar de la destrucción, no hubo muertos, pero sí setenta heridos. El motivo por el que querían silenciar a El Espectador era por la cobertura de los crímenes del narco.
Cuando intentaba acabar con sus enemigos a Escobar no le importaba si además morían inocentes. El 27 de noviembre de 1989 ordenó poner una bomba en el vuelo 203 de Avianca que cubría el trayecto entre Bogotá y Cali. Murieron ciento siete personas ese día, y aunque han pasado treinta y seis años del atentado, este sigue sin esclarecerse. La principal hipótesis es que Escobar quería asesinar a César Gaviria, el candidato presidencial, quien debía abordar ese vuelo, pero cambió de parecer en el último momento. Otras versiones, sin embargo, sostienen que los blancos eran dos testaferros del cártel de Cali o un arrepentido del cártel de Medellín que se disponía a testificar contra Escobar. En el 2009, cuando se cumplieron veinte años del atentado, la Fiscalía colombiana elevó el atentado a la categoría de crimen de lesa humanidad, con la esperanza de poderlo esclarecer, algo que sigue sin ocurrir.
Tras el atentado de Avianca, la presión contra Escobar se incrementó, pero esto no detuvo su sed de venganza. El Patrón del Mal quería librarse de todos sus enemigos y solo dos semanas después del atentado de Avianca puso su mira en el general Miguel Maza, el director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Meza buscaba cazar a Escobar para extraditarle a Estados Unidos. El 6 de diciembre llegó a su oficina, en la novena planta del edificio, a primera hora. Dos minutos después de las siete y media de la mañana, un autobús con 500 kg de dinamita explotó en la puerta de la oficina. La bomba hizo un cráter de cuatro metros de profundidad y trece de diámetro. Dejó setecientos heridos y sesenta y tres muertos. Pero el general Maza, objetivo del atentado, salió ileso. Su oficina estaba blindada y, aunque la explosión hizo que la silla en la que estaba sentado se estrellase contra una pared, salió ileso.
Muchos años después se supo que Meza trabajaba para Escobar hasta tres meses antes del atentado. En el 2016 le juzgaron por su participación en el magnicidio del candidato presidencial Luis Carlos Galán, dado que le quitó la escolta para facilitar su asesinato. Según la prensa colombiana, Meza traicionó a Escobar y empezó a trabajar para el cártel de Cali, lo que provocó la ira de Escobar y la decisión de eliminarlo a toda costa. Era difícil llegar a él y por ello se barajaron muchos planes. Uno de los más estrambóticos fue contratar a enfermos terminales de cáncer para que volaran en avionetas y se estrellasen contra la oficina de Meza. Finalmente optaron por el autobús bomba. Sabían que su oficina estaba blindada y en la novena planta, así que el plan era que la explosión derrumbara el edificio entero.
El Mencho
"Meza traicionó a Escobar y empezó a trabajar para el cártel de Cali. Era difícil llegar a él y por ello se barajaron muchos planes. Uno de los más estrambóticos fue contratar a enfermos terminales de cáncer para que volaran en avionetas y se estrellasen contra la oficina de Meza"
Nemesio Oseguera, “el Mencho”, es el líder del cártel Jalisco Nueva Generación. Se inició en el narcotráfico en los noventa y en el 2009 fundó su propio cártel para competir contra el cártel de Sinaloa. En tiempo récord se convirtió en uno de los capos más sanguinarios del país. En el 2015 el Ejército y la Marina de México pusieron en marcha la “Operación Jalisco”, que pretendía acabar con el Mencho tras las rejas. La inteligencia militar descubrió el escondite de Oseguera en Villa Purificación, una zona rural al sureste de Guadalajara, la capital de Jalisco. A primera hora del 1 de mayo, un helicóptero con dieciocho personas salió a detenerlo a su guarida. Sin embargo, los planes se filtraron al cártel. Un sicario apodado el Cebollo derribó el helicóptero con un lanzagranadas matando a nueve soldados. Era la primera vez que un cártel derribaba una aeronave del ejército.
El Mencho logró escapar y, en represalia, sus sicarios decidieron paralizar Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. Desde las nueve de la mañana secuestraron autobuses y coches, a los que prendieron fuego y atravesaron en las principales avenidas de la ciudad. Los habitantes de Guadalajara no pudieron moverse durante esas nueve horas. Al final de la jornada, el recuento de las autoridades es que habían muerto quince personas. Ese día, el CJNG quemó treinta y seis vehículos, cinco gasolineras y once bancos. El Mencho sigue libre desde entonces y, tras la captura del Mayo Zambada, es el narco más buscado de México.
El narcoterrorismo no es exclusivo de Colombia y México. En los últimos años Ecuador se ha convertido en un narcoestado. Su narco más peligroso, Fito, líder de Los Choneros, estaba preso desde el 2011. Seguía mandando desde la cárcel y, en agosto del 2023, ordenó el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio a once días de los comicios. En enero del 2024, las autoridades del país intentaron trasladarlo a una cárcel de máxima seguridad para desarticular su control del crimen organizado del país. Pero Fito se fugó y provocó el caos por todo el país. Sus sicarios, de hecho, secuestraron un canal de televisión de Guayaquil durante la emisión, en directo, del telediario. A uno de los periodistas le pusieron una barra de dinamita en el bolsillo para que pidiera a la policía que no interviniese en el canal. Fito sigue prófugo desde entonces. El presidente del país, Álvaro Noboa, ha declarado a veintidós cárteles como organizaciones terroristas.