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¿Es posible una iboga sostenible?

¿Es posible una iboga sostenible?
En la imagen, una plantación comunitaria que cuenta con el apoyo de Blessings of the Forest. Las plantaciones comunitarias proveerán de iboga ética como alternativa a la explotación de la planta en los bosques de Gabón.

El gran interés por la planta ha provocado una alarmante caída de su disponibilidad en los bosques de Gabón, una situación que organizaciones como Blessings of the Forest (BOTF) intentan frenar.

Si usted o alguien que conoce ha recibido un tratamiento con iboga en una clínica fuera de Gabón, casi con total seguridad la planta utilizada fue arrancada de los bosques de este país africano por recolectores furtivos provenientes del vecino Camerún y enviada ilegalmente a través de internet a países como México, Costa Rica o Canadá, en los que operan legalmente muchas clínicas de este tipo. La cruda realidad es que la enorme demanda en los países del norte rico por tratamientos con iboga, especialmente para tratar la adicción a los opiáceos, ha provocado la casi desaparición del arbusto en los bosques tropicales de Gabón, donde hasta hace poco su presencia era abundante. Algunas fuentes apuntan a que podría desaparecer en un futuro no muy lejano, y hay informes que señalan que hasta un ochenta y cinco por ciento de la iboga ha sido ya arrancada de su entorno natural.

Esta explotación afecta también a otros seres vivos que viven en las mismas zonas y dependen de un delicado equilibro ecológico, como el pangolín o el elefante, entre otras especies fuertemente amenazadas. Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la Tabernanthe iboga se halla en situación de preocupación menor, por lo menos en el 2018, cuando se examinó la situación de la planta. Ricard Faura, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, experto en iboga e iniciado en la tradición espiritual buiti, apunta a Cáñamo: “Existe preocupación por el hecho de que pueda suceder lo mismo que ha pasado con otras muchas especies animales y vegetales protegidas en estos bosques, y es que en tan solo diez años pase de preocupación menor a críticamente en peligro, ya que actualmente su cosecha furtiva es mucho mayor que su capacidad para regenerarse en estado silvestre”.  

Gabón es un país de la zona ecuatorial del continente africano con una superficie de doscientos cincuenta mil kilómetros cuadrados, aproximadamente la mitad que España, cubierto de bosques tropicales y con solo 2,2 millones de habitantes, la mitad en la capital, Libreville. Al norte linda con Guinea Ecuatorial y Camerún; al sur y al este, con la República del Congo, y en su lado oeste cuenta con ochocientos ochenta y cinco kilómetros de costa atlántica. Gabón es además la cuna de los buiti, que utilizan la iboga de forma ceremonial desde la noche de los tiempos. Desde siempre, estas comunidades se han abastecido de manera sostenible de su bois sacré (‘madera sagrada’) en los bosques de Gabón principalmente, pero también en Camerún, Guinea y Congo. Sin embargo, igual que sucede con otros recursos de alto valor para el norte rico, como el marfil o las piedras preciosas, la Tabernanthe iboga ha sido saqueada de su entorno, sin miramientos sobre su tamaño o edad, para su posterior venta en los mercados internacionales a un alto precio. Desafortunadamente, nada de estos beneficios recae sobre las comunidades que la utilizan para sus prácticas espirituales.

Faura, que también es coordinador de proyectos de Iniciativas de Participación de la Comunidad de la Iboga en ICEERS, con sede en Barcelona, dirigió un completo informe publicado en marzo del 2021 en el que se hace un retrato de la situación actual en torno a la iboga. Este informe está disponible en el sitio de la organización dedicada al estudio y la educación etnobotánica (www.iceers.org). A través del correo electrónico explica que en las zonas rurales hay iboga, no así en la capital, donde la policía intercepta sistemáticamente los transportes internos de la corteza de la raíz, algo en teoría legal, ya que lo único ilegal es su exportación desde el 2019. “No se entiende muy bien por qué la policía está requisando la iboga que se dirige a mercados internos de Libreville”, añade. Es tentador especular con que podría tratarse de corrupción policial, dado el alto valor que la planta sagrada tiene en el mercado internacional.

Ante esta situación, una organización que trabaja sobre el terreno para paliar esta problemática es Blessings of the Forest (‘Bendiciones del bosque’). Su fundador y director, el francés Yann Guignon, explica a Cáñamo por correo electrónico el tráfico ilegal de la iboga: “Muchas áreas, conocidas por la calidad de sus árboles de edad avanzada, algunos de más de cien años, han sido completamente arrasadas. Hoy los traficantes, la mayoría provenientes de Camerún, penetran hasta el corazón de los parques nacionales y se llevan los árboles de iboga más viejos, árboles que deberían dejar vivos tomando solo la cantidad necesaria. Está claro que los árboles de iboga más antiguos están desapareciendo por completo. La iboga de calidad es cada vez más escasa y, por lo tanto, mucho más cara”, explica Guignon. La ONG trabaja con el Gobierno gabonés y con distintas organizaciones locales para crear un marco legal y organizativo con el objetivo de salvar la iboga en su medio natural y proporcionar acceso legal y sostenible a la planta a facilitadores de todo el mundo.

Guignon explica en detalle cómo funcionan estos mercados ilegales: “Los traficantes entran en Gabón y arrasan con las plantas salvajes de los bosques o de pequeñas plantaciones en pueblos. También reclutan a jóvenes, a veces menores, para que arranquen todas las plantas que encuentran a su paso. Estos traficantes pagan la materia a precios ridículos, unos diez dólares por kilo de raíces. Después, la iboga llega a Camerún mediante sobornos a los agentes fronterizos y finalmente es puesta a la venta en internet, especialmente a través de las redes sociales”.

Ventas en línea

"La enorme demanda en los países del norte rico por tratamientos con iboga, especialmente para tratar la adicción a los opiáceos, ha provocado la casi desaparición del arbusto en los bosques tropicales de Gabón, donde hasta hace poco su presencia era abundante"

Una búsqueda en internet revela la existencia de un buen número de vendedores que ofrecen iboga en diferentes formas, desde el polvo de la madera hasta la ibogaína extraída, el principio activo de la planta. Es curioso observar cómo estos vendedores comparten un conocimiento extenso de la planta y los riesgos asociados, a la vez que promueven su toma sin supervisión, algo nada recomendable, ya que esta medicina afecta al corazón, un riesgo que requiere atención médica constante. No es extraño recibir anuncios y ofertas de venta de iboga en las redes sociales por parte de personas que señalan alguna relación con la planta en las mismas.

En su informe de ICEERS, Faura señala claramente: “Se puede concluir que actualmente toda la iboga de esta región está controlada por un mercado que no puede considerarse ético ni sostenible, principalmente por la total falta de garantías en la trazabilidad. Esta situación lleva al conjunto de clínicas que trabajan con iboga o ibogaína, así como a las personas y comunidades que adquieren iboga por motivos psicoespirituales o psicoterapéuticos, a recurrir al mercado ilegal de esta planta. Conscientemente o no, estas personas y estas comunidades se convierten en colaboradoras de la depredación progresiva de la planta sagrada”.

Protocolo de Nagoya

El Protocolo de Nagoya sobre el acceso a los recursos genéticos y la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de su utilización del Convenio sobre la Diversidad Biológica, o simplemente el Protocolo de Nagoya, fue firmado en el 2010 y Gabón fue uno de los primeros signatarios. Es un conjunto de obligaciones y medidas que tienen por objetivo evitar el pirateo cultural, químico y biológico de la naturaleza y las comunidades indígenas, asegurando que los pueblos originarios que viven junto a la naturaleza y son guardianes de sus conocimientos se benefician de manera ética y justa. BOTF actúa como mediador intercultural y consultor y ofrece apoyo técnico, estructural y financiero a las comunidades rurales que quieren compartir la iboga con el mundo y ponerse en contacto con clientes internacionales mediante el arbitraje del Gobierno gabonés. Hay ciertos avances y algunos proyectos de cultivar iboga, pero aún no es posible el reparto de beneficios sobre las ventas de iboga. Según apunta el profesor de la Universitat Oberta de Catalunya: “Hasta el momento, el Protocolo de Nagoya no ha sido efectivo en el mundo más que en alguna experiencia contada, como, por ejemplo, el caso del rooibos con las comunidades khoisan del África sudoccidental. En estos momentos se está estudiando cómo implementar el Protocolo de Nagoya en el contexto gabonés, y específicamente en relación con la T. iboga, pero hasta el momento aún no se ha puesto en marcha su implementación efectiva”.

“Queremos asegurarnos de que esto se hace de manera justa y sostenible, al tiempo que protegemos los ricos recursos del bosque gabonés y promovemos el modo de vida tradicional de estos pueblos”, dice Guignon. Mediante estudios, publicaciones y trabajo legislativo junto al Gobierno del país africano, la organización ha conseguido el importante logro de sensibilizar a la población y tener a la opinión pública informada y a un Gobierno receptivo que apoya estas medidas.

Hasta la fecha, BOTF ha conseguido fondos de la compañía de jabones de David Bronner All One Soap –que apoya la causa de la medicina psiquedélica y cuya ayuda a MAPS ha sido crucial para avanzar en la terapia con MDMA­– y de la fundación RiverStyx. Gracias a estos fondos, comunidades aisladas tienen alternativas a la explotación insostenible de maderas y animales del entorno natural. Estos fondos son cruciales porque las iniciativas de cultivo de iboga tardan años en ser rentables y aún no hay resultados tangibles.

Alternativas

"La enorme demanda en los países del norte rico por tratamientos con iboga, especialmente para tratar la adicción a los opiáceos, ha provocado la casi desaparición del arbusto en los bosques tropicales de Gabón, donde hasta hace poco su presencia era abundante"

La buena noticia es que sí hay alternativas al saqueo que sufren los bosques donde hasta hace poco vivía en armonía la iboga. La única que parece estar funcionando es el uso de otra planta: la voacanga africana. Esta tiene un compuesto –la voacangina– del que se puede semisintetizar ibogaína con relativa facilidad. El resultado tiene el mismo valor para uso terapéutico. Faura apunta: “La ibogaína procedente de esta fuente es trazable y legal, con lo cual no procede del mercado negro”. Existen plantaciones de voacanga, de cultivo fácil y crecimiento rápido. Es en el presente la única iboga verdaderamente ética y hay clínicas que usan ibogaína derivada de voacanga africana. “En principio, hasta que no se expidan permisos de exportación desde Gabón, la única ibogaína que tiene sello de trazabilidad y que es legal es la que procede de la voacanga africana. Hay clínicas que operan con ibogaína de la voacanga africana, pero parecería que la mayoría lo estarían haciendo con ibogaína de la Tabernanthe iboga”, dice Faura.

Guignon, por su parte, afirma categóricamente que no hay clínicas que utilicen iboga de comercio justo y, en todo caso, recomienda informarse sobre el origen de la planta, sobre su variedad y sobre la plantación. Sin embargo, alerta: “Aun así, con toda esta información, los traficantes son astutos y se van a aprovechar de la total ignorancia de los compradores”, y muestra fotos cuya veracidad es difícil de comprobar. En este momento, con la exportación de iboga prohibida en Gabón desde el 2019, una clínica puede esperar a que alguna comunidad reciba una licencia de exportación para que un comercial la pueda revender en el mercado internacional en concordancia con los protocolos éticos establecidos. También puede acceder a la planta a través del Gobierno gabonés y de mediadores como Blessings of the Forest con acceso a plantaciones.

Pero cultivar Tabernanthe iboga tampoco es la solución perfecta, ya que presenta ciertas dificultades. Como dice Guignon: “No es como cultivar tomates”. La planta tarda un mínimo de cinco años en madurar y es común que el crecimiento sea muy lento o que la concentración de ibogaína resulte baja. Ya se han iniciado un número limitado de iniciativas con el apoyo y la financiación de BOTF en Gabón. De igual manera, hay plantaciones privadas en los países africanos que comparten la misma latitud tropical, e incluso en el continente americano, como es el caso de Costa Rica, país en el que hay un buen número de clínicas que sirven a muchos pacientes provenientes de Estados Unidos con necesidad de este tratamiento. Estas plantaciones son privadas y hasta cierto punto secretas, debido a las leyes que persiguen a las plantas medicinales en muchos países, por lo que no se efectúa un conteo oficial de ningún tipo. También existe la posibilidad de sintetizar ibogaína en un laboratorio sin necesidad alguna de pasar por la planta, pero no hay en el presente laboratorios que hagan esto, ya que los métodos actuales no permiten la producción a gran escala. Aunque, según señala el informa de ICEERS, esta debería convertirse en la solución ideal para el futuro. Hay otra posibilidad más: existen varios proyectos en marcha para crear en un laboratorio compuestos nuevos que tengan las mismas propiedades antiadictivas de la iboga pero sin los efectos sobre la mente.

Esta problemática con la planta sagrada de la iboga es una muestra más de la fuerte presión que estos delicados entornos naturales sufren debido a la fuerte demanda de los países ricos. La realidad es que la presente revolución psiquedélica provoca una sobreexplotación de los recursos naturales y efectos negativos sobre las comunidades que son guardianas y conocedoras de estos tesoros de la naturaleza, como el sapo de Sonora, el peyote del desierto de México y Texas, la ayahuasca y la chacruna del Amazonas y, también, la iboga de los bosques de Gabón.

Bosques, semillas, flores y frutos. Las comunidades que practican buiti cuentan con sus propias plantaciones, tanto para autoconsumo como para la exportación.
Bosques, semillas, flores y frutos. Las comunidades que practican buiti cuentan con sus propias plantaciones, tanto para autoconsumo como para la exportación.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #293

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