The Green Witch Project, un documental de media hora realizado desde ARSU –asociación dentro del Plan de acciones sobre drogas de Reus, formada por personas que consumen o han consumido drogas–, reúne a 19 mujeres que llevan a cabo un ejercicio de visibilización hablando con naturalidad, sin pedir permiso ni perdón, sobre el cannabis y sobre mujeres que usan drogas. Si en este documental producido por Hokusai Films y dirigido por Toni Llort, Christophe Sion y Tre Borràs, psiquiatra al cargo del Pla d’accions sobre drogues de Reus, aparecen médicas, politólogas, trabajadoras sociales, antropólogas, sociólogas, abogadas, usuarias y activistas de nueve países distintos, en la guía ilustrada Cannabis como herramienta de reducción de daños se recoge la experiencia sobre el tema de Metzineres, una cooperativa capitaneada por la antropóloga Aura Roig que trabaja con mujeres y personas de género no binario que usan drogas.
En ambos proyectos, usuarias, activistas y profesionales de diferentes ámbitos ponen en común su experiencia y demuestran de paso que es pertinente y necesaria una perspectiva de género cuando hablamos de drogas en general y de cannabis en particular. Los contextos y los efectos de las sustancias varían cuando es una mujer la que consume, por cuestiones biológicas, sí, pero también por las prácticas de consumo que despliegan, desde consumir acompañadas a limitar las dosis, pasando por organizar mejor los consumos. Sin olvidar el estigma asociado a las mujeres consumidoras, mucho más hiriente y prejuicioso que en el caso de los hombres.
El proyecto de la bruja verde
The Green Witch Project muestra lo lejos que estamos aún de una verdadera normalización en relación al cannabis. Si nos paramos a escuchar el testimonio de todas estas mujeres resulta descorazonador que no se haya investigado más los beneficios del cannabis para situaciones específicas con las que lidian las mujeres y también para tratar el malestar que generan otras sustancias o tipos de consumo. Solo los prejuicios de la prohibición, que concibe las drogas como intrínsecamente malas sin apenas distinción entre ellas, explica este descuido.
Frente al desprecio institucional y a la ignorancia de gran parte del estamento médico, el testimonio de estas mujeres nos habla de un conocimiento atesorado por años de experimentación, abordado de forma intuitiva y reafirmado por su puesta en común. Así en el documental aclaran las bondades del uso del cannabis para “el autocuidado en entornos domésticos y redes informales”, “la automedicación para tratar dolencias y enfermedades físicas y psicológicas” y también “los usos recreativos y experimentales vinculados a estrategias para reducir el consumo de otras sustancias más nocivas, como el alcohol, la cocaína o la heroína”.
Acostumbrados a las reclamaciones feministas de los últimos años sorprende encontrar un campo de lucha tan poco trillado, como es el que aparece al cruzar la perspectiva de género, las políticas de drogas y las prácticas de consumo. Desde este punto de vista se revelan las injusticias, las torpezas, la ignorancia y la crueldad que se ha ejercido sobre las mujeres consumidoras de drogas. En The Green Witch Project, como remarcan en la nota de prensa promocional, se denuncia lo poco que se han estudiado el uso de drogas en el ámbito científico “desde una perspectiva no condicionada por las políticas prohibicionistas que imperan en todas partes, planteando una investigación libre de prejuicios que nos permita entender de forma clara los beneficios”. Y en este mismo sentido señalan “un vacío y un gran sesgo en la ciencia, hecha casi toda por hombres blancos”, que ignora “los efectos que tienen ciertas sustancias sobre los cuerpos de las mujeres”.
El racismo y la aporafobia se suman al atropello. Por ejemplo, en Brasil, donde la psicóloga Isadora Simões de Souza, de la Universidad Anhembi Morumbi, denuncia cómo cuando las drogas están ilegalizadas se redobla la criminalización de la población negra y pobre, a menudo reprimida por una policía que tiene en su mano decidir si una persona es usuaria o traficante.
La manera de proceder de estas expertas en reducción de daños siempre va precedida de una escucha activa a las usuarias. “Es a partir de sus experiencias que hemos planteado la necesidad de empezar a incorporar estos usos del cannabis de forma más regulada. Haciendo una propuesta útil y beneficiosa que hasta ahora era bastante imposible debido a la fiscalización de la Convención Única de Naciones Unidas”, señala Tre Borràs.
El cannabis como puerta de salida
Hay ya proyectos en marcha en otras partes del mundo. En Sudáfrica, cuenta Monique Marks, socióloga de la Durban University of Technology, “hemos puesto en marcha el primer programa de terapia para substitución de opiáceos y hemos usado el cannabis como una forma de reducción de daños. Hemos observado cambios positivos, en ningún caso negativos. No lo vemos como una sustancia que remplace a otra, se trata de una forma menos dañina de consumo, en lugar de otra más dañina”.
Desde Colombia, la socióloga Vanessa Morris, implicada en el proyecto ATS, abunda en esta idea del cannabis como puerta de salida: “Siempre se habló del cannabis como la entrada al consumo de otras sustancias más fuertes. Lo que hemos visto ahora es que termina siendo una salida a otras sustancias como el basuco o la heroína. Vimos cómo mujeres transitaron desde un consumo dependiente a un consumo de marihuana”.
El documental alterna las voces de expertas en reducción de riesgos y de usuarias de drogas, aunque tanto unas como otras hablan en primera persona, a veces en singular y otras en plural, haciendo causa común y difuminando las fronteras habituales entre profesionales y “pacientes”. De esta forma, Maria Stagnitta, trabajadora social de la cooperativa CAT en Italia, cuenta su propia experiencia, en pasado y en presente: “Yo he sido una consumidora de sustancias por vía endovenosa y el cannabis ha sido para mí un instrumento muy importante para superar este episodio. Hoy en día hago un uso cotidiano del cannabis, no me condiciona mi actividad profesional; en estos años, de hecho, he crecido profesionalmente. Por suerte, trabajo en un contexto en que mi consumo es visible, es conocido en mi ambiente laboral y eso no estigmatiza mi desarrollo”. Además de en su propia experiencia, Maria Stagnitta ha comprobado que en los programas de tratamiento el uso del cannabis ayuda, “sobre todo para las personas que tienen que pensar en una vida sin ‘droga’, algo que les da miedo.” Y aclara que “el cannabis se convierte en una puerta de salida, aportando el placer que produce su uso”
Además de como puerta de salida, para las que quieran dejar de consumir, otras mujeres utilizan el cannabis para manejar mejor sus consumos. Como la activista Erin O’Mara, coordinadora de la International Network of Women Who Use Drugs, que utiliza el cannabis para aminorar la ansiedad y manejar mejor el uso del crack: “el cannabis es realmente una buena herramienta para bajar un poco y parar la urgencia, no como la heroína, que te pide más, o las benzos”.
Embarazadas que usan cannabis
Especialmente interesante es escuchar en el documental a la estadounidense Lynn Paltrow: “Incluso en Colorado, que para todo el mundo es legal fumar marihuana, si se descubre en el momento del parto que has estado fumando durante el embarazo, pueden quitarte al bebé”, empieza diciendo esta jurista y directora ejecutiva de NPPW (National Advocates for Pregnant Women) una organización para la defensa de las mujeres embarazadas.
“Todo lo que las mujeres hagan durante el embarazo –continúa Lynn Paltrow– tendrá un gran impacto en sus vidas por el hecho de quedarse embarazadas. No es tan importante qué sustancias toman o dejan de tomar, sino los determinantes sociales: si son pobres, si tienen una buena alimentación, si están experimentando racismo crónico, estrés, todo esto va a tener un gran impacto en el desarrollo del embarazo. No existe ninguna investigación que pueda sustentar la creencia de que usar cannabis durante el embarazo cree daños significativos. Lo único que está constatado es que hay riesgo de un posible daño. Pero, por ejemplo, hay muchos más riesgos demostrados en fumar tabaco durante el embarazo. Ahora bien, si usar cannabis es una excusa para regular, controlar, separar y castigar, no importa lo que la investigación científica diga. Y si la investigación está buscando algo simplemente para justificar el castigo, el control y la separación de familias, estas investigaciones científicas carecen de valor.”
Paltrow añade que además de no estar demostrado que el uso de cannabis durante el embarazo provoque daños significativos, “hay mujeres embarazadas que utilizan el cannabis para lidiar con el síndrome de las náuseas matutinas”, una dolencia para la que “los tratamientos disponibles no son efectivos para todas las mujeres ni tampoco se han demostrado seguros”.
The Green Witch Project es un documental de bajo presupuesto y de solo media hora de duración, pero tiene el mérito de tratar sin prejuicios los usos del cannabis por parte de mujeres en distintos contextos, cambiando el marco de análisis y abriendo el debate más allá de los parámetros habituales. Se trata, ni más ni menos, de un ensayo de esa nueva narrativa que necesitamos para combatir los discursos sobre drogas impuestos por la prohibición. Como bien dice Aura Roig al final de The Green Witch Project, “el cannabis puede ser la punta de lanza para una lucha contra la criminalización de todas las drogas. Una lucha para ampliar el conocimiento y romper el estigma sobre las sustancias, para conocer más y visibilizar a las mujeres que usan drogas, de una manera no estigmatizante, reconociendo que la mayoría las utilizamos de manera no problemática, sea la sustancia que sea. Las políticas sobre las drogas deben cambiar para todas las sustancias. Y tener muy en cuenta a todas las personas que solemos dejar fuera: las mujeres trabajadoras sexuales, las que viven en la calle, las que tienen enfermedades mentales... Necesitamos espacios más inclusivos, que tengan en cuenta esas realidades y no dejar a nadie fuera”.
Las enseñanzas de las Metzineres
Precisamente desde un lugar inclusivo como pocos, se ha hecho la guía ilustrada Cannabis como herramienta de reducción de daños que recoge en formato cómic las enseñanzas de las Metzineres, mujeres y personas de género no binario que usan drogas.
Metzineres, desde su local enclavado en el barrio barcelonés del Raval, ha generado en sus cuatro años de vida un entorno de cobijo en el que han participado unas 350 mujeres que sobreviven a una realidad de violencia y discriminación por, entre otras cosas, su uso de drogas. Este proyecto cooperativo desarrolla un innovador programa de reducción de riesgos basado en el respeto de los derechos humanos y tiene, más allá de su enorme trabajo asistencial, un valor indudable para la investigación social, pues las participantes se implican en un espacio de libertad y respeto que hace de sus relatos un necesario testimonio para cambiar la narrativa establecida sobre drogas. De ahí que la experiencia reunida en esta guía didáctica sobre el cannabis y las mujeres que usan otras sustancias sea especialmente valiosa, pues no va acompañada del acostumbrado paternalismo salvador ni de la habitual moralina. Como bien dicen ellas: “Nosotras, mujeres y personas de género no binario que sobrevivimos a múltiples situaciones de violencia y vulnerabilidad, utilizamos la cannabis para reducir el dolor, los problemas relacionados con el uso de otras sustancias psicoactivas, los trastornos alimenticios, los efectos secundarios de la quimioterapia, las alteraciones del sueño o la angustia y el estrés derivados del miedo y el trauma”.
El proceso para elaborar esta guía ejemplifica el método de escucha y acompañamiento de estos proyectos. Durante unos meses, a la pregunta sobre el uso que hacen del cannabis, las mujeres de Metzineres respondieron con sus impresiones, opiniones y relatos. Unas respuestas que fueron más tarde evaluadas por José Carlos Bouso, de la Fundación ICEERS, quien respaldó su valor científico. Así mismo, se sometieron las conclusiones al juicio de Mireia Ambrós de RdR Cannabis y a las activistas de REMA, la Red de Mujeres Antiprohibicionistas en Materia de Drogas. Este contenido, así refinado y enriquecido, fue de nuevo revisado por las metzineres antes de formalizarlo con las ilustraciones de Alicia Nieto (@Maligneando). Tanto Cannabis como herramienta de reducción de daños, como el documental de The Green Witch Project, fue posible gracias a la ayuda económica que aportó la Fundación Alchimia Solidaria.
Conscientes del valor de esta guía, desde la redacción de Cáñamo, la hemos adaptado en las páginas que siguen para el uso y disfrute de nuestras lectoras y lectores.
El documental The Green Witch Project puede verse en www.thegreenwitchproject.net