Ahora que el movimiento cannábico argentino se expande, un conocido cannabicultor hace un repaso de la historia del autocultivo en el país sudamericano contando su experiencia y retratando a las figuras más sobresalientes en el cuidado y conocimiento de nuestra amada planta en el país latinoamericano.
Al poco tiempo de comenzar a fumar cannabis, recibí la visita de mi tío que venía de Europa. Me regaló dos revistas, Cáñamo y Yerba, además de cogollos traídos de Ámsterdam. Cuando me hizo olerlos le dije: “¡Te cagaron, esto no es marihuana!”. Obviamente, el que se cagó fue él, pero de risa ante mi exclamación. Claro, lo único que conocíamos aquí como marihuana eran unas piedras marrones, marihuana prensada proveniente de Paraguay. En esa época, allá por el año 2001, mucha gente que plantaba cannabis esperaba de alguna forma lograr producir, de sus plantas, la famosa piedra marrón. Yo mismo en mi primer cultivo planté unas semillas del prensado que puse muy juntas en mi pequeño jardín, las cuales crecieron más de tres metros de alto y, para colmo, algunas resultaron hermafroditas. Intenté formar la piedra marrón, lo cual resultó imposible (¡ja!).
La cultura cannábica en el país prácticamente no existía; no había revistas, solo algunas webs españolas de cultivo, que, gracias a sus foros, brindaron el sustrato fértil donde germinaría la semilla de la comunidad cannábica argentina. El relativo anonimato y punto de encuentro cibernético que internet proveía en ese momento sirvió especialmente a este grupo diverso de gente que comenzaba a tener una relación con las plantas que la ley considera prohibidas.
Uno puede ir preso por cultivar, y eso no ha cambiado en todos estos años, más allá de las promesas de (no tan) distintos gobiernos
Aunque hace un mes se aprobara en la cámara de Diputados de la Nación una ley que permite el acceso al aceite de cannabis medicinal a aquellos pacientes inscritos en un registro estatal, uno puede ir preso por cultivar, y eso no ha cambiado en todos estos años, más allá de las promesas de (no tan) distintos gobiernos, y más allá de falsas proclamas de libertad basadas en el fallo de la Corte Suprema, que declaró inconstitucional penalizar la tenencia para consumo personal, a raíz del caso Arriola. Si bien esto trajo un poco de alivio, no representó ningún cambio en la ley (aunque sí en su interpretación, variable en cada caso particular). Lo que nunca nadie dijo es que el tal Arriola no fue absuelto, sino que es un pobre tipo que fue preso por vender tres cigarrillos de una planta benéfica a otro que se lo requirió (el cual sí fue absuelto), fuera para su salud, su uso espiritual, su recreación, simple placer o cualquier otro uso. Pese a una ley fascista como es la ley actual de drogas en la Argentina, los amantes de las plantas nos plantamos, literalmente, a ejercer nuestro derecho a la autodeterminación y al autoabastecimiento, en la esfera de nuestra privacidad y sin perjudicar a otros.
Las Cannabis Parade
Las reuniones entre foreros fueron creciendo, y pronto llegaron las Cannabis Parade, reuniones de cultivadores y activistas de todo el país que compartían ideas, experiencias y los frutos de nuestros cultivos anualmente, casi siempre en las sierras de Córdoba. De a poco iba gestándose una consciencia de grupo, de pertenencia por las plantas que nos unen.
Las primeras copas cannábicas Del Plata fueron el lugar donde nos reuníamos exclusivamente los cultivadores más dedicados e involucrados en este hobby, y también fue el primer espacio donde se gestó una industria cannábica local, con el primer grow shop de toda Sudamérica, que fue el ya mítico Pulpot, y donde conocí al incansable activista Mike Bifari, quien nos acercó al saludable hábito de vaporizar plantas medicinales.
Años después llegarían las revistas argentinas Haze y THC, el salir a la superficie como movimiento; la información que antes era transmitida de persona a persona, como de maestro a discípulo, comenzó a estar un poco más disponible al público en general.
Cultivar sativas exóticas y landraces siempre ha sido una pasión desde que me inicié como cultivador, casi al mismo tiempo que descubrí el cannabis, siendo aún bastante joven, a los dieciocho años. En junio del 2003, con mucha paciencia, logré cosechar mis primeras flores de una planta paraguaya que había plantado en el jardín de mi abuela, una inmigrante española que me ayudó mucho en el cultivo. Todavía recuerdo el exótico sabor a naranjas orgánicas de mi primera planta, y aquel efecto más natural y relajado que el del prensado, que en esa época todavía a veces era bueno.
En ese punto tuve mi primera reunión con otros cultivadores, recuerdo que fueron San Cristóbal Mota y Genarito, quien fue un maestro para mí tanto en el cannabis como con otras plantas de conocimiento. Junto a ellos también conocí a BahiaSeeds, excelso criador de cannabis, además de coleccionista de variedades autóctonas de todo el mundo, muy bien conectado con otros coleccionistas privados de semillas, y también con los dueños de los mejores bancos. En mi opinión, es el argentino que más sabe sobre cannabis autóctono en el mundo, y es autor de híbridos excepcionales y muchas veces premiados, como Blueberry/Sandstorm, Etiopia/Malawi, Haze/Panama y muchísimos otros. Gracias a él conocí muchas sativas especiales como PCM (Paraguay/Colombia/México), Panama Red 1974, Paraguay 1989, Jamaica Blue Mountain, Destroyer antiguas, Blueberry de los setenta, Haze puras americanas y muchas otras excentricidades cannábicas, que cada día es más raro encontrar en este degenerado mundo de autoflorecientes, feminizadas e híbridos de híbridos con nombres falsos.
Mi planta más rica y algunos trofeos
La planta más rica que cultivé en esta década fue una semilla de Old Haze x Panama Red, de BahiaSeeds. Obtuve la semilla de un cogollo de esta antigua Haze pura que vaporizamos juntos en una copa en la que él fue jurado. La Old Haze x Panama Red tenía un sabor a incienso frutal inigualable, un sobretono de caramelo de frutos rojos y un dejo de madera añeja. Absolutamente exquisito e inolvidable. El efecto era igual de maravilloso, sintonizando los sentidos a una frecuencia sinestésica sublime y trascendental. Recuerdo no poder prender esta flor en público, ya que era tan rico su olor, que inevitablemente cualquier desconocido, hasta el más tímido, iba a animarse a pedir una calada de esa flor divina e irresistible. Un clon de esta planta cultivado por S.C. Mota subió al podio en varias copas, obteniendo en el 2007 el premio máximo de campeón en la Copa del Plata.
En el 2006 llegué a lo más alto del podio en esa copa, siendo campeón con una Blueberry/Sandstorm x Afgana antigua, también genética de BahiaSeeds, otra planta memorable. Era una hashplant antigua originaria de Afganistán, recolectada antes de la invasión soviética a ese país, cruzada con una hembra de resinas blancas apodada La Blanca (Blueberry x Sandstorm), la cual expresaba gran influencia de un fenotipo marroquí que se encontraba originalmente en la línea antigua de Sandstorm, que luego fue descartado por los criadores de CannaBioGen en favor del más vistoso y exótico feno púrpura aportado por la Pakistan Chitral. Esta bomba de predominancia índica fue plantada en el lugar de un antiguo gallinero en la quinta de mi abuela, por lo que el suelo de tierra negra compostada durante años con caca de gallina era óptimo para el desarrollo de cualquier planta, y particularmente del cannabis. Los cogollos eran enormes, la cantidad de resina asombrosa y el sabor espectacular, suave olor a aceite de oliva que al romper las glándulas se transformaba en intenso olor a chocolate afgano floral y cremoso, fresco, profundo y a la vez delicado. El hash de esta planta era sublime, el mejor que probé jamás. Una plastilina negra que nunca se endurecía demasiado, extremadamente potente, relajante y muy medicinal, al igual que las flores de esta índica campeona. Por suerte, la producción también fue extraordinaria y pudimos disfrutar de sus flores por largo tiempo, hasta el año siguiente. Ese año fue un gran año para mí, ya que obtuve también un premio por una Trainwreck x Ak47, un híbrido que fuera mi primer incursión en el mundo de la crianza cannábica. Este cruce de dos variedades excepcionalmente resinosas y potentes ha dado excelentes resultados tanto indoors como outdoors, igualando o superando en calidad a híbridos de primer nivel de bancos internacionales, cuyas semillas cuestan decenas de euros. Ha sido base para varios de mis híbridos posteriores, entre ellos un intento por lograr la planta ideal (según mis parámetros), que fue cruzando la Train/Ak con Old Timer’s Haze, la línea Haze pura de los setenta que sacó al mercado ACE Seeds. Este banco, al igual que CannaBioGen, es una gran fuente de variedades puras y estables, autóctonas de diferentes partes del mundo, y también de híbridos de sativas puras, algunos con gran relevancia histórica, como esta línea Haze pura proveniente del cultivador británico Old Timer, que incluye tanto fenotipos púrpura de Purple Haze como fenos verdes de Green Haze y algunos intermedios. Esta línea es otra de mis favoritas de todos los tiempos; son plantas con un ciclo vital muy largo, extensas floraciones, muy difíciles de cultivar en indoors, pero que en exterior crecen fácilmente hasta cuatro metros o más y dan buenas producciones de flores sumamente resinadas y exóticas, tanto por sus maravillosos colores, como por sus psicodélicos efectos, con casi nada de pegue en el cuerpo.
Luego de cultivar esta línea sativa pura, también la crucé con las Destroyer antiguas que hace años guardo. El resultado fue sorprendente, al igual que en el cruce con Train/Ak. La larga floración de cuatro o cinco meses de las OT Haze se ve reducida a tres meses o menos, y la producción incrementada considerablemente. Esta línea Haze es bastante dominante, al transmitir rasgos muy interesantes a su descendencia, como lo son el llamativo color de las flores y el revés de las hojas, la gran cantidad y tamaño de tricomas de sativa pura (lo que significa un muy bajo o casi nulo contenido de CBD), la gran ramificación y vigor vegetativo, un sabor dulce frutal-inciensado, e intensos efectos psiquedélicos (“manifestadores del espíritu”). Actualmente, continúo desarrollando híbridos de sativas como Purple Haze/Trainwreck, Panama/Tom Hill’s Haze, Punto Rojo x OT Haze, buscando lograr plantas de efectos enteogénicos, para un uso principalmente espiritual.
La expansión de la semilla de la inteligencia
A partir de la última década, el movimiento cannábico argentino multiplicó exponencialmente su tamaño, la industria creció y se consolidó, y el número de nuevos cultivadores aumenta día a día. Todo bajo el mismo obsoleto marco legal, que es una constante amenaza a la libertad y a la tranquilidad de los simples amantes de la naturaleza que somos los cultivadores de cannabis y otras plantas psicoactivas. Humanos despiertos, soñando nuestro propio sueño colectivo inspirado por las plantas, quienes son mensajeras del amor, de la paz espiritual, de la interconexión de la vida y de nuestra integración en el cosmos (la belleza).
Espero que en el futuro próximo podamos ver una transformación positiva, evolutiva, de apertura de consciencia para quienes la buscan y también para los que no. Un cambio de ley es sumamente necesario. Pero nada se puede esperar de la clase política, despreciables hipócritas corruptos y mafiosos, quienes se benefician directamente de la prohibición por estar íntimamente relacionados con el narcotráfico. Entonces, todo lo que los habitantes autónomos del planeta Tierra podemos hacer es seguir plantando la semilla de la inteligencia, de la lucidez dentro de la ensoñación, y cultivando nuestra libertad, nuestra paz interior, que, como bien sabemos, es un estado de consciencia. Las maestras son las plantas, hay que estar dispuestos a aprender de ellas, ser buenos alumnos por nuestro bien, el del planeta y el de todos los seres sintientes.