La Trini dice que el pollón de Nené me sienta bien, pero no es solo eso. Quizás sea incluso más definitivo sus carencias con el idioma; Nené no habla español ni se preocupa por aprenderlo, y eso para el amor es buenísimo. Cuando recuerdo mi relación con Marcelo me doy cuenta de que el parloteo continuo impide la verdadera intimidad, es como si nos encerrara en una especulación discursiva sin descanso, en una cárcel de palabras. Nené no habla, le basta con reír y mirarte con esos ojos vivos y una siente entonces que los latidos del corazón no se apagan con la cháchara mental y que la sangre bombea más espesa y caliente.
He intentado enseñarle español. Dos veces conseguí sentarlo en una silla en el salón y al cuarto de hora ya estábamos follando. Nené no sabe escribir y aunque se supone que conoce el francés, lengua oficial en Senegal, en realidad solo habla en wolof. Al ver que las clases particulares no surtían efecto, contacté con una asociación de migrantes de Lavapiés que organiza cursos gratuitos de español. Allí asiste con gran provecho Madú, el amigo de Nené, al que también tiene la Trini recogido en casa. El caso es que inscribí a Nené en el curso básico y como vi que necesitaban profesores para cubrir las bajas de vacaciones yo misma me ofrecí para dar clases.
Esa misma tarde dejé a Nené en su aula y me metí en la de al lado para dar mis primeras lecciones sobre lengua y cultura a una decena de subsaharianos, dos bangladesís, una china y dos mujeronas de Mali. Siguiendo las indicaciones del coordinador de la asociación comencé explicándoles que mi intención era profundizar en el idioma y en la idiosincrasia hispana comentando poemas, canciones, noticias de periódicos o escenas de películas, y que estaba abierta a sus sugerencias. Me había preparado para que leyéramos juntos la noticia del suicidio de Miguel Blesa y poder hablar de la corrupción y de la política; sin embargo, empecé y vi que no les interesaba, así que sobre la marcha les propuse el análisis de la canción “Palabras para Julia” en voz de Silvia Pérez Cruz, una oportunidad para hablar de las relaciones entre padres e hijas. La puse en Youtube pero no dejaron ni que terminase. “Despasito”, dijo uno, que por qué no analizábamos una canción que no fuese aburrida.
De esta forma fue como dedicamos la primera clase a “Despacito”, de Luis Fonsi. A las tres mujeres les parecía muy bien descrito el espíritu femenino caracterizado en el reguetón como una mezcla de “malicia con delicadeza”, y tanto a ellas como a ellos les resultaba muy poético y erótico el símil de la penetración con el acto de escritura, cuando dice: “Firmo en las paredes de tu laberinto y hago de tu cuerpo todo un manuscrito”. La verdad es que nos divertimos y tuvimos un apasionado debate acerca del amor, en el que me sorprendió gratamente la visión feminista de las dos malienses.
A ritmo de reguetón llevo ya más de un mes dando clases y conociendo la realidad de los sin papeles que habitan las calles de este barrio. ¿Y qué pasa con Nené? Después de aquella primera tarde ya no volvió y yo he dejado de insistirle. El dominio del idioma es fundamental para poder integrarse, pero ¿quién quiere integrarse? Mis alumnos, y también Madú, tienen la ambición de prosperar, de tener un trabajo, una casa con varios televisores, un coche grande y todas esas cosas que son más fáciles de conseguir aquí que en sus países de origen. Nené no; a él le basta con vivir el momento, comer cuando hay comida, fumar cuando hay hierba y follar siempre que se pueda. Lo curioso es que pese a ignorarlo casi todo de nuestro mundo no asume una posición subordinada respecto a los demás. Es como si tuviera las claves de un orden más profundo donde el entendimiento se articula en torno a los cuerpos, como si Nené fuera el soberano de un antiguo reino perdido que aún sobrevive bajo el ruido de las palabras. Trini dice que nunca me ha visto tan enamorada y es posible que sí, que haya hecho falta un negro extranjero para, como diría Luis Fonsi, hacerme olvidar mi apellido. Pasito a pasito, suave, suavecito.