Esta es la segunda entrega de un artículo en tres parte sobre los posibles escenarios en que puede desembocar el trabajo de la subcomisión sobre cannabis medicinal. En la primera entrega (I: Los posibles desastres) expliqué de qué formas la misión de la subcomisión puede fracasar y no conducir a una regulación. Recordemos que el trabajo de la subcomisión es evaluar las experiencias de otros países con el cannabis medicinal y la evidencia científica disponible sobre su uso, y redactar un informe para que el Gobierno lo utilice en una posible regulación del cannabis.
Una vez descartado el fracaso absoluto, en esta entrega abordaré algunos de los principales debates que tendrá que enfrentar la subcomisión y de qué modo su resolución podría conducir a la promulgación de una ley que resulte insuficiente para buena parte de los pacientes con dolencias tratables con cannabis medicinal. Podría ser que la subcomisión reconozca la utilidad, seguridad y eficacia del cannabis medicinal, pero que lo haga de forma muy limitada. El Gobierno u otros grupos políticos también podrían imponer estas limitaciones más tarde, si la regulación llega a discutirse en el Congreso.
La limitación con peores consecuencias sería dejar fuera de la regulación al THC. Es decir, sólo regular el CBD y los productos que lo contengan. Aunque el CBD tiene aplicaciones probadas y sirve como tratamiento útil para distintas patologías, la mayoría de pacientes necesitan el THC. En la mayoría de los casos los preparados y las variedades de cannabis medicinal combinan ambos cannabinoides para lograr un mejor efecto terapéutico con menores efectos secundarios. Una regulación como esta se ha dado en algunos países pero resulta a todas luces insuficiente si lo que se pretende es ayudar a los pacientes.
Otro posible escenario es que sólo se aprueben determinados fármacos y preparados cannábicos que, aun incluyendo el THC, no cubran todas las necesidades de los pacientes. Las opciones aquí son casi ilimitadas, por ejemplo, podría aprobarse únicamente el uso de preparados sintéticos o extracciones puras de THC, como el dronabinol o la nabilona, y excluir el resto de productos cannábicos medicinales, desde los aceites hasta los cogollos. Existe una gran variedad de preparados medicinales del cannabis y una enorme variabilidad de pacientes con dolencias para las que el cannabis es efectivo, pero no todos sirven a todos y en ocasiones un mismo producto medicinal puede ser beneficioso para un paciente y contraproducente para otro.
Para muchos de los pacientes los preparados con CBD y THC y los de espectro completo (que incluyen otros cannabinoides) funcionan mejor que los cannabinoides aislados a partir de extracciones o síntesis en laboratorio. Del mismo modo, el acceso a cogollos de la planta es necesario para algunos pacientes que necesitan aliviar sus síntomas de manera rápida por vía del consumo vaporizado, y que no pueden esperar una o dos horas a que un fármaco de uso oral o sublingual haga efecto para calmar sus síntomas. Cuantas más opciones terapéuticas sean excluidas de la regulación más pacientes quedarán sin acceso a los remedios que les serían más efectivos.
En el mejor de los casos la regulación incluirá una variedad de opciones terapéuticas que podrían ir desde los cannabinoides aislados en forma de fármacos hasta los cogollos, los aceites y otros preparados con diferentes concentraciones de THC y CBD y con diferentes opciones de administración, para que se adapten mejor a cada patología y a las necesidades de cada paciente.
Por último, la subcomisión tendrá que determinar cuáles serán las enfermedades y dolencias para las que el cannabis estará legalmente regulado. Esta será otra de las grandes batallas de la sociedad civil y los pacientes para conseguir que sus patologías médicas sean incluidas en la lista de acceso al cannabis medicinal. Se podría dar el caso extremo de que la subcomisión recomiende que cualquier paciente pueda ser tratado con cannabis si un médico así lo considera, pero es poco probable. De nuevo, las posibilidades son casi infinitas, y dependerá de los diputados de la subcomisión, del Gobierno y del resto de grupos políticos permitir un acceso más amplio o más restringido.
Llegado a este punto, hay patologías que tendrían el puesto casi asegurado en la lista, como el dolor neuropático, la esclerosis múltiple, las náuseas y pérdida de apetito en pacientes con tratamientos contra el cáncer, y otras tantas para las que el cannabis se usa con buenos resultados desde hace años. Es probable que otras patologías como las de la salud mental (por ejemplo, los trastornos de ansiedad y los trastornos del sueño) o las que afectan a personas menores de edad (en especial las epilepsias refractarias), sean vistas con mayor suspicacia por parte de la subcomisión o el Gobierno, y queden excluidas, aunque en otros países se aplican con buenos resultados y hay estudios que avalan su efectividad.
Hay que tener en cuenta que una regulación siempre implica definir unos límites. El trabajo de la subcomisión consiste en estudiar y justificar cuáles son las limitaciones más adecuadas para que los pacientes que lo necesitan se puedan beneficiar del cannabis medicinal; a sabiendas de que una regulación muy restrictiva obligará a muchos pacientes a seguir en ilegalidad y a recurrir al mercado negro para paliar sus dolencias, con las numerosas consecuencias negativas para su salud que eso conlleva.