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El uso de cocaína está normalizado, pero no queremos hablar del tema

Con 118 toneladas incautadas en 2023 y un 2,5 % de la población entre 15 y 64 años que reconoce haberla consumido, España se mantiene como líder en consumo de cocaína en Europa. Sin embargo, el fenómeno rara vez se discute públicamente.

La cocaína ya no es exclusiva de la noche ni de ciertos estereotipos y su uso se ha extendido entre adultos de todas las clases sociales y profesiones. Según los datos más recientes del Ministerio de Sanidad, el 3,7 % de los hombres y el 1,3 % de las mujeres entre 15 y 64 años en España declararon haberla consumido en el último año y, en la franja de los 35 a los 45 años, el consumo se dispara, concentrando a más de 400.000 personas.

Detrás del consumo, hay una logística compleja. España y Bélgica incautaron el 60 % de la cocaína que entró a la Unión Europea en 2023, según el informe de la Agencia de la Unión Europea sobre Drogas (EUDA). Solo en España se interceptaron 118 toneladas, lo que confirma al país como uno de los principales nodos de entrada.

¿Una rayita? Por qué en España se consume tanta cocaína y no se habla de ello (Anagrama, 2025). David López Canales.

¿Una rayita? Por qué en España se consume tanta cocaína y no se habla de ello (Anagrama, 2025). David López Canales.

Los datos anteriores son parte del ensayo “¿Una rayita?”, del escritor y periodista David López Canales,  quien describe este fenómeno como un cóctel entre hiperconsumo y necesidad de evasión. En su análisis, la cocaína es un combustible para rendir más, para soportar más, para desconectarse. Y es precisamente en esa aparente funcionalidad donde reside la paradoja: una droga ilegal que se ha vuelto habitual en cenas de negocios, conciertos, reuniones de amigos, oficinas o fiestas patronales.

El consumo de cocaína es una práctica extendida, pero casi nunca es mencionada por su nombre. Como señala David López Canales en su ensayo, este silencio tiene también una dimensión cultural: se trata de una sustancia socialmente tolerada en lo privado, pero invisibilizada en lo público. No hay campañas de prevención dirigidas a adultos. La discusión política se limita a cifras de prevalencia y, rara vez, se aborda desde el enfoque de salud pública o reducción de daños.

El modelo vigente impide pensar en marcos regulatorios alternativos. La política de drogas continúa enfocada en la represión, sin abrir espacios al debate sobre enfoques de salud pública o reducción de daños. Mientras tanto, los datos de la EUDA alertan sobre una realidad cada vez más preocupante: la creciente violencia vinculada al tráfico de cocaína, el uso de menores en actividades delictivas y la expansión de las redes criminales.

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