Cambio de patrones
Cada persona es un mundo, pero como todos estamos compartiendo, grosso modo, el mismo evento, es lógico esperar que nuestros cambios de hábito sean parecidos. Estar encerrados en espacios pequeños todo el día, sin la obligación de pasar largas horas en la oficina, hace muy posible que reduzcamos nuestro consumo de estimulantes cuotidianos, como lo es la cafeína. Ciertamente, el ritmo es más relajado y ya no vamos tan cansadas, ni tampoco tenemos que cumplir con unos estándares de productividad tan altos como antes. Como el contexto en el que solíamos consumir café no se manifiesta, lo raro sería haber seguido bebiendo la misma cantidad. Quizás hasta nos sienta mal (consumir la misma cantidad de cafeína habiendo reducido nuestra actividad física y mental puede conllevar problemas de agobio o para conciliar el sueño).
También puede ser que nos hayamos decantado más hacia las drogas que nos sugieren ser consumidas al mismo ritmo que el resto de nuestra rutina. Por mucho que antes condensáramos toda la fiesta y alcohol posible en una noche, seguir el mismo ritmo ahora nos desplomaría más que la bolsa. Merendarse unas birras o un vino a lo largo de un día entero se ajusta más a nuestra rutina. También puede darse una situación inversa, en la que nuestro trabajo es esencial y nos estamos desgastando a base de horas extras y turnos dobles. Al final de una larga jornada y con la siguiente casi empezando, descubrimos la eficiencia de tomarse tres chupitos con la cena. Sea cual sea nuestro consumo (o ausencia de él), puede ser un buen momento para reflexionar a qué tipo de espacios y rutinas tenemos asociados nuestros hábitos. ¿Por qué algunas bebidas están destinadas a estar de tranqui y otras a pillar un pedo lo más rápido posible? Quizá entonces veamos hasta qué punto nuestro entorno y contexto deciden nuestro consumo.
Cambio de cantidades
En segundo lugar, el confinamiento también puede dar lugar a cambios en la frecuencia de consumo. Un ejemplo bastante típico es el tabaco, una droga asociada muchas veces a entornos sociales concretos (tomar un café con una colega, tomar birras en el bar, salir de fiesta) o a hábitos cotidianos repetitivos (descansos del curro o del estudio). La desaparición de nuestro día a día tal y como lo conocemos necesariamente afectará también a nuestras pautas de consumo. Hay gente que seguramente fumará menos porque tenía asociado los cigarrillos a situaciones que han desaparecido, y hay gente que quizá fumará más porque antes no tenía tantos momentos del día para hacerlo (trabajaba muchas horas en una oficina) o como reacción al aburrimiento o al agobio. Si tu consumo de tabaco ha aumentado mucho de repente, o más de lo que te gustaría, puedes intentar asociar el tabaco solamente en espacios concretos de la casa (para no acabar fumando en la cama) o combinarlo con un cigarrillo electrónico (para reducir riesgos).
Tal y como hemos comentado antes, también puede ser que cambie la ingesta de bebidas alcohólicas. Por una parte, puede ser que hayamos perdido tolerancia y con tres birras ya nos emborrachemos. Por otra, tenemos mucho tiempo libre y pocas cosas para llenarlo, cosa que puede tener un efecto sobre nuestro consumo. No está de más recordar que el consumo no intensivo pero continuado de alcohol puede ser muy tramposo. Cada persona es un mundo, por lo que es casi imposible establecer la cantidad de alcohol que puede beberse alguien sin ser problemática. Sin embargo, las cantidades indicadas en la tabla 1 se repiten a menudo, y pueden ser útiles como punto de referencia.
La percepción que compartimos sobre lo que es tener problemas con el alcohol a menudo depende más de estereotipos y prejuicios que de un análisis realista sobre el consumo propio y ajeno. Que una persona diariamente después de trabajar se tome tres birras quizá no está tan mal visto como una persona que se toma solamente un combinado en otro momento del día, desvinculándolo de la jornada productiva y del horario marcado por el trabajo. Tampoco es lo mismo tomarse una o dos copas de vino cada día con la comida, que beber diez cervezas cada sábado por la noche pero nada más el resto de la semana.
En tiempos de confinamiento, los hábitos de consumo establecidos socialmente se diluyen, y es muy probable que la gente consuma de formas distintas a las que estamos acostumbrados a aceptar. Por este motivo es importante no juzgar basándonos en lo que consideramos normal. No solamente para no estigmatizar a los otros, sino porque lo que consideramos consumo habitual y funcional muchas veces encubre consumos que son de riesgo.
Cambio en el apetito
Finalmente, el repentino cambio de nuestra vida también puede aportar cambios en nuestras ganas de consumir. Hasta ahora hemos hablado sobre todo del consumo de drogas legales, pero ¿qué pasa con las drogas ilegales que normalmente tomamos en ámbitos recreativos?
A muchos, el speed, la coca u otros estimulantes les pueden parecer fuera de juego al quitarlas del entorno festivo. Lo mismo con empatógenos como el MDMA. Pero lo cierto es que más gente de la que crees da a los estimulantes un uso distinto (y menos espectacular que el que vemos en las películas): para dibujar, tocar instrumentos, trabajar, jugar a juegos de mesa y hasta para hacer tareas del hogar. El colocón del MDMA puede llegar a ser muy distinto si estás acostumbrada a tomarlo en fiestas con la música alta, así que prepárate mentalmente para vivirlo de forma mucho más introspectiva. Pero ¡cuidado con la sobreestimulación! Recordemos que no podemos liberar tanta energía física como cuando no estábamos confinados, así que es posible que si somos sensibles nos pueda superar un poco. Resérvate los días siguientes e intenta no tomar más estimulantes, no es tan raro notar estimulación residual. Lo mismo con el MDMA; todas conocemos la bajona de los días posteriores a su consumo, así que conviene mentalizarse (aunque quizá en esto el confinamiento sí que actúa positivamente porque te lo puedes tomar con más calma).
Después tenemos drogas que por su propia naturaleza más tranquila quizá no necesiten tantos cambios, como la marihuana y los depresores como la ketamina y el GHB. Con estos dos últimos, basta con decir que lo importante es medir bien las dosis, no mezclar con alcohol y no tener demasiadas cosas que hacer después: solo limitarse a disfrutar. Por otro lado, los porros sobreviven bien en rutinas tranquilas y de interior como a las que nos obliga el confinamiento, pero seguramente lo que se echa más de menos es compartirlo. A consumidores habituales que siempre fumaban acompañados se les puede hacer extraño pasar a fumar solos. Muchas veces se dice “empiezas a tener un consumo problemático cuando te haces un porro solo”, pero no puede ser menos verdad. El consumo problemático viene determinado por otras variables que pueden tener más o menos peso en función de la persona. Si te asusta perder tus pautas al pasar a fumar solo, puedes ponerte reglas y límites tú mismo.
Nuevas formas de consumo social
Aun así, de la misma forma que se ha consolidado el teletrabajo y el deporte en casa, parece que las videoconferencias grupales con los amigos han llegado para quedarse. Cada vez es más frecuente recrear situaciones de bar o de fumar juntos unos porros a través de una pantalla, compartiendo el consumo desde la distancia. Esto puede ser una actividad muy positiva, no solamente para hacer el confinamiento más ameno, sino para poder seguir disfrutando de nuestro consumo todas juntas.
Aun así, conviene recordar que, de la misma forma que consumir individualmente no consiste en sí mismo una práctica de riesgo, consumir grupalmente no exime que el consumo pueda ser problemático. Nada es tan sencillo para establecer normas que valgan para todo.
Referencias
https://energycontrol.org/infodrogas/alcohol.html
https://sociales.gijon.es/page/10501-calculador-de-alcoholemia