El viraje en Lykos se gestó tras meses de turbulencias. En agosto de 2024, la FDA rechazó la solicitud para aprobar MDMA asistido por psicoterapia en el tratamiento del TEPT, lo que derivó en la salida de Rick Doblin del directorio y en un recorte de 75% del personal. Ese revés dejó a la compañía en búsqueda de capital y de una nueva hoja de ruta regulatoria.
La recapitalización llegó el 30 de mayo de 2025 cuando Lykos comunicó el primer cierre de una Serie B por 50 millones de dólares, co-liderada por las fundaciones de Gracias y Hohn, que permitió realizar reestructuraciones y nombrar una nueva cúpula ejecutiva y clínica. Diversos medios del sector documentaron en semanas posteriores cambios de CEO y dirección médica, en paralelo a un intento por reencauzar la relación con el regulador.
El trasfondo político y ético añadió tensión. Una investigación de The Guardian ubicó a Antonio Gracias -entonces figura prominente del llamado “Department of Government Efficiency” (Doge) en Washington y cercano a Musk- como el nuevo poder tras Lykos, con acceso sin precedentes a agencias públicas mientras consolidaba posiciones en la industria psicodélica. La nota describió además el cruce de caminos entre activismo psicodélico, financiamiento filantrópico y capital de riesgo en un momento en que la administración federal declara apertura a acelerar terapias psicodélicas.
En el plano científico y regulatorio, la discusión siguió activa durante 2025. La publicación de cartas de respuesta completa (CRL) de la FDA explicitó objeciones al expediente de Lykos -incluyendo reportes de seguridad y diseño de ensayo-, al tiempo que MAPS y voces del campo criticaron cambios de criterios del regulador. El resultado: un tablero más transparente, pero también más exigente, para cualquier nueva presentación de MDMA asistido por psicoterapia.
Más allá del ruido político, el dato estructural es que Lykos continúa siendo el proyecto más avanzado para llevar MDMA a un uso terapéutico regulado en EE UU, aunque con un calendario incierto. El ingreso de capital y el recambio de liderazgo podrían sostener el programa clínico, pero la vara científica y de seguridad impuesta por la FDA obliga a una estrategia de evidencia robusta y a procesos clínicos estandarizados.
El desembarco de grandes fortunas tecnológicas en empresas psicodélicas tensiona el equilibrio entre interés público y oportunidad de negocio. Si la promesa terapéutica del MDMA quiere prosperar, hará falta reglas claras y una conversación honesta sobre acceso, seguridad y ética.