El aumento de la popularidad de la ayahuasca fuera de la Amazonía amenaza la sostenibilidad ecológica de la planta. El turismo ayahuasquero y la exportación de ayahuasca al extranjero están reduciendo la presencia de las plantas en la selva y consumiendo una considerable cantidad de recursos de la Amazonía.
Por esta razón en los últimos años se han puesto en marcha iniciativas que tratan de concienciar sobre la sostenibilidad de la ayahuasca y proponen el consumo de plantas alternativas u otras maneras de reducir el impacto sobre la planta y la selva. La última de estas iniciativas es la presentada por el antropólogo Josep Maria Fericgla, estudioso desde hace varias décadas de las cualidades de esta bebida y de los pueblos indígenas que la consumen de manera ritual. El antropólogo ha impulsado un centro de repoblación y conservación de la ayahuasca en la Amazonía, en el que se pueden hacer aportaciones económicas a través del apadrinamiento de plantas. El objetivo es “cultivar y proveer de ayahuasca a terapeutas capacitados y grupos que buscan la experiencia, sea de la mano de taitas y wuishin indígenas (chamanes) o de terapeutas occidentales capacitados”. Otra iniciativa similar nacida entre España, Perú e Italia es Etnopharmakon, un proyecto centrado en la conservación y promoción de la cultura medicinal indígena, que ha dado luz al proyecto Amarumayo, un jardín botánico en Puerto Maldonado, Perú, que conserva 90 especies medicinales gracias a las donaciones en forma de apadrinamiento. El jardín ya cuenta con 90 especies diferentes de plantas medicinales, entre ellas las utilizadas en la elaboración de la ayahuasca.