En enero de 1966 la colisión de un avión cisterna KC-135 y un bombardero B-52 de las fuerzas armadas estadounidenses provocó la caída de cuatro bombas nucleares sobre el municipio de Palomares (Almería). Dos de las bombas, con una potencia 70 veces mayor que las detonadas sobre Hiroshima y Nagasaki, impactaron contra el terreno, y aunque no se activó la detonación nuclear, sí explotó la carga convencional que destruyó las bombas y dispersó en el aire partículas radioactivas que todavía hoy permanecen en los suelos de la zona.
Hoy en Palomares hay varias zonas contaminadas que fueron expropiadas por el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y actualmente están valladas, algunas de ellas en el casco urbano del municipio y otras a las afueras, sumando 40 hectáreas de suelo contaminado con radiación. El Cimat y el Consejo de Seguridad Nuclear habían proyectado una propuesta para extraer 50.000 metros cúbicos de tierra, algo que preocupa a algunos por temor a que provoque una nueva dispersión de agentes radioactivos.
El año pasado una asociación almeriense presentó un proyecto en colaboración con varias universidades españolas para descontaminar los suelos utilizando cultivos de cáñamo industrial. “Es lo menos peligroso, lo más económico, lo más limpio para la población es el tema de la fitorremediación, es decir, el cultivo de plantas que absorban la radiación”, explicó a Cáñamo Indalecio Modesto, presidente de la asociación Flecha Verde, quien recuerda que han pasado más de 50 años y las administraciones todavía no han solucionado el problema.
“Hablamos con la Universidad de Granada y nos dijeron que el cáñamo es ahora mismo la planta reina para hacer esa fitorremediación”, relata Modesto. El cáñamo tiene una capacidad muy superior a otras especies para absorber radiación y metales pesados del suelo, y por esto lleva años utilizándose en Chernóbil para reducir la radiación provocada por el accidente nuclear.
“Nuestra propuesta inicial era plantar una hectárea de cáñamo para hacer un proyecto piloto y ver cómo funcionaba. Esta era la propuesta que le hicimos al Cimat el año pasado, pero que quedó paralizada por el covid-19”, comenta Modesto. La asociación ha diseñado un nuevo proyecto para evaluar el nivel de contaminación de la zona, siguiendo las corrientes de aires predominantes para conocer cómo el viento ha podido extender la radiación fuera de Palomares.
“Lo que estamos proyectando es poner una serie de puntos con cáñamo, serían como unas jaulas de 4 m2 con tres o cuatro plantas para hacer un seguimiento. Una vez recolectada la cosecha se trasladaría a las universidades para que analicen la cantidad de contaminantes que las plantas han extraído del suelo”, cuenta Indalecio.
La asociación mantuvo conversaciones con el Cimat la semana pasada para sacar adelante el proyecto y creen que se va a realizar “casi con total seguridad”. Para ello deberán pedir permiso a los propietarios de las tierras para que les dejen colocar los cultivos de control, aunque antes deben contar con el visto bueno definitivo del Cimat: “Ahora el Cimat tiene que contrastarlo con el Consejo de Seguridad Nuclear”. Desde la asociación Flecha Verde han pedido una ayuda a la Unión Europea para el proyecto, que está pendiente de resolverse.