Estas bolsas se venden como una opción más “discreta” que fumar, pero todavía hay poca evidencia sobre qué pasa con el cuerpo cuando el consumo se vuelve habitual por meses o años. El Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos (BfR) advirtió ya en 2022 que, según estudios de cómo se absorbe la nicotina, una parte importante del contenido del sobre puede pasar a la sangre, alcanzando niveles parecidos a los de un cigarrillo, lo que estaría lejo de ser una “microdosis” de nicotina.
En el experimento, investigadores vinculados a Augusta University (Estados Unidos) expusieron a ratones a bolsas de nicotina una sola vez (agudo) o durante siete días (crónico). Después les aplicaron ácido kaínico para gatillar crisis, una prueba común para medir la vulnerabilidad a convulsiones. La conducta se puntuó con la escala de Racine y se midieron señales biológicas asociadas a inflamación, relacionadas con activación/estrés de neuronas y una proteína importante para que funcione el sistema glinfático.
La nicotina en una dosis única pareció “amortiguar” la crisis por poco tiempo, pero la exposición repetida hizo lo contrario haciendo que las convulsiones fueran más severas. Con trazadores inyectados en el líquido que rodea al cerebro, el equipo también observó que el flujo glinfático hacia el tejido cerebral se volvió menos eficiente tras el uso crónico.
Cuando administraron CBD por inhalación, reportan que disminuyó la severidad de las crisis y que los indicadores inflamatorios volvieron a niveles más cercanos a lo normal. En pruebas con células, la nicotina hizo que las defensas del cerebro soltaran IL‑6 (una señal del sistema inmune ligada a la inflamación); con CBD, esa señal bajó lo que sugiere que el CBD frena el proceso desde el inicio.
Esto no significa que el resultado se pueda trasladar directo a personas, ni que el CBD sea un “antídoto casero”. Sí suma evidencia para discutir sobre los efectos a largo plazo de aquellos productos que se presentan como de menor riesgo, más aún cuando su consumo se vuelve crónico. Además, pone el relieve como el CBD y otros cannabinoides pueden ayudar a entender —y quizás a mitigar— daños ligados a otras drogas legales.