El alcaloide de la nicotina y el género de especies Nicotiana (que entre otras plantas se incluye la del tabaco comercial) deben su nombre a un diplomático francés, Jean Nicot, que fue el responsable de introducir el tabaco en Francia desde Portugal, después de que la planta alcanzara España desde las Américas.
La planta llegó de América a España en los barcos de los colonizadores, y se empezó a cultivar por orden real en 1516. En 1559 Jean Nicot, quien entonces era embajador de Francia en Portugal, conoció la planta del tabaco allí y sus aplicaciones medicinales. Un año más tarde envió semillas de tabaco a la reina de Francia, Catalina de Médicis. Según la Enciclopedia Británica, Nicot incluyó una carta exponiendo las propiedades medicinales del tabaco, y en 1561 Nicot regresó a la corte de París, y obsequió a la reina hojas de tabaco.
La reina probó un remedio indicado por Nicot para el dolor de cabeza triturando las hojas de tabaco en un polvo que podía inhalar por la nariz. El remedio resultó satisfactorio y pronto se hizo popular entre los miembros de la corte francesa, que usaban tabaco en polvo para evitar diversas enfermedades. “En esta función preventiva, el tabaco se identificó con los placeres de la nobleza, y es probable que muchos consumidores hayan desarrollado adicciones al mismo”, dice la enciclopedia. La planta se extendió a otras geografías europeas y a otros continentes.
El naturalista sueco Carolus Linnaeus nombró al género de especies de tabaco Nicotiana en 1753, en honor al papel de Nicot en la popularización de la planta. Luego, en 1828, el médico alemán Wilhelm Heinrich Posselt y el químico Karl Ludwig Reimann aislaron por primera vez el alcaloide psicoactivo de la planta del tabaco y en honor a Nicot le dieron el nombre de nicotina.
Una historia más completa de la apasionante planta del tabaco está disponible en la web de Cáñamo, escrita por Héctor Márquez.