Los psicodélicos han sido usados por la humanidad desde hace miles de años. Sin embargo, durante el siglo pasado la mayoría de estas sustancias, algunas de uso tradicional y otras de síntesis moderna, fueron prohibidas a nivel internacional. Ahora que estas sustancias están volviendo a ser consideradas como herramientas terapéuticas y espirituales, y que su ilegalidad se está poniendo en cuestión, surge una pregunta clave: ¿cómo regular su vuelta a la legalidad?
Para responder a esta pregunta la fundación Transform Drugs acaba de publicar una guía que aborda la cuestión: How to regulate psychedelics: A practical guide. El documento, que por ahora está publicado únicamente en inglés (estará disponible en español en enero de 2024), propone cuatro modelos regulatorios para el uso no médico de psicodélicos entre personas adultas. La guía se centra en cuatro de los psicodélicos más utilizados, los denominados como psicodélicos clásicos: LSD, psilocibina, DMT y mescalina.
Desde Transform Drugs proponen un modelo flexible de cuatro niveles para gestionar tanto la variedad de preparados de estos psicodélicos (de origen vegetal o sintético), como las diversas formas en las que se utilizan. Los cuatro modelos propuestos para la regulación psicodélica en el libro son:
1. Un modelo de despenalización y uso privado que incluye el cultivo doméstico, el aprovisionamiento y el intercambio sin ánimo de lucro de psicodélicos de origen vegetal.
2. Un modelo de asociación sin ánimo de lucro basada en membresías para psicodélicos de origen vegetal.
3. Un modelo de venta minorista de psicodélicos con licencia flexible y adaptable a diferentes productos y entornos.
4. Un modelo para regular el uso comercial de psicodélicos con guías o supervisores.
“Actualmente existe un consenso cada vez mayor de que la llamada guerra contra las drogas no sólo ha fracasado en sus propios términos, con el prometido mundo libre de drogas más lejano que nunca, sino que ha supuesto una enorme pérdida de recursos públicos y, a menudo, de forma muy contraproducente. Ha hecho que las drogas sean más riesgosas, ha incentivado comportamientos de mayor riesgo, ha creado obstáculos para intervenciones sanitarias eficaces, ha generado estigma y criminalización de comunidades ya oprimidas y explotadas, y ha alimentado el crimen organizado y la violencia y corrupción asociadas, contribuyendo a la inseguridad en todo el mundo”, explica la guía como prólogo a la exposición de modelos de regulación.