Al contrario que en otros lugares donde se ha debatido sobre la legalización de la marihuana, el gobierno francés evita conectar su “guerra contra las drogas” con el racismo, la religión o las encarcelaciones masivas.
Pese a la libertad, igualdad y fraternidad, el gobierno francés ha cargado duramente durante los últimos (casi) 50 años de prohibición contra las minorías étnicas del país cuando se trata de meter en la cárcel a personas relacionadas con el cannabis. El colectivo musulmán es el más castigado.
Según el Ministerio de Justicia Francés, una quinta parte de las condenas en prisión son por culpa de las drogas, dato muy similar al de los EE.UU. Se sabe que la gran mayor parte de estas personas son hombres, pero debido al (excesivo) celo francés no se pueden recopilar muchos más datos al respecto. Ha sido gracias al trabajo de Farhad Khosrokhavar y su estudio sobre el sistema penitenciario francés por el que sabemos que más o menos la mitad de los encarcelados son musulmanes o descendientes de árabes, teniendo en cuenta que esta minoría representa solo el 9% del total de 67 millones de habitantes.
El 86% de las encarcelaciones tiene que ver con el cannabis y, debido a la dureza de las leyes francesas (de las más duras de Europa) muchas de estas son debidas solo a uso de marihuana (por lo general en la forma de hachís). Es sorprendente que entre 2000 y 2015 el número de detenciones por uso se haya multiplicado por 10: 14.501 a 139.683.
Existe, de manera muy similar a los EE.UU, la falsa creencia de que la violencia está asociada al cannabis. En el caso francés, además, se piensa que la palabra “asesino” viene del árabe ”hashish” y sus vinculaciones con la sociedad de asesinos de la Montaña de Alamut durante las Cruzadas, algo que es falso.
Esto no impide que se siga asociado árabes con hachís y, a su vez, con violencia asesina. Para que luego no digan que la etnia y la religión no tienen que ver con las detenciones. Si, como parece, los franceses van a abordar el debate de la legalización medicinal deben tomarlo no solo como un asunto de beneficio económico (como han planteado algunos medios) sino también como un gran problema que afecta a las raíces de su sociedad.