Estados Unidos alberga el cinco por ciento de la población mundial y, sin embargo, el veinticinco por ciento de la población carcelaria del mundo está en ese país, donde el sistema penitenciario se ha monetizado y es controlado por corporaciones. Hay dos millones y medio de presos en el país de la libertad.
La Enmienda XIII de su Constitución no permite la esclavitud, la cual se abolió después de la guerra civil, dejando la economía sureña en ruinas. Con su derrota en 1865, este sistema económico dejó “libres” a cuatro millones de personas. A pesar de la liberación, el racismo siguió rampante y se buscó una forma de reactivar la economía y criminalizar a los de piel oscura. La famosa enmienda tiene un pequeño detalle, si eres criminal, la ley no aplica, por lo que miles de afroamericanos, muchos menores de edad, fueron arrestados con pretextos ínfimos como tirar basura o vagancia, ellos tuvieron que trabajar para reconstruir la economía sureña con el pretexto que estaban fuera de control; no sabían vivir libres.
La implementación del racismo en las mentes ignorantes no solo fue debido a la creencia de una superioridad racial, eso solo fue el pretexto para tener fuerza laboral y control sobre un grupo de personas. En los años que siguieron, cuando una persona de color quería sobresalir en el sur, corría el grave riesgo de ser linchada por grupos clandestinos infiltrados en el gobierno y fuerzas policiales como el infame Ku Klux Klan. Estas organizaciones estaban cobijadas por las leyes de segregación.
La raza negra seguía siendo considerada como ciudadanos de segunda clase. Un individuo negro contaba como tres quintos de uno blanco.
Desgraciadamente, uno de los pretextos más utilizados por el aparato represor es el de simple posesión de marihuana. No es una sorpresa que los estados del sur sean los menos permisivos, con leyes más duras y otras prohibiciones como el derecho a abortar o los matrimonios igualitarios. Tampoco es de extrañar que sean estados dominados por el conservadurismo rancio de los republicanos, donde permean a la población con miedos infundados y mentiras.
A partir de la década de los setenta, con el malévolo corrupto Richard Nixon, empezó la época del encarcelamiento masivo bajo el pretexto de la ley y el orden. Una era de terror donde las principales víctimas fueron, además de los negros, los latinos. El gobierno cargó con todas sus armas contra los activistas, los usuarios de marihuana, las feministas, los que protestaban contra la guerra de Vietnam y, por supuesto, contra los que buscaban un trato justo para la gente de color. La guerra contra las drogas se convirtió en un asunto criminal y el pretexto para reprimir cualquier tipo de manifestación contracultural que criticara la agenda política, como los movimientos de derechos civiles.
En esa década, la población carcelaria era de trescientas cincuenta mil personas, aproximadamente, en 1980 ya rebasaba el medio millón. Para la época de Reagan ya casi alcanzaba el millón de encarcelados, cifra que fue rebasada el año 1990. Bill Clinton, con sus tres strikes, lo hizo peor para los de piel oscura, pero mejor para las corporaciones
El sistema penitenciario es un gran negocio por donde se vea; las élites ganan vendiendo todos los insumos que usan los reos, desde comida hasta ropa y, como ya mencionamos, obtienen mano de obra virtualmente gratis. Los presos también tienen acceso a muchas cosas que están fuera de las paredes que los contienen, como golosinas o artículos de higiene, que se los venden a precios desorbitantes, generalmente, el triple. Necesitas un familiar rico o un mecenas si la quieres pasar bien. Todo se comercializa ahí, unos pastelillos o unas papitas son moneda de curso. El sistema está designado para que sea difícil salir una vez que caigas en él, sobre todo, si eres negro. Es fácil reincidir, sales bajo fianza o con libertad condicional, un toque y vas de regreso al talego. El noventa y cinco por ciento de los fiscales y abogados de distrito son blancos y la tasa de encarcelación de los negros es seis veces mayor a la de los blancos. También los negros tienen el doble de probabilidad de vivir en la pobreza y de ser asesinados por la policía.
Según cifras recogidas por el Centro de Investigación Pew, en el 2018 había 2.272 reclusos por cada 100.000 negros adultos, una tasa casi seis veces mayor comparada con los 392 encarcelados por cada 100.000 adultos blancos. Estados Unidos tiene una tasa de encarcelamiento de 639 reclusos por cada 100.000 habitantes, la más alta del mundo por mucho. Ni los gulags rusos ni los campos de trabajo forzado chinos. Es momento de una verdadera liberación y que deje de ser un negocio la vida de millones de personas. ¡Libertad a los presos por marihuana! ¡Basta de promesas rotas!