Los resultados de la autopsia realizada al actor estadounidense Matthew Perry, que murió ahogado en su jacuzzi el pasado octubre, ha revelado que este consumió ketamina en una dosis suficiente como para perder la consciencia o, al menos, la capacidad física para mantenerse fuera del agua y evitar morir ahogado. Esta es la hipótesis que se baraja ahora, después de que se detectara en su organismo la presencia de ketamina, un anestésico que se usa tanto de forma recreativa como terapéutica, y entre cuyos efectos está la dificultad para moverse e incluso la pérdida total de las capacidades motoras de forma temporal.
Según la información publicada por Associated Press, el informe forense también refleja que Perry padecía una enfermedad de las arterias coronarias y usaba el fármaco buprenorfina para tratar su trastorno por consumo de opioides, y que esto podría haber contribuido al problema respiratorio del actor y jugado un papel determinante en su muerte por ahogamiento.
Personas cercanas a Perry dijeron a los investigadores que el actor recibía terapia de ketamina como tratamiento para la depresión. Sin embargo, los médicos forenses destacaron que los niveles de ketamina detectados en su cuerpo no se corresponden con los de una dosis terapéutica, sino con las dosis utilizadas en casos de anestesia general para cirugías, y que en ningún caso podían deberse a su último tratamiento terapéutico de ketamina, realizado una semana y media antes de su muerte.
La cantidad de ketamina detectada “sería suficiente para hacerle perder el conocimiento y perder la postura y la capacidad de mantenerse fuera del agua”, dijo a Associated Press el Dr. Andrew Stolbach, médico toxicólogo de Johns Hopkins Medicine que revisó el informe de la autopsia. “Usar sedantes en una piscina o jacuzzi, especialmente cuando estás solo, es extremadamente riesgoso y, lamentablemente, aquí resultó fatal”, dijo Stolbach, quien señaló que tanto la ketamina como la buprenorfina se pueden usar de manera segura.