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Bernie y su modelo de legalización

Es hora de que la gente de Estados Unidos despierte de su letárgica ignorancia que los permea de racismo e intolerancia hacia todo lo que no sea blanco o religioso. Mucha hipocresía baña la nación que, disfrazada de conservadurismo puritano, los ha llevado a más de un baño de sangre y a la crisis sanitaria actual. La derecha recalcitrante está muy penetrada en las mentes lavadas por los canales televisivos como Fox y otros por el estilo. 

En una era de apatía y egoísmo, el vacío y la soledad personal han empujado y alienado a las clases trabajadores y a otras razas hacia la marginación, donde uno de los ejemplos más claros y sabidos es el desproporcionado encarcelamiento de los negros y latinos por simples posesiones de marihuana y con la consiguiente prohibición de votar. Es decir, como solo los privilegiados votan, los privilegiados se mantienen al frente de la máquina de guerra más poderosa del mundo. La despolitización adquiere proporciones alarmantes, la esperanza revolucionaria y la contracultura regresan al underground intimidadas por la epidemia de soledad y esclavitud laboral y crediticia, así como el envalentonamiento de los grupos neofascistas impulsados por la retórica racista de Trump. Raras son las causas capaces de galvanizar a largo plazo las energías. Y está Bernie Sanders. 

En lo que nos compete, ha dicho que legalizará la marihuana a nivel federal desde el primer día que sea presidente, sacándola de la infame lista de sustancias controladas. Basta de la hipocresía de tener el cannabis semilegalizado. La marihuana ilegal a nivel federal es un arma para poder hacer un caso en contra de los que ellos consideran enemigos del sistema. El narcotráfico es un crimen penado que puede mandar a la cárcel por largo tiempo a alguien o simplemente suprimirle su derecho al voto. Sanders quiere evitar eso; en sus propias palabras: “Nuestro trabajo es hacer que los departamentos de Policía se parezcan a las comunidades que sirven. Es asegurarnos de que los usuarios no sean encarcelados. Tenemos que repensar la guerra fallida contra las drogas. Vamos a acabar con la militarización de la policía y con las sentencias mandatorias. Aunque la misma proporción de negros y blancos usan marihuana, una persona de color tiene cuatro veces más riesgo de ser arrestada por posesión que un caucásico”. 

Sanders hace años que viene pugnando por la justicia social; se le llama comunista, pero dista mucho de serlo. Ofrece soluciones de corte socialista, como un sistema de salud universal como el que existe en muchas naciones: Canadá, Inglaterra o la misma España y México. Le gustan los modelos escandinavos y busca fortalecer los sindicatos, aumentar los salarios de las clases trabajadoras e ir contra los millonarios que tienen acaparada la riqueza. Bernie es pacifista, lo que podría ser un refresco para los cien años de guerra que han caracterizado al imperio moderno. Su modelo está basado en las fuertes inversiones capitales, pero con una fuerte red de programas sociales para los ciudadanos y ciudadanas. 

Sanders tiene un obstáculo inmediato: su propio partido, el establishment demócrata, que ya ha sido infiltrado desde hace tiempo por la elite millonaria, desde antes de la dinastía Clinton. Un triunfo de Sanders sería un gran parteaguas, algo nunca antes visto. Los más agradecidos serían los fumetas: “Muchos ciudadanos han visto sus vidas destruidas porque tienen récords criminales por consumir marihuana. Está muy mal”. 

Bern It, como se le conoce en los círculos cannábicos, legalizará la marihuana en los primeros cien días de su mandato. Designaría un fiscal general, que trabajaría con la DEA para acabar la guerra contra las drogas legalizando la marihuana. Firmaría una orden ejecutiva para desclasificar la marihuana como una sustancia controlada, esto eliminaría las barreras actuales entre los bancos y los productores y dispensarios, quienes tendrían acceso al sistema bancario como cualquier otro negocio. Aunado a eso, aprobaría una legislación para asegurar que el cannabis se mantenga permanentemente legalizado. La administración Sanders revisaría todas las condenas por posesión y/o uso de marihuana para conmutar y alivianar las sentencias. No habrá más condenas por su uso. 

Las ganancias que el gobierno de Bernie genere establecerían un programa de ayudas que tienen como objetivo mínimo diez billones de dólares, que se destinarían a las áreas que han sido impactadas desproporcionadamente por la guerra contra las drogas y a los individuos que fueron arrestados injustamente. Las minorías y los que tengan este tipo de récords criminales no violentos podrían comenzar sus pequeñas operaciones para crecer o distribuir. Todos los que han sido afectados por la guerra contra las drogas tendrían acceso a toda la industria de marihuana, evitando que se convierta en un negocio como el del tabaco. 

Tal vez Bernie no consiga la nominación demócrata, todo parece indicar que Biden lo hará y perderá ante Trump, pero su plataforma cannábica es la mejor y su deseo de cambio tiene que prevalecer. Es lo correcto, sobre todo en tiempos de la Covid-19. 
 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #269

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