Hola. Dice nuestro querido diccionario de la RAE que una “serpiente de verano” es esa “información, generalmente poco fundamentada, que se difunde en verano, cuando hay escasez de noticias”. Hay miles de ejemplos, que estarán en la cabeza de todos, aunque tal vez fue el popular Nessie, el incierto pero entrañable monstruo del lago Ness, quien diera carta de naturaleza a un fenómeno que, desde entonces, nos amuerma, entretiene e irrita, a partes iguales, cada canícula.
Como sabemos, en materia de drogas, el terreno mediático, dominado por el sensacionalismo y la desinformación sesgada cuando no por el bulo puro y duro, es especialmente fértil para la proliferación de estos simpáticos pero dañinos ofidios cuyo principal veneno es dotar de una inopinada opinión falsa a la persona humana promedio: que la droga es terriblemente mala. Las serpientes de verano cabalgan siempre a lomos de un alarmismo generalmente injustificado (ese ya clásico patadón al diccionario de “saltan todas las alarmas”), apelando al miedo e incluso al disparate. Un caso paradigmático fue el de la droga caníbal en el ya lejano 2012, cuando aquel pobre desgraciao de Rudy Eugene le comió medio careto al desafortunado sexagenario Ronald Poppo en Miami. Decían que había tomado la peligrosísima droga caníbal, aunque se demostró que el perturbado solo había consumido un poco de marihuana. Da igual: nunca hay que dejar que la realidad o la verdad nos estropee una serpiente de verano. Ha habido muchos ejemplos más. Cada verano. El terrible krokodil que surgió tras el telón de acero para devorarnos la carne, la simpática burundanga creadora de homúnculos sin voluntad o la superparida de los pinchazos de sumisión química en las discotecas que nos asoló hace un par de veranos.
Este año vamos regular; cuando escribo estas líneas ya ha empezado el verano y lo ha hecho flojito en propaganda alarmista antidroga. Supongo que será porque los intentos de asustarnos durante meses con el fentanilo no han llegado a buen puerto informativo ni han logrado provocar olas de pánico. Hubo un pequeño amago con el gas de la risa, tras una incautación grande de óxido nitroso en Málaga, pero no ha llegado a cuajar. Lo mismo la realidad me da el correspondiente zasca y tenemos un verano movidito de serpientes de verano sobre la pobre droga y lo mala que es, pero no tiene pinta.
Bullshit es de los pocos anglicismos que me gustan, seguramente por la resonancia de esa ese arrastrada tan reveladora de significado. Creo que la traducción más exacta al castellano sería ‘puta mierda’, que mantiene la fuerza fonética, aunque pierde la contundencia del vocablo único. Qué casualidad, en esa tontería pensaba yo, probablemente fruto del intenso calor, mientras veía en Telemadrid una nueva alocución contra la droga de la inefable presidenta de todos los madrileños. ¡Santiago y cierra, España!
La elegante presidenta con pinganillo está ahora decidida a acabar con los derivados del cannabis, según dice ella misma esbozando ese mohín marca de la casa: “Para no abandonar a los más jóvenes y protegerlos de la marihuana” (¡ojo!, que es sic). Ya sabemos que lo importante del discurso de la simpar mandataria no es lo que diga, generalmente mentiras, exageraciones o tergiversaciones, sino el mero hecho de que lo diga ella. La cuestión de la marihuana medicinal, por ejemplo, hace mosquearse a la sufrida Díaz Ayuso: “La relación que se quiere hacer entre el cannabis, la salud y lo terapéutico es perversa”. Ella no se corta, que no en vano es la personificación de la libertad en la tierra. Atribuye el horror creado por el fentanilo en Norteamérica para denostar el cannabis: “Vemos [...] los efectos demoledores que está causando en países que antes admirábamos, vemos tantas vidas perdidas”. Y culmina con una sentencia para enardecer a sus fans: “Madrid va a seguir a la cabeza de la lucha contra las drogas”.
En fin, ya digo que no sé si es por el calor, pero toda esta pantomima cada vez se parece más a un chiste sin maldita la gracia. Pero bueno, yo no entiendo de estas cosas. Como dice la pizpireta presidenta, parafraseando por enésima vez a Nancy Reagan: “Las drogas son el enemigo público número uno de la sociedad. Desde hace décadas, son el mayor freno a la prosperidad y la libertad en el mundo, hasta el punto de que acaban con la libertad personal”. Vaya, al final va a resultar que sí había una serpiente de verano. Adiós.