La reputación de la MDMA como una peligrosa droga de pista de baile se está esfumando con los nuevos estudios y su uso en contextos, para ciertos fines, más adecuados. La mayoría de las veces, el estatus médico o legal de una droga tiene más que ver con la política u otras consideraciones temporales asociadas a la cultura predominante, que con una comprensión cabal de sus beneficios y riesgos. ¿Constituye una medicina una sustancia que eleva el ánimo? Si padeces depresión y te la receta el médico, sí. Si no tienes depresión y la consigues de un camello, no.
Lo queramos o no, estamos a punto de asistir a una revolución en la que tendrán mucho que ver las llamadas “drogas”. Empezará con su aceptación para el tratamiento de enfermedades como el trastorno por estrés postraumático, y de ahí pasará a servir de ayuda para mejorar las vidas de las personas, sin necesidad de que padezcan patología alguna. La clasificación de las drogas entre médicas y recreativas demuestra una miopía importante. Algunas drogas recreativas pueden ser fuente de muchos problemas, como es el caso del alcohol. En cambio, sustancias como la MDMA, la psilocibina o la ayahuasca tienen menos riesgos, no son adictivas y pueden hacer más plenas las vidas de las personas.
En el caso de las relaciones amorosas, estas sustancias pueden ayudar a algunas parejas a poner en marcha de nuevo su inicial amor romántico, que suele esfumarse, ley de la naturaleza, en pocos años. Nuestra capacidad de amor está muy enraizada en nuestra historia evolutiva y refleja instintos básicos de sexo y apego. El amor realmente mueve el mundo, puede ser una de las experiencias más grandes de la vida, así como el perderlo una de las peores. Nuestra cultura está llena de películas, canciones, obras de teatro, etc. que nos hablan de ello.
El amor no existiría si no estuviera enraizado profundamente en nuestra biología, que nos lleva al apego y a la procreación. Aunque existen diferencias culturales en el tema del amor, el mecanismo básico y biológico es universal. Es ahí donde inciden sustancias como el MDMA. El amor posee una naturaleza dual: es tanto biológico como psicológico. Cuando alguna tendencia del comportamiento se persigue, a veces aun con riesgos para la persona y un coste social alto, y así es en todas las culturas, no hay duda de que sus raíces están enraizadas en la biología.
Ciertamente, el amor romántico es algo más que biología. Las relaciones íntimas plenas son algo más que ingerir una pastilla. Pero las intervenciones en el aspecto biológico del amor no han recibido hasta ahora tanta atención como las psicológicas.
¿Qué es realmente el vínculo amoroso? Se trata del poderoso, pero limitado, cemento del apego, instalado en nuestros cerebros por las fuerzas de la evolución, que mantiene a los mamíferos (incluyendo a los humanos) juntos mientras crían a su descendencia. No es algo que fue diseñado para el mundo moderno. No se esperaba que tuviera que durar toda la vida, y menos cuando la vida media eran treinta años. El vínculo romántico es un mecanismo intrínseco, pero limitado, para criar bebés, heredado de nuestros antepasados. Antepasados que vivían en un entorno muy distinto al nuestro, y para los que procrear y mantener la prole eran tareas muy distintas a las actuales.
Este desfase fundamental, entre la biología que sostiene el amor y que está presente en todos nuestros cuerpos y cerebros, y el mundo actual de mucho estrés que hemos creado a través de la cultura y la tecnología, dice mucho acerca de la fragilidad de las relaciones en el mundo contemporáneo. Nuestra naturaleza como especie ha surgido de un proceso de evolución por selección natural que ha llevado eones. Mientras que nuestra biología ha permanecido relativamente estable a lo largo del tiempo, los últimos diez mil años han visto cambiar el mundo de forma dramática, y en los últimos doscientos, la tecnología ha revolucionado totalmente cómo vivimos y amamos, y cómo viviremos y amaremos en el futuro.