Cada año, las enfermedades mentales se vuelven más comunes y más graves en las sociedades modernas. Uno de cada seis adultos en América consume fármacos psiquiátricos y aumenta exponencialmente el suicidio en los jóvenes.
¿A qué se debe?, ¿tiene algo que ver con las sociedades modernas? La respuesta es sí y está ligada con los avances tecnológicos. Algunos investigadores asocian este hecho a lo que llaman “fatiga tecnológica”. Los efectos de la tecnología en todos los aspectos de la vida moderna han producido un nuevo tipo de estrés cuyas demandas deben ser gestionadas por el córtex prefrontal, que tiene muchas facultades que se ven mermadas por el estrés. A más tecnología, más fatiga frontal y más enfermedades mentales. Actualmente, tenemos que aprender más en un día que alguien en un año hace pocos siglos. Se ha descubierto que en el caso de la esquizofrenia el pasar del medio rural al urbano añade el riesgo de adquirir dicha enfermedad, y lo mismo sucede con la emigración desde un país subdesarrollado a uno desarrollado.
Aunque la tecnología ha formado parte de nuestro desarrollo a través de las distintas épocas, en los cincuenta últimos años ha habido una gran aceleración de esta tendencia. La tecnología en un principio estaba más relacionada con la energía y el movimiento de materiales, pero con la llegada de los aparatos digitales, la mayor parte de ella se utiliza para trasladar información a grandes velocidades, que anteriormente solo existían en la ciencia ficción. Una nueva familia de tecnologías ha aterrizado como invasores de silicio de otro planeta. Ordenadores, teléfonos inteligentes, tabletas, etc., conectados con el fabuloso internet, atraviesan actualmente nuestras vidas. Nos hemos visto obligados a abandonar antiguos patrones, tradiciones y otros aspectos obsoletos de nuestra milenaria cultura. Los cambios tecnológicos no solo parecen servir a nuestras necesidades. Aparecen y los adaptamos independientemente de nuestras necesidades. Nuestros teléfonos móviles tienen mayor poder de computación que toda la NASA cuando se alcanzó la Luna.
Diversos estudios informan del tiempo que pasamos inmersos en las nuevas tecnologías. Nos pasamos horas en internet, por ejemplo, con videojuegos, lo que nos deja solos y únicamente nos relacionamos de un modo impersonal. Si dejamos a un lado ciertas conexiones, como los espacios de encuentro con otros, casi siempre estamos solos frente a nuestras pantallas. Cada vez menguan más las interacciones personales. En caso de crisis tenemos menos personas a las que acudir.
La dificultad de concentración va en aumento. En general, la gente con enfermedades mentales maneja mal su memoria de trabajo, distinta a la memoria inmediata, que es como la memoria RAM del ordenador, lo que puede llevar al olvido de las cosas. Nos olvidamos de cosas fáciles, aunque en la demencia se produce el efecto contrario.
La vida moderna se ve afectada, por lo tanto, a causa de la complejidad y la abstracción. La epidemia del COVID ha hecho que mucha gente joven quedara aislada y dependiera más de la tecnología en la época en que deberían haber aumentado sus relaciones personales y creado vínculos grupales, lo que ha producido un declive que lleva a la enfermedad mental.
También hemos de tener en cuenta que actualmente hemos de cuidar más nuestras dietas y hacer más ejercicio debido a los cambios tecnológicos, que nos han llevado a una vida sedentaria. Antiguamente, todo el mundo hacia trabajos físicos o caminaba mucho y no faltaban los alimentos sanos no procesados. Actualmente, estos cambios han producido una epidemia de obesidad y más problemas físicos, que son la entrada a las enfermedades mentales.
Como podemos, ver cuando una sociedad moderna crece, disminuye el bienestar psicológico y crecen las enfermedades mentales. La vida está excluyendo otras posibilidades de relacionarnos con el mundo, las que ofrecía la vida tradicional. Tendríamos que encontrar un compromiso entre la tecnología y una vida plena a la que esta podría ayudar en lugar de ocupar el espacio principal de nuestras vidas.