Hola. Venimos asistiendo últimamente a lo que se ha dado en llamar el Renacimiento psiquedélico: libros, conferencias, charlas, estudios, terapias, reinterpretaciones, modas y, como se dice ahora, una relectura en positivo de todo aquello que deparó, a tantos niveles, el descubrimiento, el auge y la caída de la dietilamida de ácido lisérgico. Pero yo sigo echando en falta una reivindicación de la Hermandad del Amor Eterno, más conocida como BEL, sus siglas por su nombre en inglés (The Brotherhood of Eternal Love), y de su incalculable influencia. Un pequeño grupo de personas que decidió dedicar su existencia, arriesgándolo todo, a distribuir LSD para mejorar la vida en el planeta, siempre creyéndoselo hasta el tuétano.
La historia comienza a primerísimos sesenta con un grupo de compañeros de instituto de un condado del sur de California. John Briggs, Carol Briggs, Mike Randall, Rick Bevan, Brenice Smith, George Dumas, Dion Wright, Travis Ashbrook y algún otro, llevaban un par de años por el mal camino: drogas, manguis, violencia, marginación, delincuencia… Pero todo cambia por un azar cósmico: roban en casa de un modesto productor de Hollywood y encuentran un pequeño alijo de LSD, por aquel entonces una droga cara y difícil de conseguir. John Briggs y sus compañeros deciden probar aquello y lo flipan en colores. Las consecuencias de aquel primer viaje son demoledoras: acuerdan abandonar su vida anterior, convertirse en lo que Briggs bautiza como guerreros espirituales y dedicarse a llevar LSD hasta el último rincón del mundo. Para cambiarlo.
Tras mucho comulgar con su nuevo sacramento, en 1966 la Hermandad se establece en Laguna Beach, pero siguen totalmente centrados en lo suyo: mover tripis a saco. Su primera fuente de financiación es el hachís afgano premium. Viajan a Afganistán sin conocer a nadie, conocen a alguien y empiezan a enviar furgonetas repletas de hash. Toda la pasta se invierte en montar laboratorios para fabricar LSD o en comprar grandes partidas de ácido para distribuirlo. Pronto será cualquier partida disponible. Del mismo modo que empiezan a mover gigantescos lotes de LSD, van bajando cada vez más el precio: el Amor al alcance de todos. Laguna Beach se convierte en el faro del rollo hippie (entelequia fagocitada por el Sistema que se mantiene intacta, ya como mera representación o gancho comercial), y hasta allí se desplazan tribus enteras en busca de Séptimos Chakra Lavanda, Azules Levi’s, Fichas Rojas, Relámpagos Blancos, Soles de California, Neblinas Púrpura o Window Panes.
En el famoso Verano del Amor de 1967, el Amor lo puso, sobre todo, la Fraternidad, distribuyendo ácido puro a cascoporro desde su librería y complejo cultural jipi Mystic Arts World. Es también en 1967 cuando la Fraternidad se topa con dos compañeros espirituales, Nick Sands y Tim Scully, dos aficionados a la química que han decidido, como ellos, sintetizar la máxima cantidad posible de LSD-25. Su producto se llama Orange Sunshine y no son unos tripis cualquiera, son los tripis: comprimidos con trescientos microgramos de ácido lisérgico sin impurezas. Unos fabricarán y otros distribuirán varios cientos de millones de pildoritas, secantes y micropuntos.
No todo fue bonito. John Briggs murió en extrañas circunstancias en el rancho Idyllywild, al que se habían trasladado. Por allí dio bastante la nota Tim Leary, hasta que la ley asaltó el rancho y provocó la diáspora de los miembros de la Hermandad. Se extendieron por Sudamérica y Europa (Escohotado aseguraba haber sido distribuidor de sus Window Panes en Ibiza), moviendo hachís, marihuana y tripis a tope. Hasta hicieron una película, Rainbow Bridge (1972). Un disparate bizarro extremo en el que salía Jimi Hendrix tocando la guitarra encima de un volcán, varios miembros de la Fraternidad alardeando de kilos y kilos de delicia afgana salida del interior de tablas de surf y toda la peña flipándolo naranja. Al final, todo baja.
Sobre la BEL hay dos documentales recientes maravillosos: The Sunshine Makers (2015) y Orange Sunshine (2016). Además de su libro, nunca traducido al castellano: The Brotherhood of Eternal Love (Stewart Tendler y David May, 1984), y su página: https://belhistory.weebly.com
Los más prudentes calculan que la Fraternidad del Amor Eterno movió una cantidad de entre ciento treinta y ciento cincuenta millones de dosis de ácido por todo el mundo. La influencia y el legado de semejante subidón es, sencillamente, inabarcable. Como sentenció Mike Randall años después: “Creo que hicimos el Trabajo mucho mejor que Jesucristo, sobre todo porque Jesucristo no tenía ácido”. Qué guay. Adiós.