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Pavo frío

El último trócolo

Pavo frío es la traducción al castellano de la expresión cold turkey. Se refiere a lo que por estos lares denominamos mono o síndrome de abstinencia. 

Hola. Soy muy fan de la locución pavo frío, que es como se traducía malamente al castellano la expresión cold turkey. Nada tiene que ver este pavo con el Meleagris gallopavo domesticus; se refiere a lo que por estos lares deberíamos denominar, y denominamos, mono o síndrome de abstinencia. Originalmente, este mono aludía a la privación de opiáceos, especialmente a la privación de heroína, pero en este siglo mono se aplica ya no solo a todo tipo de sustancias legales e ilegales, sino también a personas, actividades, preferencias, incluso a entidades deportivas. Al Atleti. A todo lo que enganche, vamos. 

Con el pavo frío me topé por primera vez en aquellas “traducciones” que perpetró la editorial Losada de Burroughs y compañía. Tan incomprensible como las casas de “concreto” y los “falsos amigos”. Menos mal que el llorado Mariano Antolín Rato se encargó de desfacer aquellos entuertos translativos, inventando de paso el término yonqui. Echo tanto de menos a Mariano... 

Leo a los que saben de traducción, y de sustancias, que, en las primeras décadas del siglo xx, cold turkey designaba la siempre difícil opción de dejar algo radicalmente. ‘Del tirón’ sería la traducción más exacta en madrileño. Ese primer uso del cold turkey se empleaba para referirse al abandono abrupto del tabaco, sin vareniclina ni bupropión. De hecho, en países como Argentina, pavo frío sigue nombrando ese arrebato de dejar algo por las bravas. 

Sin embargo, el síndrome de abstinencia, también en Estados Unidos, era mucho más comúnmente conocido como monkey. “I’ve got a monkey on my back”, decía Frank Sinatra, interpretando a Frankie Machine, nada más salir de la cárcel, en la seminal película sobre el caballo El hombre del brazo de oro (1955). De ese monkey viene nuestro mono, aunque en la red proliferen todo tipo de teorías a cual más inverosímil, ridícula o bizarra sobre el origen de llamar mono al síndrome de abstinencia. 

Por supuesto, entre nosotros jamás se utilizó la expresión pavo frío, que hubiera estado guapo. Pero no, el vocablo que triunfó fue mono, que en la década de los ochenta, durante la popularización de la droga como primera gran alarma social, encarnó el mal absoluto. Un mono maligno. Un toxicómano con el mono era capaz de prácticamente cualquier atrocidad, según nos decían constantemente por la tele. Todavía no se ha hecho la que sería la película española de zombis por antonomasia: un ejército de toxicómanos enloquecidos por el mono y armados con hipodérmicas en un apocalíptico Madrid ochentero. 

Lo que nunca nos dijeron por la tele es que el síndrome de abstinencia del jaco puede afrontarse y superarse mejor y más suavemente que el del alcohol, no digamos ya que los horrores letales de la privación de barbitúricos o de los ubicuos derivados del diazepam. No nos lo decían, porque el mono mediático que daba miedo era el del caballo. Verás el día que, por culpa de la prohibición, solo haya fentanilo. Mejor no imaginarlo. 

Resulta curioso que la mandataria del mundo occidental que con más firmeza y serenidad sigue enfrentándose a “la lacra de la droga” no haya desenterrado entre nosotros el fantasma del mono y sus peligros. Digo que es curioso, y raro, porque la guapísima y elegantísima presidenta madrileña lleva ya años tirando de los tópicos antidroga ochenteros más rancios, trasnochados y absurdos en su enconada lucha contra la maldita droga. 

Fue precisamente la simpar Isabel Ayuso la que me dio la idea para este trócolo que están leyendo. Antes de verano, la inimitable primera dama de la capital lanzó una nueva y demoledora campaña contra la droga, así en general, con un brillante eslogan: “Las drogas destrozan tu vida”. Se trataba, aunque no lo crean, de concienciar a los “jóvenes” contra los peligros de la droga, así en general. Dicha concienciación se lograba mirándose a un espejo antidroga de tamaño natural bajo el elocuente epígrafe: “Estás viendo al responsable de tu vida”, abajo ponía DROGAS, así, valientemente tachado. 

La foto de la campaña, como recordarán, pues es inolvidable, era una de la propia presidenta mirándose con absoluta libertad al espejo de marras, mientras se hacía un selfie contra la droga. Arrobado ante aquella imagen, sentí de improviso una extraña y desasosegante sensación, e inmediatamente me vino a la cabeza lo del pavo frío: inexplicable y molesta desazón producida por la propaganda prohibicionista. ¿Ven? Al final no hay una mala traducción que por bien no venga. Adiós. 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #333

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