Hola. La palabra Spansul no viene en el diccionario de la RAE, ni siquiera como anglicismo, y tampoco aparece en lexicones ingleses tan reputados como el Webster, el Collins o el Oxford. En realidad, es una palabra inventada, y patentada, por la farmacéutica Smith Kline & French, que vendría a significar: “cápsula que al ingerirse libera uno o más medicamentos durante un período determinado”.
En este caso, concretamente, hablamos de 15 mg de sulfato de dextroanfetamina durante un glorioso período de ocho o diez horas. Nos referimos a unas cápsulas semitraslúcidas que contenían un montón de bolitas blancas y naranjas. Dexedrina Spansuls. Entre nosotros: las dexis. Anfetas.
Aunque se había sintetizado décadas antes, la anfetamina empezó a dispensarse al público a finales de los años veinte del siglo ídem, al principio, por sus propiedades broncodilatadoras, como inhaladores de benzedrina. Poco después saldría al mercado la dexedrina y, en 1938, la metanfetamina (sintetizada en Japón veinte años antes) con el nombre comercial de Methedrina.
Sulfato de anfetamina, sulfato de dextroanfetamina y sulfato de metanfetamina. Aunque realmente las dexis eran el “isómero dextrógiro (derecho) de la molécula racémica de anfetamina, tiene exactamente dos veces su potencia y es responsable de la casi total actividad del racemato”, como nos diría un boticario.
No pongan esa cara... Ustedes no se acuerdan porque seguro que son muy jóvenes, pero hasta hace no tanto las farmacias españolas vendían una excelente panoplia de sus anfetaminas favoritas. Sustancias puras, elaboradas en laboratorios profesionales y expendidas por personas autorizadas. Desde 1940 hasta bien entrada la década de los ochenta.
De las pioneras Simpatina o Profamina al Maxitón, la metanfetamina de la que iba puesto el malogrado ciclista Tom Simpson subiendo el Mont Ventoux en 1967. En las farmacias españolas había de todo. La histórica Centramina, claro, pero también el Maxibamato, el Paliatín o la antigua Propalgina. Sin olvidarnos del mítico Bustaid, apreciada tableta con 5 mg de metanfetamina, 20 de pentobarbital y un curioso combinado vitamínico.
Pueden creerme si les digo que todas esas golosinas se convertían en filfa prescindible si había dexedrinas a mano. Cuando dejó de haber, hubimos de conformarnos con ese tristón derivado anfetamínico que es la fenmetrazina. Tal vez la recuerden por sus nombres comerciales: Minilip, Preludín, Ponderal, Sabacid… ¡Pchá!
No era lo mismo. Era peor. Como el mefenorex que llevaban el Pondinil o el Rondimen. No digamos el metilfenidato, hoy todavía apreciado por el que no ha probado nada mejor, contenido en el legendario Ritalín y también en Rubifen o, más modernamente, en Concerta. Incluso hubo que tirarse al insatisfactorio Katovit, clorhidrato de prolintano, una amina mucho menos interesante que sus primas mayores y que ponía muy poco.
España fue, durante los años cincuenta, sesenta y setenta, el auténtico paraíso de la anfetamina de farmacia, hasta el punto de que en muchos sitios de Europa llamaban a las anfetas la droga española. Todavía en los ochenta, cuando me tocó ser púbero y adolescente pastillero, eran fácilmente accesibles en farmacia sin receta si las pedía un chaval obeso.
Nuestro gordo, con perdón, en aquellos tiempos de inocencia en los que desconocíamos la gordofobia, era Sebas. Con él a bordo tan contento, se hacía la romería de farmacias correspondiente por otros barrios, incluso por provincias limítrofes, para hacer acopio de aquellas inolvidables cajitas de cartón blancas y naranjas con veinticuatro cápsulas de Dexedrina Spansuls a un precio más que módico. Eso sí que ponía.
Pero aquel sueño acabó y quedó el siempre incierto mercado negro. En Madrid, durante la segunda mitad de los ochenta y más allá, era fácil pillar centraminas en las calles de Malasaña. Hubo un efímero período en el que, para alegría de la afición, apareció una partida de dexis de 15 mg que fue muy celebrada y recordada. El final definitivo del movimiento Spansul llegaría en los primeros noventa: durante una temporada se vendieron en la calle dexedrinas de 10 mg, presentación que nunca se había visto. Fue el canto del cisne de las dexis. Y también ponían.
En el nuevo siglo ha reaparecido la dexedrina mediante un profármaco, la lisdexanfetamina o Elvanse, por su nombre comercial, que debe ser sintetizada primero en el hígado para convertirse en la añorada dextroanfetamina. Recetada para el TDAH y con precio disuasorio, me han dicho que no es lo mismo. No sé, hace tiempo que no me gusta la anfetamina, aunque unas dexis… ¡Ay! Adiós.