Hola. Ahora que es trending topic decir cosas de nazis, adoptar posturas nazis random y hacerse el nazi malote en las redes sociales, en el Parlamento o en la Casa Blanca, me viene constantemente a la cabeza lo de la Pervitina. La anfeta de los nazis, los auténticos, los de las películas, no los de ahora.
Como sabemos todos, la anfetamina se sintetizó por primera vez en 1887, en Berlín, de la mano del rumano Lazăr Edeleanu. También sabemos que su versión más potente, la desoxiefedrina, más conocida como metanfetamina, fue sintetizada por los japoneses en 1910. Lo importante, a nuestros efectos, sucedía en 1937, cuando un químico de la empresa Temmler-Werke patentó su síntesis alternativa del clorhidrato de metanfetamina. Inmediatamente se puso en marcha la producción industrial de Pervitin, nombre comercial del nuevo y poderoso speed alemán.
Los tubitos de Pervitin, de color naranja y azul, con el eufónico nombre del producto impreso en diagonal, contenían 30 grageas con 3 mg de metanfetamina. Salía barato: cuatro céntimos de marco por pastilla. A mediados de 1940, en el pico de producción, las fábricas de Temmler-Werke prensaban 833.000 comprimidos de Pervitin cada 24 h. Los cálculos más solventes indican que hasta el final de la contienda, el Tercer Reich fabricó y distribuyó más de setecientos millones de dosis de Pervitin.
“El consumidor se siente bruscamente despabilado, mejor y más fuerte, con los sentidos agudizados al máximo. Con la autoestima en alza, se produce una aceleración subjetiva de los procesos mentales, una generación de euforia, de sensación de ligereza y frescura”. Con estas sabias palabras, que cualquier veterano del after suscribiría, se describían los efectos estimulantes del Pervitin. El doctor Otto Friedrich Ranke, principal valedor de la metanfetamina en el campo de batalla nazi, sentenció que solo cuatro comprimidos de Pervitin tenían tanto efecto sobre el individuo como una bolsa entera de café.
Toda Alemania consumía ya metanfetamina, pero la primera entrada en combate del Pervitin llegó en septiembre de 1939 durante la invasión de Polonia, para eliminar la fatiga de los conductores en las cadenas logísticas. Conclusión: “Es una herramienta que permite, en cualquier momento, ayudar activa y eficientemente a ciertos individuos dentro de su margen de influencia a alcanzar unos resultados por encima de la media”. Los nazis, que eran muy organizaditos para todo, pues también esto lo sistematizaron para elevar su eficacia. En el Decreto sobre Sustancias Despertadoras (abril de 1940), la dosis reglamentaria militar se estableció en dos pastillas por la mañana y dos por la noche y, en caso necesario, dos más cada cuatro horas. De subidón.
Así, de constante subidón, iban las tropas alemanas, y especialísimamente los tanquistas, en mayo y junio del 40, mientras invadían a la carrera, día y noche sin parar, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia. Son ya historia los frenéticos y relampagueantes avances de las columnas acorazadas de Guderian o Rommel. Un ardor guerrero propulsado por la anfeta. Y no solo en tabletas: el famoso chocolate del tanquista (Panzerschokolade) con 18 mg de speed por tableta, las barritas energéticas de chocolate (Fliegerschokolade), de 14 mg, los mazapanes con metanfetamina (Fliegermarzipan) o los muy apreciados bombones de la casa Hildebrand, con la vidilla añadida de sus 14 mg de metanfetamina pura.
La demanda de Pervitin era tan masiva en esos momentos, que en Tremmler no daban abasto y se autorizó la producción y venta de la metanfetamina Isophan, de los Laboratorios Knoll (los mismos, por cierto, que habían patentado el mítico Dilaudid). Sin embargo, para el verano del 41 ya eran evidentes las escalofriantes consecuencias del abuso continuado de metanfetamina. El jefe médico del Reich, Leonardo Conti, restringió y fiscalizó la venta de Pervitin en julio.
Si al principio el Pervitin militarmente se había utilizado como combustible humano en la Blitzkrieg, en el frente ruso se usó profusamente para combatir la desmoralización y el desánimo, y engañar al hambre y al frío. De bajón. En 1945 paró abruptamente la producción de Pervitin, pero Temmler-Werke, ahora en Hamburgo, reanudó la fabricación en 1948. Pervitin no desapareció del mercado legal de medicamentos hasta el año 1988.
Es de obligada lectura El gran delirio, de Norman Ohler, convertido en menos de una década en absoluto clásico de referencia en este asunto: drogas y nazis. Un tema que nunca cansa, ¿verdad? Ya hablaremos otro día del inefable doctor Morell y de las mil pastillas del misterioso preparado D IX... Adiós.