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¿Tendremos que seguir desobedeciendo?

Editorial Cáñamo #295

¿Tan difícil de entender es que el concepto de salud y bienestar lo decide la propia persona y que el Estado debe respetarlo, promoviendo la autonomía de los ciudadanos y protegiéndolos de los mercaderes de la salud?

Al cierre de esta edición los partidos ya han presentado sus propuestas después de escuchar las intervenciones de los expertos invitados a la subcomisión para estudiar la regulación del uso medicinal del cannabis.

Ahora faltará debatir un texto conjunto que deberá ser aprobado por mayoría, para ser validado después por la Comisión de Sanidad. Unas conclusiones que den forma al proyecto de ley necesario para iniciar el proceso legislativo.

PP y Vox siguen haciendo gala de su inmovilismo conservador y no quieren saber nada del uso médico del cannabis ya que, por lo que parece o quieren hacer parecer, se han creído que su consumo aumenta el número de problemas mentales, las adicciones, los casos de psicosis y suicidios. Los demás partidos políticos coinciden en un mínimo común que es la necesidad de regular el acceso medicinal al cannabis, aunque están lejos de coincidir tanto en los límites como en las formas que debe adoptar esta regulación.

Para los socialistas la evidencia científica disponible para el uso medicinal del cannabis aún es “limitada”, reduciendo a tres los diagnósticos para los que el cannabis sería útil: “La espasticidad en pacientes con esclerosis múltiple, algunas formas de epilepsia, y el dolor crónico”. El resto de partidos políticos añade otras dolencias para las que el cannabis estaría indicado por su utilidad terapéutica: para evitar las náuseas y vómitos derivados de la quimioterapia, para la endometriosis y el estrés postraumático.

Para el PSOE, solo los médicos que tengan una formación específica en el uso terapéutico del cannabis podrán recetarlo, y proponen que sean las farmacias de los hospitales los únicos centros que dispensen los extractos y preparados estandarizados de la planta y los adapten a los distintos pacientes, aunque esto haya sido recibido como un castigo por las organizaciones de pacientes, pues supone largos desplazamientos para aquellos enfermos que vivan lejos o en poblaciones que no cuenten con estos hospitales. Quieren crear también un registro de estos pacientes a los que se prescribe y dispensa, negando el acceso a las sumidades floridas e impidiendo el autocultivo.

Aparte del PSOE, el resto de partidos que quiere regular contemplan que esté disponible en las farmacias de barrio. Unidas Podemos y PNV van un poco más allá y también plantean el acceso a flor en farmacias, pero solo ERC y EH-Bildu creen necesario una regulación del autocultivo.

El divorcio entre la sociedad y los políticos es tan grande en este tema, que la regulación medicinal, incluso en la versión restrictiva que parece que se va a imponer, es una buena noticia. Sin embargo, no podemos dejar de señalar la oportunidad perdida y cómo una vez más la falta de escucha de nuestros gobernantes impone su visión paternalista del poder. ¿Tan difícil de entender es que el concepto de salud y bienestar lo decide la propia persona y que el Estado debe respetarlo, promoviendo la autonomía de los ciudadanos y protegiéndolos de los mercaderes de la salud? No hay derecho que para alcanzar el bienestar que procura el cannabis, el Estado te imponga comprarlo, cuando se trata de una planta cuyo cultivo permite la autosuficiencia.

Resulta además decepcionante que a estas alturas del siglo XXI políticos que han formado parte de una subcomisión de estudio medicinal olviden que la salud no es solo la ausencia de enfermedades, sino un estado de bienestar físico, mental y social.

Una regulación restrictiva no evitará que todos los usuarios que ahora se quedan fuera sigan acudiendo al mercado negro a por su medicina o cultivando sus plantas en la clandestinidad. Tendremos que seguir desobedeciendo.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #295

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