El alcohol es una de las sustancias más consumidas por el ser humano. Es un componente fundamental de nuestra cultura de ocio y es difícil imaginarse un mundo sin él. Sin embargo, su abuso es muy problemático y causa graves problemas sociales y personales. Lógicamente, muchos han sido los intentos de regular su consumo y concienciar al público de cómo tomarlo de manera responsable. Una propuesta nueva y sorprendente, nacida de David Nutt –neuropsicofarmacólogo británico– y un químico clandestino, el Doctor Z –responsable de sacar la mefedrona al mercado–, consiste en sustituir el alcohol por otra sustancia menos nociva. Se trata de 5-metoxi-2-aminoindano, o MEAI, un compuesto que en teoría tiene efectos similares a los del alcohol y que reduce las ganas de beber.
La teoría tras la propuesta de Nutt y el Dr. Z es simple: sales de fiesta, y de buenas a primeras tomas una cápsula de MEAI y continúas la noche como harías siempre. Un par de cervezas en el bar de turno con los colegas mientras decidís a qué discoteca vais a ir. Al cabo de unas tres horas estás en la barra de la discoteca haciéndole compañía a tus colegas mientras esperan para comprar otro ron-cola. Tú, en cambio, estás satisfecho con menos cantidad de alcohol y quizás vas suplementando tu consumo con cápsulas de MEAI. Te lo pasas genial, y a la mañana siguiente vas a buscar cruasanes, fresco como una rosa, mientras tus amigos se mueren de resaca hasta la hora de comer. En teoría es una sustancia con un bajo riesgo de abuso, y sin efectos secundarios por su uso solo o en combinación con alcohol. Teoría y práctica no siempre coinciden, pero, y nadie lo resume mejor que David Nutt: “La evidencia anecdótica no es suficiente. La investigación sobre el MEAI implicaría descubrir a qué receptores en el cerebro afecta, cómo afecta a ratas y establecer unas pautas de consumo seguras, antes de invertir fondos en llevar a cabo pruebas clínicas para ver si realmente reduce el consumo de alcohol”.
De momento, dejando toda presunción sobre el MEAI de lado, centrémonos en lo que sabemos seguro sobre esta sustancia. Es un aminoindano, derivado de la familia de la anfetamina. Los usuarios que la han probado describen una euforia sutil y controlable, de una duración de al menos cinco horas. Hay poca información sobre dosis, pero suelen mantenerse bajas, entre 10 y 20 miligramos. Como sigue siendo una sustancia poco conocida, nadie se atreve a subir más la dosis. De momento se desconocen sus posibles efectos secundarios o a largo plazo.
Las dos sustancias con la estructura más similar son el MDAI y el PMA. El MDAI se toma en dosis de entre 20 y 300 miligramos, con efectos parecidos a los del MDMA, sin el toque estimulante de este. Se ha estudiado precisamente por David Nutt como sustituto del MDMA, y parece ser que es menos nefrotóxico que este, aunque aún no está demostrado. El PMA, en cambio, es una anfetamina que en dosis de entre 20 y 60 miligramos actúa de manera similar al MDMA, pero en cantidades mayores causa complicaciones graves, como hipertermia y síndrome serotoninérgico. Es más problemática que el éxtasis y a menudo lleva a la hospitalización. Si el MEAI es más parecido al MDAI que al PMA, sentará mejor en dosis más altas que las que la gente se ha atrevido a tomar. Si es al revés, en dosis más altas puede causar problemas graves. En resumen, no es un compuesto muy estimulante y proporciona una embriaguez que recuerda a la del alcohol, aunque más lúcida, tranquila y controlable. Hasta aquí parece un candidato digno de considerar para destronar al alcohol, rey y señor de todo lo relacionado con el consumo recreativo.
No obstante, con el alcohol hay un interesante matiz social, que es el hecho de que está inmensamente integrado en nuestra cultura y comportamientos. ¿Hasta qué punto es el alcohol el rey por sus características químicas (efectos, dosis, toxicidad, duración, etc.) y no por sus virtudes sociales (aceptación pública, normalización de su consumo, ritual social, etc.)? Es lo más normal del mundo tomar unas copas con tus amigos cuando sales de fiesta, o un buen vino con el bistec, y desde luego nadie te mirará mal por tomarte unas cervezas después de un largo día en el trabajo para relajarte un poco. Su integración social es muy importante, y el resultado de miles de años de coexistencia entre el humano y el alcohol. Se puede producir, literalmente sin querer, dejando fermentar agua y alguna fuente de azúcar. Además, es un buen conservante, desinfectante y, para colmo, tiene buen sabor. Si suponemos que el MEAI, o realmente cualquier otra sustancia, fuera capaz de proporcionar todos los efectos positivos del alcohol sin efectos secundarios, ni resaca, ni secuelas a largo plazo, ¿podría solo por estas virtudes sustituir el rol que el alcohol tiene para la mayoría de nosotros? Una cosa está clara: de momento la bebida lleva unos cuantos milenios de ventaja.
Pero bueno, no hay que ser fatalistas. David Nutt ya se planteó este problema, y de hecho su propuesta es un poco diferente. Su mote para el MEAI es chaperón (supervisor o escucha, en español). Aunque sustituir el alcohol parezca una tarea imposible, complementarlo suena mucho más asequible. La peculiaridad del MEAI es que parece reducir el deseo de beber alcohol. Michael Slezak, un periodista, describe la experiencia de tomar MEAI así: “A partir de medianoche, unas cinco horas después de la primera dosis, siento una euforia intensa pero controlada. Ahora mismo, la idea de beber alcohol me parece repulsiva”. Si tomar una dosis al empezar la noche te permite seguir bebiendo alcohol, además de proporcionar una sinergia que disminuye el deseo de beber demasiado, la idea de que el MEAI se pueda utilizar para reducir riesgos del alcohol deja de ser tan descabellada. Desde luego, justifica su investigación.
Otra virtud del alcohol muy importante tiene que ver con la tolerancia. Aunque no es recomendable, beber con frecuencia no resulta en un incremento rápido de tolerancia a los efectos del alcohol. Esto no significa que no esté presente: está claro que si bebes mucho te acostumbras a los efectos y acabas necesitando más cantidad para obtenerlos. No obstante, el consumo frecuente de alcohol presenta menos problemas que el de otras sustancias. Si “el chaperón” va a complementar al alcohol, idealmente se podría tomar con una frecuencia similar.
Hay muchas sustancias que tendrían potencial como sustitutos del alcohol, y el MEAI es una sustancia prometedora, pero por ahora no hay suficiente información para determinar su futuro. ¿Puede llegar a destronar el consumo de alcohol? No solo depende de los efectos de la sustancia, también es necesario tener en cuenta la trayectoria histórica del alcohol: desde que apareció por accidente en cuencos fermentados, hasta ser una bebida presente en casi todo el mundo. No obstante, suplantar totalmente al alcohol es un objetivo muy ambicioso, pero vale la pena explorar todas las sustancias que puedan ayudar a reducir el abuso, los efectos secundarios y los accidentes causados por el consumo de alcohol. Lo poco que sabemos del MEAI es prometedor, sino como sucesor al trono, quizás al menos como noble escudero.