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‘Tucibi’: cuando lo falso es el último grito

Habéis quedado con un colega que os invita a su casa a comer comida americana. Aparecéis con vino caro y los mejores dulces del pueblo de vuestra abuela. Cuando llegáis, resulta que vuestro amigo no ha cocinado nada, sino que ha hecho un pedido a una cadena de hamburguesas de comida rápida. Cuando os quejáis, os responde que son las hamburguesas más famosas del mundo, todos las comen y que muchas gracias por el vino, no esperaba menos. ¿A que jode? Por mucho que se llamen hamburguesas, poco tienen que ver con el plato real. El fenómeno del tucibi mantiene curiosas similitudes con esta escena.

Antes de nada hay que saber qué es el 2C-B, una sustancia que pertenece a la familia de las fenetilaminas (la misma que el MDMA, la mescalina, la anfetamina, etc.). Sus efectos son principalmente psiquedélicos, pero también es conocido porque tomado en pequeñas y medianas dosis aporta unos interesantes efectos empatógenos similares a los del MDMA. A medida que se aumenta su dosis, los efectos son más bien alucinógenos, similares a los del LSD. La duración de la experiencia es de cuatro a seis horas. Un mote de esta sustancia es tucibi, por cómo suenan sus siglas pronunciadas en inglés.

Ahora bien, tiene un defecto para los vendedores: las dosis oscilan entre los 15 y 30 mg. Vamos, menos de una treintava parte de un gramo. Esto puede hacer que los consumidores, acostumbrados a recibir cantidades mayores, se queden con la sensación de estar pagando mucho por poco. En principio esto debería poderse arreglar con una explicación correcta de los efectos y potencia del 2C-B, pero parece que alguna gente ha aprovechado la oportunidad para destacar su producto por encima del de los demás. ¿Cómo? Sorprendentemente, la estrategia de marketing implementada no se basa en la potencia del compuesto ni en su variedad. De forma bastante antintuitiva, cuando un camello ofrece tucibi suele entregar un producto de color rosa neón y que no contiene 2C-B. Puede resultar familiar, ya que unos meses atrás circularon varias noticias sobre una nueva droga llamada coca rosa o tucibi.

Aun así, antes de quedarnos con la idea de que esto es una ocurrencia común, deberemos reconocer la actuación de otro actor en esta escena: las autoridades y los medios. Como ya hemos explicado otras veces, una de las más esforzadas tareas de ciertas instituciones asociadas a la prohibición del uso de drogas es la de provocar el terror, y por ende la fascinación, por las mismas. Cuando aúnan esfuerzos con periodistas dedicados al morbo sobre las drogas, conseguimos una peligrosa receta: la desinformación.

Cuando el 2C-B reapareció en el mercado hace menos de una década, empezaron a llamarlo cocaína rosa, y fue asociado a grupos de alto poder adquisitivo y desbocadas fiestas. Esto sigue siendo así hoy en día, cuando, sobre todo en verano, aparecen noticias que hacen referencia a incautaciones en Ibiza de la llamada cocaína rosa. Sin embargo, quién podía esperarlo, sus descripciones tuvieron el efecto contrario y, en vez de provocar el rechazo de la población consumidora, aumentó su fascinación. Además, la utilización de la palabra cocaína puede inducir a la idea de que las dosis pueden ser mayores y que la vía de administración es la esnifada, vía con la que, justamente, se debe ser especialmente cauteloso con el 2C-B y sus dosis.

La combinación de estos dos factores probablemente son lo que hizo nacer la receta, que poco o nada tiene que ver con el 2C-B, el mal llamado tucibi. ¿Qué es entonces el tucibi? Pues puede ser cualquier cosa. En general se trata de unas sustancias, entre las que suelen incluirse la ketamina y el MDMA, mezcladas según la creatividad del vendedor y en diferentes proporciones. En España es un fenómeno mucho menos común de lo que parece, pero existe la clara distinción entre el 2C-B y el tucibi. La mayoría de las muestras que llegan a Energy Control vendidas como 2C-B contienen principalmente 2C-B. Como contraste, llegan pocas muestras de polvo rosa vendido como tucibi, y el resultado de esta es prácticamente siempre una mezcla de MDMA, ketamina y algún adulterante como el paracetamol.

Además, esta cadena de sucesos no es tan solo peligrosa y engañosa, sino que resulta ser extremadamente lucrativa. El tucibi puede llegar a venderse por cien euros el gramo, cuando el gramo de las sustancias que se usan para preparar la mezcla no suele superar los cuarenta o cincuenta euros. Negocio redondo: lo falso es el último grito, la última tendencia, una moda con la que además alguien está ganando dinero.  Por ejemplo, en el 2012, aproximadamente el noventa por ciento del 2C-B y tucibi que se incautaba en Colombia era este polvo rosa con la misma mezcla de ketamina y MDMA.

Más allá de los problemas evidentes que pueden generarse de que te den gato por liebre en el consumo de drogas (problema que puede llegar a evitarse llevando a analizar nuestras sustancias), aquí nos encontramos con dos graves problemas. Por un lado, su venta supone una evidente estafa con jugosos márgenes de beneficio. Por el otro, la mezcla de sustancias añade un factor de imprevisibilidad a los riesgos que tiene cada sustancia por separado.

Por lo que hace a la estafa en sí misma: todos sabemos que la publicidad es tan solo publicidad, incluso cuando aquellos que la propagan inintencionadamente puedan ser medios de comunicación e instituciones. Además, si alguien nos ofrece un gramo de tucibi, más vale sospechar, pues debido a esta práctica la adulteración del 2C-B, sobre todo en polvo, ha aumentado.

Por lo que hace a las mezclas, los riesgos son los habituales. Si el efecto de una sustancia ya es de por sí imprevisible, ya que depende de numerosos factores difíciles de controlar (pureza, estado de ánimo, estado físico...), imaginemos si son dos las sustancias mezcladas, que además pueden tener interacciones entre ellas. Puede ser perfectamente el juego de la ruleta rusa. Además, imaginemos que no sabemos en qué proporción están mezcladas. Si bien es cierto que algunas personas llegan a controlar qué mezclas les pueden sentar bien en ciertos momentos, en este caso, al no poder controlar la composición, no es que estemos jugando a la ruleta rusa con un revólver, es que casi lo estamos haciendo con una pistola automática.

Al final ya nos lo decían nuestros padres, no hay que fiarse de lo que nos dicen, y menos si hay dinero de por medio. Y si conocemos a alguien que se dedica a llamar comida americana a las hamburguesas fast food, pues nunca está de más pedirle que pase a llamarle a las cosas por su nombre. Aunque no sea esa su intención, así evitaremos accidentes y estafas.

Referencias

https://www.echelecabeza.com/sino-es-2C-B-tuci-entonces-que-es
https://canamo.net/otras-drogas/nuevas-sustancias/2c-b-un-alucinogeno-no-tan-intenso
https://www.facebook.com/energycontrol/posts/2242240912457681
http://wiki.tripsit.me/wiki/2C-B

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #259

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