Coca-Cola en lucha
Del sindicalismo tradicional al nuevo conflicto ante la empresa global
El pasado 31 de enero se cumplían dos años de la convocatoria de la huelga indefinida con la que los trabajadores de la fábrica Coca-Cola en Fuenlabrada daban inicio a uno de los conflictos laborales más largos, duros y originales de toda Europa.
El pasado 31 de enero se cumplían dos años de la convocatoria de la huelga indefinida con la que los trabajadores de la fábrica Coca-Cola en Fuenlabrada daban inicio a uno de los conflictos laborales más largos, duros y originales de toda Europa. Tras veintidós meses de huelgas, manifestaciones y triunfos judiciales, trabajadores y familiares de esta ciudad de la periferia obrera del sur de Madrid asestaban una importante derrota a una de las multinacionales más poderosas del mundo. Nacía Coca-Cola en Lucha.
Entre las consideraciones humanas, sociales y políticas, el interés de Coca-Cola en Lucha reside en ser –junto a otros conflictos como los protagonizados por los técnicos de las subcontratas de Movistar o por los trabajadores de las TIC de Vodafone– una de las primeras muestras del futuro conflicto social que se abre en la España postcrisis; una de las primeras manifestaciones a gran escala de un conflicto sindical contra la empresa global.
El cierre de La Perla
El 22 de enero de 2014, después de una reunión por la mañana en un céntrico hotel madrileño, los representantes de los trabajadores firman uno de los convenios laborales más avanzados de todo el país. A continuación, esa misma tarde a las 18.00 horas, la dirección de la empresa anuncia el cierre de la fábrica de Fuenlabrada a través de un ERE. El cierre afectaría de inmediato a 1.250 trabajadores de las fábricas de Alicante, Asturias, Palma de Mallorca y Fuenlabrada, que, con 589 trabajadores directos y 1.000 indirectos, sería la más afectada.
El anuncio pilló por sorpresa a una platilla que contaba en aquel momento con un nivel de salarios y de derechos prácticamente desconocidos para el conjunto salarial en la España de la precariedad. Lo que el director de Coca-Cola España, Marcos de Quinto, llamaba La Perla, por ser el centro tecnológicamente más avanzado de Europa, se cerraba sin ninguna justificación económica, tras años de importantes beneficios.
En pocas horas una plantilla privilegiada pasó a la pesadilla del paro
De la huelga al boicot. Los Espartanos y el Campamento de la Dignidad
Tras la sorpresa vino la respuesta. El 31 de enero de 2014 comienza la huelga indefinida, haciendo de los paros el protagonista de la primera fase del conflicto. Gracias a las nuevas tecnologías se pudo informar en tiempo real a una plantilla de 600 trabajadores, que siguieron al cien por cien la huelga en esos días.
A pesar de lo masivo del conflicto, el 21 de febrero acaban las negociaciones, dando la empresa por cerrado cualquier contacto, intentando una estrategia de división de la plantilla por medio de la oferta de “recolocaciones fuera de Madrid o nada”. Tras el final de las negociaciones que marca la Ley, la empresa procede a 300 despidos forzosos. Los despedidos pasan desde ese momento a utilizar el nombre de “Los Espartanos”.
A partir de ahí, los trabajadores dan comienzo a una segunda etapa basada en la socialización del conflicto: hacer de un conflicto laboral concreto un conflicto social global. Esta nueva fase requería que los esfuerzos se centrasen en una doble estrategia: la judicial, enfocada a “tumbar el ERE”, y la social, dirigida a que todo Madrid hiciese suyo el conflicto por medio de la consigna del boicot a través del famoso “Si Madrid no produce, Madrid no consume”.
El ataque a la marca se convirtió en uno de los elementos fundamentales de la estrategia seguida por Coca-Cola en Lucha, dirigida contra una multinacional que si vive de algo es de su imagen de marca. Con el boicot no se pretendía solo una campaña dirigida a dañar las ventas, sino conseguir que una población harta de la precariedad laboral pudiese, mediante el boicot, dar salida al malestar que no puede expresar en un marco tan autoritario como es el de la empresa privada, ámbito que rige los destinos de más de catorce millones de trabajadores en España. El boicot fue un éxito, que en los momentos álgidos del conflicto logró reducir un 40% las ventas del refresco de la multinacional en Madrid.
Al igual que en el caso de la Marea Blanca por la sanidad pública, uno de los elementos fundamentales del conflicto fue su acertada estrategia judicial. Si hay una persona querida entre la plantilla es Enrique Lillo, abogado laboralista y responsable del Gabinete Interfederal de Comisiones Obreras, artífice del recurso que desembocó en la declaración por parte de la Audiencia Nacional de ERE ilegal el 26 de marzo de 2014. Para Lillo, el protagonismo de la estrategia judicial la tienen los propios trabajadores: “Los que construyeron el recurso fueron los propios trabajadores al aportarnos de manera detallada toda la información de cómo la empresa vulneraba el derecho de huelga”.
En esta nueva fase, los elementos simbólicos pasaron a desempeñar un papel determinante, convirtiendo el campamento que los trabajadores levantaron a la puerta de la fábrica en el símbolo de su lucha y del carácter obrero del conflicto. Tal y como cuentan los trabajadores, en un primer momento el conocido como el Campamento de la Dignidad no iba más allá de una fogata en un bidón para el frío y unas tiendas de campaña, siendo su objetivo evitar que la empresa reventase la huelga. Conforme el conflicto se extiende en el tiempo, el campamento crece y se convierte en una estructura estable que tiene como fin evitar el desmantelamiento de la fábrica y preparar a la plantilla para resistir a la estrategia de desgaste que llevaba a cabo la multinacional. Es ahí cuando el Campamento de la Dignidad comienza a ser un punto de referencia para muchos conflictos laborales en Madrid, como dijeron algunos: “El ‘kilómetro cero’ de todos los conflictos sociales que existen en Madrid”.
Las bases de un nuevo conflicto laboral
La experiencia de Coca-Cola en Lucha sintetiza los elementos centrales de un nuevo tipo de conflicto laboral adaptado a las condiciones actuales. La crisis del sindicalismo clásico se encuentra aquí con el germen de una nueva práctica sindical.
En primer lugar, el elemento central no está en dónde se realiza el trabajo sino para quién se trabaja: da igual que tu contrato sea con Casbega, Coca-Cola Iberian Partners o Coca-Cola Fuenlabrada: si trabajas para Coca-Cola el conflicto es con esa empresa.
En segundo lugar, el conflicto del futuro tenderá a unir a todos los afectados, desde los trabajadores hasta los familiares, pasando por los allegados, así como todos aquellos que compartan el entorno social, o, en el caso de los servicios públicos, a los mismos usuarios.
En tercer lugar, no hay una expresión única del conflicto –la huelga–; todas las acciones forman parte de la estrategia a seguir: huelgas, concentraciones, manifestaciones, actos, charlas, trabajo en redes sociales, herramientas judiciales y demás formas de lucha.
En cuarto lugar, si queremos ganar hay que prepararse para conflictos de larga duración: el conflicto social en el marco de la empresa global será duro, largo y producirá un inmenso desgaste entre aquellos que lo lleven a cabo.
En quinto lugar, es necesario establecer una unidad con profesionales que pueden ayudar a resolver el conflicto en favor de los trabajadores: juristas, sociólogos, economistas, periodistas, gente del mundo de la cultura y de otras profesiones que puedan aportar sus conocimientos técnicos y teóricos dirigidos a desmontar los argumentos de los empresarios.
Y en sexto lugar, hay que aprovechar los recursos propios de una sociedad en red y ser capaces de generar metáforas y símbolos que permitan la identificación por parte de cualquiera con la lucha y romper el cerco impuesto por unos medios de comunicación que suelen silenciar las luchas laborales. El campamento, las camisetas rojas, el boicot, las concentraciones en las zonas comerciales del centro de Madrid, así como el uso de las nuevas tecnologías y el lanzamiento de campañas víricas a través de las redes sociales, fueron las armas que aprendieron a utilizar los trabajadores en esta batalla. Una enseñanza que muestra cómo se ha de luchar en una guerra asimétrica como esta, frente al silencio mediático impuesto y a la indiferencia habitual.
Por todo esto, Coca-Cola en Lucha ha sido una movilización ejemplar que encarna, junto a la Marea Blanca, el prototipo del conflicto social contemporáneo.
En pocas horas una plantilla privilegiada pasó a la pesadilla del paro. Un suceso más que muestra los costes sociales que implica el modelo de fragmentación social basado en el trabajo precario. Una realidad a la que los trabajadores de Coca-Cola en Lucha han sabido dar respuesta, rompiendo, por una vez, con la soledad del empleado globalizado.
Fotografías tomadas por los propios trabajadores en lucha