En el anterior número de esta revista os expuse el caso de un procedimiento penal abierto contra una madre por la intoxicación con THC de su hijo de cuatro años. Os expliqué que la madre había notado un comportamiento extraño en su hijo y que, viendo que tenía un pulso acelerado y los ojos como idos, decidió llevarlo al hospital. Los médicos enseguida vieron que había ingerido algo extraño, y no fue hasta el resultado del análisis de sangre que se supo que la causa de ese estado era la ingesta de cannabis. Los padres al final averiguaron que había comido unos caramelos con THC que los niños encontraron en casa de la amiga donde habían pasado la tarde. Incoaron un procedimiento penal contra la madre, por la posible comisión de un delito de abandono, y después de declarar y demostrar que el niño estaba escolarizado, que tenía todos los controles médicos en regla y que estaba vacunado, indicios todos ellos de una crianza correcta, según nuestras autoridades, consideraron que había sido un hecho puntual y accidental, y que el niño no corría peligro. Así que la juez dictó un auto de sobreseimiento provisional, si bien acordando que al cabo de seis meses tuviera una inspección por parte de Servicios Sociales para controlar que todo seguía en orden.
Este mes os quiero contar un caso que por suerte no he llevado personalmente pero que he conocido a raíz del asunto de mi clienta. Se trata de una historia bien triste y dura que está relacionada también con el cannabis, pero sobre todo con el alcohol. Se trata de una pareja de consumidores habituales de cannabis y alcohol que, al quedarse ella embarazada, no pudieron dejar de consumir ni decidieron a tiempo abortar. Además, tenían frecuentes discusiones entre ellos con denuncias cruzadas por agresiones. No sé con certeza si las alarmas saltaron por un control rutinario de gestación en el que la madre apareció bebida o por una visita de la Policía al domicilio familiar por la llamada de los vecinos. El caso es que los Servicios de Protección a la Infancia detectaron la gestación de riesgo y abrieron expediente para controlar a la gestante. Empezaron las visitas sorpresa en el domicilio, las exigencias de dejar el consumo, las advertencias del peligro para el futuro bebé, las advertencias de retirada de custodia. La madre sí dejó de consumir cannabis, pero no consiguió abandonar el alcohol, y no dejaban tampoco de discutir y montar broncas en el domicilio. El equipo de Protección a la Infancia empezó los trámites para la futura retirada de la patria potestad una vez naciera el niño, y contactaron en primer lugar con el entorno familiar, para averiguar si había alguien capacitado que tuviera interés en adoptar a la criatura. Por suerte apareció en escena el hermano del padre biológico, el cual vivía casado con otro hombre. Gracias al progreso de este país en materia de reconocimiento de la igualdad de las personas homosexuales, ello no fue en absoluto un impedimento. Se examinó la situación de la pareja, su domicilio, sus ingresos económicos y su disponibilidad para criar en condiciones a una criatura. Y fueron aprobados. Poco después ya se produjo el parto y la consumación del drama. Una mujer que da a luz en un hospital con presencia de policías y trabajadores sociales, que cuando da a luz la criatura se le arrebata y se le entrega, contra su voluntad, a otras personas, que se llevan al niño. Fue un drama mayúsculo. Los padres adoptivos tuvieron que salir escoltados por la Policía y el padre biológico fue detenido por desobediencia y atentado a la autoridad. Por su parte, la madre sufrió el horror de un postparto sin su criatura. El drama ha seguido después, con intentos de agresión a los padres adoptivos, órdenes de alejamiento y odios viscerales cada vez más profundos.
El único dato positivo en esta historia es que el bebé no nació con deficiencias aparentes. Pero lo que parece increíble es que se siga demonizando tanto a la marihuana y sus derivados mientras se continúa cultivando la imagen del alcohol como un alimento saludable respecto del que hay que mantener una cierta moderación, como si eso fuera suficiente con el alcohol y no pudiera ser suficiente con el cannabis.