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Ramon Llull, filósofo perenne

Tres centurias antes que Cervantes, Ramon Llull (1232-1316) estuvo cautivo en Argelia, recreó la institución caballeresca (Libro de la orden de caballería, 1281) y compuso una novela en cierto modo quijotesca, Blanquerna, escrita en catalán en 1286. De su sección más difundida, Libro de amigo y de Amado, proceden los tres primeros fragmentos seleccionados, a los que siguen otros tantos gajos del Árbol ejemplifical, rama, a su vez, del Árbol de la ciencia (1296). Una juventud tormentosa, seguida de una crisis espiritual, preludió su dedicación a la empresa de convertir infieles, fracasada la cual desplegó desde París una actividad docente de amplio y duradero influjo (Descartes, La Rochefoucauld, Leibniz). El Libro de los proverbios (1304), fuente del resto de los aforismos, muestra la combinación de filosofía perenne, doctrina mística y cultura popular elaborada por este mallorquín heterodoxo, enemigo de trazar fronteras entre razón y fe, ni siquiera, como señaló D’Ors en 1918, entre sabiduría cristiana y musulmana.  

Preguntó el Amado al amigo: ¿Recuerdas alguna cosa con la que te haya recompensado por amarme? Respondió: Sí, porque entre los trabajos y los placeres que me das, no hago diferencia alguna.

Preguntaron al amigo qué era bienandanza. Respondió: malandanza soportada por amor.

Loco, di, ¿qué es amor? Respondió que amor es aquello que a los libres pone en servidumbre, y a los siervos da libertad. Y se discute qué es lo que está más cerca de amor: libertad o servidumbre.

Vicio —dijo la Virtud—, ¿y por qué me eres contrario? Virtud —dijo el Vicio—, os soy contrario para que seáis grande.

Ningún ángel es ocioso.

Dijeron los ojos al entendimiento que entendiese a Dios en su infinidad, y dijo el entendimiento a los ojos que mirasen el sol al mediodía.

Nunca es vencida la fuerza de recordar, entender y amar.

Mayor puede ser la esperanza por amor que la desesperanza por temor.

La paciencia nunca se arrepiente.

Nadie llega tan pronto como la perseverancia.

La vida activa ha de ser contemplativa.

El hombre avaro nada tiene.

No hace largo viaje el perezoso.

Como es menos lo que sabes que lo que no sabes, no uses de muchas palabras.

Que tu entendimiento sea compañero de tu imaginación.

El orgullo no quiere paz.

Nada más arduo que sacar bien del mal.

La salvación no puede comprarse, pero puede venderse.

La mala alimentación es el camino de todos los males.

Elige dar, más que tomar.

Nadie puede vencer al hombre suave.

La perseverancia es el medio que une el principio con el fin.

La privación de todo deseo equivale a morir.

Mucho ha avanzado quien ha comenzado.

Nada se halla más cerca del infinito que el fin.

Quien induce a su adversario a dudar, le acerca a la verdad.

Quien más trabaja, con mayor frecuencia descubre lo imposible.

La prudencia no se fía de sí misma.

La abstinencia mira lejos.

Gracias al instinto moral, los hombres conocen la verdad sin buscarla.

Cuanto más alto sea el oficio, mayor humildad requiere.

Cada uno de los cinco sentidos es filósofo.

Hay más casos que escribanos.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #306

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