Boyle, Villeneuve, Lanthimos, Farhadi, Haneke, Kaurismäki, Desplechin, Audiard, Spielberg, Nolan, Bigelow, Aronofsky, Malick, Wenders, Allen, Linklater... Da para mucho, un año de cine. El 2017 promete, como viene siendo habitual, emociones fuertes, que a saber si acaban siéndolo, y secuelas a cascoporro, pero también regresos por todo lo alto y cineastas de culto fuera de su ambiente. Aquí va un vistazo al horizonte fílmico en forma de pequeña guía para intentar no extraviarse en el magma de estrenos que cada viernes toma al asalto la cartelera.
Clásicos retomados
Hace veinte años ya que, con una puesta en escena calculadísimamente descontrolada, Danny Boyle nos sumergió a pulmón en la febril cotidianeidad del grupo de desnortados heroinómanos escoceses que primero había imaginado el novelista Irvine Welsh. Hoy, Boyle es un cineasta oscarizado, y su protagonista, el entonces desconocido Ewan McGregor, una superestrella que ha pasado por Star Wars, y los dos, peleados hace años, se han reconciliado para perpetrar la secuela de Trainspotting, que retoma las vidas de Renton, Sick Boy, Spud y el psicótico Begbie dos décadas después. Habrá que ver si conservan la fiebre, y si la mantienen Boyle y Welsh, que firma el guion.
Conste que no es T2: Trainspotting la única secuela tardía de un nuevo clásico. Richard Linklater, que tras Boyhood, como antes, sigue rodando sin parar, ultima Last flag flying, continuación de El último deber, aquella tan divertida como amarga sátira de Hal Hashby sobre dos marinos que deben escoltar a un tercero hasta una prisión militar para que cumpla ocho años de condena por un asunto menor. Bryan Cranston, Steve Carell y Laurence Fishburne retoman los personajes que hace más de cuarenta años encarnaron Jack Nicholson, Randy Quaid y Otis Young.
Sci-fi a espuertas
Más esperada aún que ese T2 que nada tiene que ver con Terminator es Blade Runner 2049, con la que Dennis Villeneuve, una de las últimas luminarias importadas con éxito (esta, de Canadá) por el cine americano, se atreve con uno de los ochomiles de la ciencia-ficción. Repiten Hampton Fancher, uno de los guionistas originales, y Harrison Ford, acompañado por Ryan Gosling y Jared Leto, que ya hace años que sospechábamos que tenía que ser un replicante. Ridley Scott se reserva el papel de productor. En cambio, sí dirige Alien: Covenant, última entrega de la franquicia del xenomorfo, que también parió él. Esta, secuela directa de la fracasada Prometheus.
Habrá mucha más sci-fi, género que vive una edad dorada. De nuevas entregas de Star Wars (el episodio 8, dirigido por Ryan Johnson) o El planeta de los simios (The war of the planet of the apes, de la que vuelve a encargarse Matt Reeves), al remake en imagen real y made in Hollywood del anime de culto Ghost in the shell, de Rupert Sanders y con Scarlett Johansson, o la adaptación que dirige Nicolaj Arcel de La torre oscura, una de las joyas de la corona de Stephen King –del que habrá también nueva versión de It, por cierto–. Pero conviene sobre todo no perder la pista a High life, con la que la parisina Claire Denis se atreve a pisar un género que hasta ahora le era ajeno, y a Annihilation, segunda realización de Alex Garland, que fue guionista habitual de Boyle y que ya entregó hace un par de años Ex_Machina, una de las mejores muestras del género de lo que va de siglo.
Por supuesto, y sin dejar la sci-fi, será inevitable la ración de superhéroes. Conviene dosificar. La secuela de la divertida Guardianes de la galaxia, de nuevo en manos de James Gunn, y Logan, de James Mangold, con un Lobezno envejecido, suenan mejor de entrada que Justice League, en que Zack Snyder prosigue la historia de, ¡uff!, Batman v. Superman y, ¡uff!, con más superhéroes por metro cuadrado. Claro que habrá otro Batman, además de Ben Affleck: el de The Lego Batman Movie, de Chris McKay. Batman vs. Lego Batman, pues. Se admiten apuestas.
Alma negra
A Affleck le veremos también en Live by night, que, con el actor también tras la cámara, adapta la novela de Dennis Lehane y aspira a ser el film de gánsteres del año. De los de ley seca, sombrero de ala ancha y subfusil Thompson, como corresponde. Otro clásico de la última novela negra llegará también al cine. Se trata de Harry Hole, el atormentado inspector de Jo Nesbø, que tendrá las facciones de Michael Fassbender en The snowman, adaptación de la más prestigiada de las aventuras del detective. Dirige Tomas Alfredson, el de la enorme Déjame entrar, que ya estuvo a la altura versionando El topo de Le Carré.
Claro que, para pintaza, siguiendo con las policiacas, la que tiene el último salto mortal de Ben Wheatley, que después de las indiscutibles Kill list, Turistas y de atreverse con J.G. Ballard en High rise, en Free fire encierra en un almacén a un montón de matones setenteros armados hasta los dientes. Y conviene no descartar de entrada Soldado, la secuela del Sicario de Villeneuve, porque dirige el italiano Stefano Sollima, que tiene en el currículum un par de perlas sobre la mafia: Suburra y, sobre todo, la serie Gomorra. La guerra contra el narco tendrá otro hit, Escobar, adaptación de Fernando León de Aranoa del controvertido libro que sobre el fundador del cártel de Medellín escribió la que fue su pareja, la periodista Virginia Vallejo, interpretada por Penélope Cruz. Al capo, de moda por la serie Narcos, lo encarna aquí Javier Bardem.
Cineastas de culto
La pareja Cruz-Bardem también protagoniza la última película del iraní Asghar Farhadi, aún sin título. El director de Nader y Simin, una separación es uno de los imprescindibles que estrenan este 2017. También lo es Jacques Audiard, el director de Un profeta, que se atreve con el western en The sisters brothers, con Joaquin Phoenix y John C. Reilly. También en el filo del western se mueve The beguiled, remake de Sofia Coppola de El seductor, peliculón de Don Siegel en el que Clint Eastwood era un soldado confederado atendido por las internas de un colegio femenino, microcosmos en el que la irrupción del elemento masculino exacerbaba el grado de malrollismo. Aquí, el convaleciente será Colin Farrell, y sus cuidadoras, Elle Fanning, Nicole Kidman y Kirsten Dunst.
Farrell y Kidman también protagonizarán The killing of a sacred deer, donde él repite tras Langosta con el griego Yorgos Lanthimos, habilidoso creador de parábolas desasosegantes, y que en su primera incursión en el cine norteamericano al parecer se inspira en Eurípides, pero en clave de pesadilla doméstica. Igualmente perturbador se anuncia el nuevo film de Darren Aronofsky. El director de Requiem por un sueño cuenta con Jennifer Lawrence, Ed Harris y Michelle Pfeiffer, pero aún no tiene título, que se sepa.
El presente y el pasado
Dos nombres capitales del cine europeo, el austríaco Michael Haneke y el finlandés Aki Kaurismäki, vuelven tras un lustro de sus respectivos últimos largometrajes con sendos relatos sobre la crisis de los refugiados. El primero, con Happy end, ambientado en Calais y en el que vuelve a trabajar con Isabelle Huppert, y el segundo, con Pakolainen, en el que un grupo de refugiados llegan hasta Finlandia. También Wim Wenders apuesta por mirar hacia otro de los rincones más oscuros del presente en Submergence, con James McAvoy y Alicia Vikander, historia de amor truncada por un secuestro perpetrado por yihadistas.
Otros cineastas prefieren mirar al pasado. Alguno, después de haberse centrado en el futuro, como Christopher Nolan, que tras Interstellar estrenará Dunkirk, su mirada a una de las primeras grandes batallas de la segunda guerra mundial, la “Operación dinamo”, que en 1940 permitió evacuar a más de trescientos mil soldados aliados atrapados en Francia a través de Dunkerque. Más aún, hasta el siglo xix, retrocede Steven Spielberg con The kidnapping of Edgardo Mortara, sobre el caso de un hijo de judíos que fue secuestrado con nueve años por orden de la Iglesia católica y se convirtió en sacerdote. Spielberg se reencuentra con el guionista Tony Kushner, con el que ya trabajó en Munich y Lincoln, y prosigue la colaboración con Mark Rylance, protagonista de sus dos últimas películas y que aquí encarnará al papa Pío IX. Y Woody Allen, fiel a su cita anual y con Kate Winslet y Justin Timberlake en el reparto, de nuevo recreará un Nueva York de época, esta vez, la de los cincuenta.
Kathryn Bigelow, tras ocuparse de la caza de Bin Laden en La noche más oscura, también repetirá con Mark Boal como guionista en la reconstrucción, aún sin título, de los disturbios de la calle 12, que se saldaron con la muerte de cuarentaitrés personas en Austin, y de los que este 2017 hará cincuenta años. Y el chileno Pablo Larraín, tras No, El club y Neruda, también da el salto a Estados Unidos mirando al pasado con Jackie, en la que se recrea el asesinato del presidente John F. Kennedy, y sus consecuencias, desde la perspectiva de su esposa Jacqueline, interpretada por Natalie Portman. Armando Iannucci, maestro de la sátira política como acreditan The thick of it y su variación norteamericana Veep, dos vitriólicos no-va-más de la llamada tercera edad de oro de la televisión, se ocupará de la muerte de otra figura clave del siglo xx, hurgando esta vez en los pasillos del Kremlin, en The death of Stalin, su regreso al cine ocho años después de In the loop.
El cine, la música, el enigma
También volverá a echar la vista atrás Michel Hazanavicius, que con Redoutable no retrocederá esta vez hasta el cine mudo como hizo con The artist, sino hasta mayo del 68 y la etapa más maoísta de Jean-Luc Godard, interpretado por Louis Garrel y del que se narrará su romance con Anne Wiazemsky, surgido durante el rodaje de La chinoise. Otro cineasta francés, Arnaud Desplechin, habitual de los festivales y los premios en los últimos años, traerá más cine dentro del cine con Les fantômes d’Ismaël, con Marion Cotillard, Charlotte Gainsbourg, su habitual Mathieu Amalric y, sí, también aquí, Louis Garrel.
Habrá cine sobre cine y cine sobre música. La La Land, con Ryan Gosling y Emma Stone de pareja de baile, es la lectura postmoderna que hace del musical el Damien Chazelle que hizo que los solos de batería nos dolieran hasta sangrar en Whiplash. How to talk to girls at parties huele a acontecimiento: es ni más ni menos que el regreso al musical de John Cameron Mitchell, que hace quince años parió aquel entusiasta terremoto de rock and roll titulado Hedwig and the angry inch, y que, esta vez, por si faltaban alicientes, se basa en un relato de Neil Gaiman. Y Weightless, rodada en el 2011 y en fase de postproducción desde entonces, es lo último de Terrence Malick. Se sabe apenas que la película tiene como escenario un festival de música en Austin (Texas) y un reparto de los inacabables: Fassbender, Gosling, Portman, Rooney Mara, Christian Bale, Benicio del Toro o Cate Blanchett. Pero poco más. De hecho, con Malick, se puede hablar de los actores con los que ha rodado la película, pero ni ellos saben si acabarán apareciendo en pantalla –que se lo pregunten a Adrien Brody, que descubrió que no salía en La delgada línea roja cuando acudió al estreno–. Con Malick, todo es un enigma.
Claro que, ¿acaso no lo es siempre, el cine? Y más, el que aún está por ver. Y es enero, aún, y, como diría el poeta y repetirían los políticos, todo está por ver y todo es posible.