Para los españoles los dos rombos fueron un símbolo de no apto para menores. Desde 1963 hasta 1984, cuando aparecían en televisión advertían de que el programa que se empezaba a emitir tenía contenido erótico, violento o de terror. Ahora el símbolo ha sido escogido para titular la película 2Rombos, un drama realista protagonizado por jóvenes de las afueras, un retrato generacional, medio quinqui y con algunos toques psicodélicos, en el que se exponen algunos tabús sociales y, sobre todo, las dificultades para sacar adelante una vida cuando se cuenta con pocos recursos. 2Rombos es una ópera prima realizada a través de la colaboración desinteresada de multitud de personas cuyo germen y espíritu nace de un club de cannabis. Hablamos con sus productores Ricardo Carvajal (director del film), Víctor Alonso (actor protagonista) y Gabriel M. Mota (director de arte) sobre su viaje cannábico.
Vuestra historia en común se inicia con un club. ¿El cannabis os unió para siempre?
Ricardo: Víctor y yo nos conocimos estudiando en el Instituto del Cine, porque éramos los dos únicos que fumábamos hierba en la clase. Cuando llevábamos ocho meses en el instituto dijimos, “Loco, cambiémonos juntos, vamos a encontrar un piso cerca del instituto”. Y un día, mientras nos fumábamos un porro vimos que se alquilaba un piso en la azotea del edificio. Llamamos, lo visitamos y nos quedamos. Pasamos a vivir en la azotea de la escuela con una gran terraza, nos levantábamos cinco minutos antes de clase y bajábamos al instituto con el desayuno. Y, bueno, primero teníamos un club en nuestro piso, y la gente iba constantemente.
Víctor: Esto no se si se puede decir, pero, igual que el que pone un kiosco a la puerta de un instituto para vender chucherías, nosotros pusimos un kiosco arriba de nuestra escuela de cine. Pero no teníamos chucherías…
R: Lo guay es que la gente que llegaba a nuestro piso tomó la costumbre de contarnos sus guiones, sus historias y lo que querían hacer, y nosotros, que íbamos con el buen rollo en las venas, apoyábamos a cualquiera y le decíamos lo que opinábamos de ello. Generamos una sensación de club orgánica que llegó a un punto en que dijimos: “Loco, ahorremos y miremos si podemos hacer un club en condiciones”.
¿Y a Gabriel cuándo lo conocisteis?
R: Cuando empezamos a investigar cómo hacer un club nos dimos cuenta de que necesitábamos una persona que aportara algo más de capital y que quisiera invertir en el local. Yo trabajaba con un chico que me dijo que su pareja tenía un poco de pasta, y que a lo mejor le interesa el proyecto. Y ahí aparece Gabriel. Quedamos para presentarle el proyecto y él ni siquiera fumaba porros.
Gabriel: Yo ya había fumado, pero no de la calidad que empecé a fumar en ese momento.
Por lo que he visto en fotos el club Eleva 4K estaba decorado como una especie de nave espacial. ¿Por qué le pusisteis esa estética?
R: El local era una discoteca abandonada y poco a poco lo fuimos transformando en una nave espacial. Nuestro planteamiento era orientar a la gente hacia un consumo de cannabis seguro, como ponerse el casco para un astronauta. De ahí partió la idea.
G: Queríamos hacer algo artístico. El club fue el recipiente para volcar toda nuestra creatividad, y en todo momento fue una asociación cultural: hicimos clases de yoga, tai chi, pintura, improvisación, batallas de ilustración, monólogos, conciertos, poesías, jam session… También venían artistas que hacían intervenciones con los socios y luego se exponían en las paredes del club.
R: No cerrábamos ningún día y a veces nos quedábamos una noche haciendo una obra, quitando una pared o pintándola de otro color. La gente iba un día y al volver a las dos semanas encontraba que el local era otro. La hierba nos llevó a muchas conversaciones importantes con la gente y a nuevas amplitudes mentales, y el club se iba adaptando a los valores que íbamos encontrando en el camino.
V: Sí, y no es por tirarnos el moco, pero también hacíamos algo especial en el dispensario: preguntábamos a los socios cómo dormían, si tenían ansiedad, cómo les había sentado cada variedad, y lo anotábamos para enfocar mejor el cannabis que teníamos, y saber qué era lo que le podía sentar mejor a cada persona. A veces éramos como un psicólogo en el dispensario, dábamos pie a eso y la gente lo agradecía. De ese modo conocíamos al socio y creamos comunidad. Y sacamos un montón de contactos que nos servían para lo que queríamos, que era hacer cine.
R: Mucha gente entraba al dispensario con problemas y salía de allí con otra energía. Y para nosotros eso también era parte de Eleva. “Todo lo que cultivas eleva”, era el lema de la asociación, y ahora de la productora.
¿Cómo fue lo de ganar un premio de la copa Spannabis?
R: Fue en la Spannabis de Madrid, en 2017, teníamos recién abierto el club y fue como: “Oye, ¿mandamos una muestra de la Alien Scout Cookies y de la Hawaian Haze?”. Eran las que más nos gustaban a todos. Lo hicimos y nos llegó un mail diciendo que habíamos sido nominados. Y fue como: “¡Buah!, de puta madre”. Me subí a recibir el premio y di las gracias a los cultivadores y a toda la gente que estaba antes que nosotros, porque en el fondo nosotros somos los nuevos. Y fue la polla, una muy buena alegría, porque para nosotros fue un reconocimiento del punto de vista que teníamos.
¿Por qué cerrasteis el club?
G: En aquella época empezó a haber más presión policial sobre los clubs. Estábamos muy centrados en la película y finalmente decidimos dejar de ponernos en riesgo a nosotros, a nuestros socios y al trabajo que ya habíamos hecho con la película.
La película
2Rombos es la historia de unas horas en la vida de tres jóvenes que tienen que salvar el culo en una situación con drogas de por medio ¿De dónde surge la idea del guion?
R: El germen parte de una experiencia cannábica real, de esas que surgen cuando hay que ir a buscar una bolsa de flores. En una situación normal puedes ir con tu mochila cargada caminando y que no pase nada, pero cuando vas a buscar una bolsa de flores, aparecen cosas y situaciones inesperadas, y se puede convertir en un mal viaje. Un verano Víctor se quedó solo y tuvo que ir a buscar una bolsa de flores, y fue una historia digna de escribir.
V: Sí, normalmente alquilábamos un coche de ciudad por tiempo e íbamos en comanda, pero aquella vez tuve que ir yo solo, y ocurrió una serie de catastróficas desdichas. Por resumir, me quedé tirado con un montón de hierba al lado de un coche de alquiler que se había quedado sin tiempo y que estaba sonando…
R: Y que estaba alquilado a mi nombre, y yo estaba de viaje.
V: Estaba sonando una sirena. Era un tío con un montón de hierba al lado de un coche bloqueado del que sonaba una sirena como si lo estuviese robando. Y esta es la parte light, pero muy light, de la historia.
R: Yo después tuve un sueño en el que un tío metía en problemas a su amigo, en un Madrid que mutaba y tenía vida propia, y dije: “Buah, esto es un corto”, y escribí la primera versión. Tiempo más tarde tuve un clic en mi cabeza y escribí una segunda versión, lo mostré a Víctor y él me dijo, “Loco, eso no tiene nada que ver con lo que hemos hecho hasta ahora, démosle una vuelta”. Y nos pusimos juntos a hacer los diálogos y el guion. ¿Y después cómo fue que pasó el tiempo y terminamos haciendo una peli?
G: Se unió una pieza clave para hacer la peli, Clara Gómez Aragón, que empezó a trabajar en el club, fue la productora, y también hizo el casting y actuó en la peli. Los tres decidimos poner energías en la peli desde el club y entonces llegó Clara, que es una máquina y la que más experiencia tenía en hacer cine. Poco a poco se unía más gente del club y daba más motivos para meterle más caña, el equipo técnico iba creciendo, y decíamos: “Joder como no vamos a sacar el proyecto adelante”. Hicimos una preproducción en cosa de tres meses, y lo grabamos en agosto de 2018.
En la película aparecen actuando algunas personas conocidas del cine o la música como Nacho Vigalondo, María Reyes Arias, Alex O’Dogherty, El Coleta… ¿Cómo conseguisteis que participaran?
R: Siempre tuvimos varias ilusiones que eran tiradas de moco, pero que nos impulsaban. Hablamos con Luis Tosar y con Ricardo Gómez para intentar que participaran. Muchos nos decían que no, pero luego salía otra oportunidad. Por ejemplo, no teníamos a nadie para el padre de Rombos hasta el día antes de rodar las escenas, pero ese día apareció el contacto de Vigalondo, Clara lo llamó, le dijo que sí, y el tío nos salvó el culo. Que Nacho Vigalondo sea el padre de Rombos y María Reyes Arias, que es súper buena actriz y que ganó un Goya, sea la madre de Rombos, o que Alex O’Doherty se preste para ser el abogado… Eran cositas que empezaron como pequeñas ilusiones muy lejanas y se convirtieron en realidades muy cercanas, distintas, pero con la misma validez que lo que buscábamos antes.
El personaje principal del film es Rombos, un joven de barrio que se dedica al menudeo de drogas, con un punto de quinqui, ¿qué os llevó a construir un personaje así?
R: Cuando estábamos preparando la película estaba muy de moda el trap. Para mí el trap no era honesto y hacía algo incoherente, y esa especie de postureo de los traperos nos pareció interesante para el personaje. Rombos encaja en esa tendencia, y fue una forma de juntar el contexto de la historia con la estética, y generar una poética que sostuviera el universo del personaje. Y sí, es como un quinqui 3.0, pero en el fondo sigue siendo igual de precario que el quinqui original. O sea, España sigue teniendo las mismas precariedades que siempre. Rombos es un estereotipo que se acerca bastante al dealer que te puedas encontrar en cualquier barrio. Tiene un grado de narcisismo, tiene esa hambre, pero a veces parece que la pasta se la suda, y se pierde en cosas como meterse con una tía en la noche; se le va la cabeza a otro lugar, y cuando pasa eso le ocurren desgracias.
¿Cómo fue para ti, Víctor, interpretar el personaje?
V: Para mí Rombos es un joven pasional, criado en un contexto un poco hostil, en el que ha tenido que ir poniéndose escudos y capas, y se ha montado un personaje, lo ha empezado a rolear y ha acabado por ser esa persona. Es un tío que tiene carencias afectivas… es el producto de España. Más o menos todos tenemos codificado en la cabeza ese chaval. A veces también existen prejuicios, pero todo se hace una bola y, ¡pum!, tienes a un chaval del extrarradio de España. Para interpretarlo conecté con momentos de mi vida o de la vida de mis colegas y creé un chaval que está un poco a la deriva, al que se la suda todo un poco. Siempre digo que cuando me veo un año antes digo: “Hostia, que gilipollas era aquel año”. Me parece que hay que saber quién has sido y tener presente qué cosas has hecho mal. Fui recordando las sobradas y las cosas que luego dices “eso no lo hago ahora ni de coña”.
Los tres protagonistas intentan escapar a su propia realidad, pero encuentran dificultades a lo largo de la historia.
R: Es un retrato de una generación que cuando se cae el suelo no se sabe si vamos cayendo o vamos subiendo. Hay crisis y hay carencia de herramientas, y cuando los ves en esos momentos tan extremos que plantea la película es cuando te das cuenta de que realmente faltan herramientas para poder salir airosos de una situación así. Creo que de verdad hacen falta referentes para los chavales, hace falta invertir un poquito más en educación porque la línea educativa lo único que está haciendo es generar obreros.
Cuando un amigo leyó el guion me dijo que era muy desesperanzadora. En el fondo va con buena intención, que sea desesperanzadora es una cosa más cercana a la realidad. Es la desesperanza ante la falta de oportunidades.
En 2Rombos aparecen varias drogas, aparentemente cocaína, heroína, cannabis, MDMA, y algo que podría ser DMT o salvia. Sin embargo, aparecen buenos viajes y malos viajes.
V: ¿Hay algún buen viaje? (Risas) Bueno, con los porros sí, pero casi todo lo demás es miedo y asco. Creo que la cultura de la droga en este país es una mierda. Y jode porque somos el país de la droga.
R: La peli es un mal viaje, que enseña cosas, como todo mal viaje. Las drogas están porque las drogas siempre existen, y más aquí en España.
La película tiene una estética particular, que combina imagen, música y recursos digitales como las redes sociales, y donde sobre todo destaca el uso de planos inclinados.
R: Tratando el tema de los rombos vi que cambiando el punto de vista de cualquier cuadrado se podía convertir en un rombo, y fui experimentando con la fotografía. En un sentido narrativo, el plano distorsionado del personaje de Rombos es una visión aberrada. En la peli hay tres líneas narrativas: la de Charly es más estilo cine Dogma, cámara en mano, con planos inestables. Los de Juan son típicos de cine, cuadrados. Y cuando está Rombos en escena, como es el que tiene el poder, siempre aparece la aberración del plano. En la película han participado unas 90 personas, que son 90 artistas que han aportado su punto a la estética del conjunto. Por ejemplo, la música de la peli es una selección que junta una escena musical que no ha sido valorada en España, que es una escena muy underground pero con mucha calidad. El aporte de estos artistas, como el de la persona de efectos especiales, los chicos de sonido, más las aportaciones de último momento, como los stories de personas de Instagram, todo eso ha hecho que la película coja una dimensión que no tenía antes.