Al cine se le suele asociar la imagen de un tren, sobre todo porque la historia del séptimo arte comenzó con la imagen de un ferrocarril llegando a la estación de La Ciotat, la famosísima película de los hermanos Lumière exhibida por primera vez un 28 de diciembre de 1895 en el Salón Indien del Grand Café de París. No obstante, no hay género más cinematográfico, con permiso de los westerns, que el de las road movies, donde coches y otros vehículos dominan la escena y la narrativa.
El tren, de hecho, tiene mucho que ver con el western y con películas sobre el siglo xix, y confronta el mito de la frontera, la conquista y los pioneros; pero la carretera posee otras connotaciones en nuestro imaginario. Es el hilo conductor de no pocos largometrajes sobre el siglo xx y el siglo xix, y la visión de una carretera en el cine es sinónimo de libertad y también de viaje personal y observacional, de retrato de personajes y de la sociedad vista a través del retrovisor del vehículo. Con el mes de agosto de este extraño 2020 a las puertas, repasamos algunas de las road movies más insólitas y más potentes del género con las que movernos por los parajes humanos y geográficos más peculiares del cine.
‘La escapada’ (1962), de Dino Risi
Dino Risi es uno de los grandes exponentes de lo que vino a llamarse commedia all'italiana, la otra cara del cine italiano de la posguerra y respuesta hedonista al neorrealismo de Vittorio De Sica y Roberto Rossellini. Pero La escapada (1962), título imprescindible de su filmografía, poco o nada tiene que ver con películas como El estafador (1957) o Un italiano en Argentina (1964), a pesar de compartir actor protagonista, Vittorio Gassman.
Situada en el plomizo Ferragosto, el puente del 15 de agosto en Italia, La escapada es el encuentro de dos hombres diametralmente opuestos, Roberto, interpretado por Jean-Louis Trintignant, y Bruno (Gassman), y su viaje en un sensacional descapotable de Roma a Castiglioncello, desde una ciudad desierta en verano hasta una localidad vacacional auspiciada con el turismo de masas. Roberto, estudiante de arquitectura, racional y recto, trata de resistirse a las varias aventuras en que Bruno le involucra, aunque poco a poco va dejándose llevar por el espíritu de su compañero vividor. Mientras vemos en pantalla el devenir de este curioso tándem, Risi aprovecha la coyuntura para mostrar e intentar comprender los cambios sufridos en un país que está dejando atrás el mundo de ayer y celebrando uno nuevo articulado según la lógica del placer inmediato.
‘Faster, Pussycat! Kill! Kill!’ (1965), de Russ Meyer
Si pensamos en cine explotation, la primera imagen que nos aparece en la cabeza es la de Russ Meyer, conocido por sus nudies protagonizados por actrices de grandes pechos. Pero, además de representante de cierta tendencia del soft porn de los setenta, Meyer tiene en su haber dos obras fundamentales: Más allá del valle de muñecas (1970), crónica desencantada de tres chicas que sueñan con ser estrellas en Hollywood, y Faster, Pussycat! Kill! Kill!, road movie desquiciada sobre tres strippers en un viaje provocando el caos por el desierto de California.
Liderado por la imponente Tura Satana, el equipo de estas tres amazonas del volante secuestrarán a una chica, matarán a su novio y tratarán de hacerse con la fortuna escondida de un anciano en una cabaña perdida. En suma, una maravilla que es también una de las películas favoritas de Quentin Tarantino, a la que homenajeó en Death Proof (2007), su particular road movie exploited.
‘Easy Rider’ (1969), de Dennis Hopper
“Mientras rodábamos la película podíamos sentir que el país entero estaba en llamas: los hippies, los negros, los estudiantes”, cuenta Dennis Hopper sobre Easy Rider en Moteros tranquilos, toros salvajes, el ensayo de Peter Biskind sobre el Nuevo Hollywood. La road movie más icónica es también la que marcaría las convenciones del género, pero vista hoy, cuarenta años después de su estreno, mantiene el mismo espíritu rebelde y contracultural con el que fue creada.
Hopper y Peter Fonda son dos moteros a quienes les gustan las drogas, el rock and roll y las mujeres, y que recorren Estado Unidos con el objetivo de llegar al Carnaval de Nueva Orleans y a su mítico Mardi Gras. Por el camino serán testigos de la crisis del sueño americano: “No os temen a vosotros, temen lo que representáis: libertad”, dice el personaje que encarna Jack Nicholson en el filme, un abogado más pasado de vueltas que el dúo protagonista. Nadie daba un dólar por el debut de Hopper como director, pero Easy Rider, que costó apenas trescientos setenta y cinco mil dólares, recaudó cincuenta millones. Se dice que en los cines de Nueva York donde se estrenó acabaron quitando las puertas de los baños porque la multitud se encerraba a fumar marihuana. Tres semanas después de ese estreno, los acólitos de Charles Manson pusieron fin de la manera más terrible al sueño hippy de Easy Rider.
‘Alicia en las ciudades’ (1974), de Wim Wenders
Diez años antes que Paris, Texas, el alemán Wim Wenders ya había circulado por el terreno de las road movies en esta vuelta de tuerca al género que tiene como fuente de inspiración la relación del escritor Peter Handke con su hija, además de una de sus más conocidas novelas, Breve carta para un largo adiós.
Filmada en 16 mm en un singular blanco y negro por el legendario Robby Müller, en Alicia en las ciudades, Wenders se estrena las road movies a través del viaje de un periodista a cargo de una niña desconocida. Felix Winter se encuentra varado personal y geográficamente: ha de escribir un libro sobre Estados Unidos, pero sufre el síndrome de la página en blanco. Al querer regresar a Europa, conoce a una mujer y a su hija, que quedará bajo su cuidado en el viaje de vuelta cuando la primera desaparezca. Comienza así un trayecto que transita continentes pero también los tiempos de la memoria de esta singular pareja protagonista.
‘Thelma y Louise’ (1992), de Ridley Scott
Dos mujeres lanzándose por un acantilado como única salida a la rutina y a la violencia doméstica: Thelma y Louise, dirigida por Ridley Scott y con Susan Sarandon y Geena Davis, es otro de los hitos de las road movies y una de las cintas clave de la emancipación femenina en el cine, no solo por hacer suyas las convenciones de la narrativa de la carretera, un género literario y cinematográfico esencialmente masculino, sino porque también exponía los peligros a los que tenían que enfrentarse dos mujeres solas viajando, además de la radical respuesta a esta situación, la única posible.
Pero además de esa lectura de género, Thelma y Louise es también una fábula sobre la quintaesencia americana. Al volante de un fabuloso Ford Thunderbird descapotable de 1966, las protagonistas cruzan el Medio Oeste estadounidense para acabar encontrándose a sí mismas en los indómitos del Parque de Dead Horse Point, en Utah, y uno de los parajes más emblemáticos del curso del río Colorado.
‘Un mundo perfecto’ (1993), de Clint Eastwood
Dos presos fugados toman como rehén al niño pequeño de una familia. Con esta premisa, Clint Eastwood firma una de sus películas más celebradas por la crítica y en la que también participa en el papel del ranger de Texas Red Garnett, que persigue a los reos huidos. Tras el asesinato de uno de ellos, la película se centra en Butch Haynes (Kevin Costner) y el pequeño Phillip (T.J. Lowther), cuya inesperada y entrañable relación se irá solidificando a medida que suman kilómetros a su destartalado Cadillac.
Kevin Costner nunca estuvo tan bien como a las órdenes de Eastwood, ni siquiera en la multipremiada Bailando con lobos. Su interpretación de un antihéroe que se redime como mentor de un niño melancólico por la ausencia de su padre, se funde a la perfección del recorrido de los protagonistas por un país que estaba a punto de derrumbarse, idea que cristaliza en el grand finale de la cinta, sin concesiones al espectador.
‘Una historia verdadera’ (1999), de David Lynch
En 1994, Alvin Straight, a sus setenta y tres años de edad, se embarcó montado en un cortacésped en un viaje de seis semanas y trescientos noventa kilómetros, de Iowa a Wisconsin, para ir a visitar a su hermano mayor enfermo. Esta historia basada en hechos reales es una de las películas más emocionantes y cristalinas de David Lynch, en la que el director de Terciopelo azul y Twin Peaks convierte el viaje en un acto de curación emocional y el paisaje que va quedando atrás, los conflictos olvidados.
Una historia verdadera, protagonizada por Richard Farnsworth, es también una visión casi referencial del paisaje de la América profunda, de los pueblos que crecieron en el Medio Oeste y de un entorno que forma parte de la educación emocional del de Montana. Las zonas oscuras, que tanto ha trabajado Lynch en su cine, quedan fuera de plano, aunque es imposible no tenerlas en cuenta al ver el empeño sobrehumano de este hombre por querer reconciliarse a toda costa con su hermano.
‘American Honey’ (2016), de Andrea Arnold
Como no pocos cineastas europeos, la británica Andrea Arnold también se ha dejado seducir por el horizonte de Estados Unidos, y en American Honey firma su particular road movie americana a través de los ojos de Star (Sasha Lane), una adolescente que huye de casa para enrolarse a un equipo sobre ruedas de venta de suscripciones editoriales puerta a puerta.
Inspirada en un reportaje de The New York Times, la cineasta se propuso investigar por su cuenta y en la preproducción viajó de California a Miami para dar con este colectivo y para dar, asimismo, con los rostros del filme en varios castings callejeros, donde encontró, por cierto, a su actriz protagonista. Con Shia LaBeouf y Riley Keough en el reparto, American Honey es la respuesta milenial al género, revisión actualizada de un género en el que la carretera acaba conduciendo a la autoafirmación personal.