Llega el verano, las tardes se alargan, las noches se acortan y el calor nos amodorra. Lo mejor es un poco de coca de la buena con todas sus propiedades: fibra, vitaminas, minerales, hidratos, etc. Típica en el Mediterráneo, está considerada como nuestra versión de la pizza.
Elaboración
Para enriquecer esta magnífica coca he seleccionado la variedad Grandaddy Purple, de Blimburn Seeds, que regalamos hace un añito más o menos. Nacida en California alrededor del 2003, destaca por la belleza de sus flores púrpura y sus efectos narcóticos y ansiolíticos, ideales por si te pasas con la otra coca. Tiene forma de arbusto, con nudos muy juntos y hojas muy grandes. Sus sabores y aromas, como podéis imaginar, son dulces y afrutados, y nos recordarán a bayas silvestres y frutas del bosque. Para su integración en la receta elaboraremos una manteca de cerdo cannábica. Este proceso habrá que realizarlo el día antes. La proporción de hierba y manteca para esta elaboración será de un diez por ciento si son cogollos o de un veinte por ciento si son hojas. Comenzaremos poniendo una olla con agua a calentar; la cantidad de agua debe ser al menos el doble que la de manteca. Cuando hierva el agua añadimos la manteca para que se disuelva y bajamos al mínimo el fuego. Cuando esté completamente disuelta llega el momento de añadir la marihuana y dejar hervir a fuego lento durante unos quince minutos, removiendo de vez en cuando. Pasado este tiempo, la grasa ya habrá absorbido todos los cannabinoides y la podremos retirar del fuego. La colaremos con un colador de tela y la dejaremos reposar hasta que se atempere. Una vez fría, la meteremos en la nevera un mínimo de doce horas para que la grasa se separe y se solidifique completamente y podamos cogerla fácilmente. La escurrimos bien y ya podemos usarla en cualquier receta. Eso sí, os aconsejo gastarla pronto si os sobra, ya que se enrancia con facilidad.
Pues bien, comenzamos con la masa. Podemos hacerla formando un volcán con la harina sobre una superficie o en un bol, como más os guste. Primero mezclamos los ingredientes secos como la harina, la levadura, la sal y el azúcar. Calentamos el agua un poco para poder disolver en ella la manteca cannábica, la mezclamos con el aceite y la añadimos a la harina amasando hasta que se nos despegue de las manos. La tapamos para que no se reseque y la dejamos reposar media hora más o menos. Mientras tanto, podemos ir lavando y cortando las verduras. El corte es libre pero no debe ser ni muy grande ni desigual, para facilitar su cocción en el horno. Si nos gustan las verduras pasaditas deberemos saltearlas un poco antes de ponerlas sobre la masa, ya que el tiempo que van a estar en el horno no será suficiente para que queden muy cocidas. Yo prefiero que mantengan un poco de firmeza, pero sobre gustos…
Lo mejor para estirar la masa es hacerlo directamente sobre un papel de horno para facilitar después su transporte a la bandeja del horno. La estiramos hasta que tenga 0,5 cm de grosor más o menos y la untamos con AOVE con la ayuda de un pincel o con nuestras propias manos bien limpias. Una vez estirada la ponemos en la bandeja del horno y distribuimos uniformemente las verduras por toda su superficie, añadimos un poco de sal y un chorrito de AOVE más. Precalentamos el horno a 200 ºC diez minutos antes y la introducimos en él durante 20 min más o menos. Cuando esté bien doradita la sacamos y le ponemos las hierbas aromáticas que más nos gusten: tomillo, orégano, salvia, romero, albahaca, etc. Se suele comer fría, pero si no podéis esperar os la podéis zampar inmediatamente, con mesura y precaución, como siempre. Espero que os guste y que la disfrutéis.